El bombardeo ordenado por Donald Trump contra una embarcación que transportaba droga en el Caribe dejó 11 narcoterroristas del Tren de Aragua muertos. No fue un hecho aislado ni una operación rutinaria contra el narcotráfico. Fue un golpe directo al corazón de la narcodictadura venezolana y un mensaje contundente a los cómplices de esos bandidos por los que el Departamento de Estado de Estados Unidos ofrece millonarias recompensas.
La administración Trump decidió pasar de las sanciones financieras a la acción militar. La embarcación hundida iba cargada de cocaína y protegida por las redes del Cartel de los Soles, socio estratégico de las Fuerzas Armadas de Venezuela. El mensaje de Washington es inequívoco. Cada embarcación que salga de Venezuela con droga será objetivo de guerra. Trump dejó atrás la diplomacia y abrió fuego. No es advertencia, es ejecución.
Con este ataque, la narcodictadura queda contra la pared. NarcoMaduro, Diosdado Cabello y Vladimir Padrino López no son simples gobernantes autoritarios. Son jefes de un aparato criminal que exporta cocaína, violencia y terror bajo el disfraz de un Estado. Al haber sido designados por EEUU como narcotraficantes y amenaza para la seguridad nacional, la Casa Blanca tiene carta libre para combatirlos con todo el peso de su poder. La muerte de 11 terroristas del Tren de Aragua confirma que el régimen no solo protege a estos grupos, sino que también los utiliza como brazo armado de su negocio delictivo.
El golpe también salpica a Gustavo Petro. Mientras Estados Unidos despliega buques y ataca las rutas del narcotráfico, el gobierno colombiano desmonta la fumigación, debilita a la Fuerza Pública y abraza a grupos armados que siguen viviendo de la cocaína. El contraste es brutal. Washington combate, Petro calla y protege. Esa pasividad lo deja alineado con la narcodictadura y en complicidad con quienes se lucran del negocio criminal. Con esto, Estados Unidos podría avanzar hacia la descertificación de Colombia en la lucha contra las drogas, lo que dejaría al país aislado y en una condición económica crítica.
La visita del secretario de Estado, Marco Rubio, a Ecuador abre la puerta a que Estados Unidos recupere la base de Manta, cerrada hace más de una década. Hoy Ecuador es rehén de la violencia narco en la frontera con Colombia, donde operan el ELN, el Clan del Golfo y narcoterroristas de las FARC. Un regreso de la base estadounidense en Manta sería un movimiento estratégico, control en el Caribe, control en el Pacífico, un cerco que asfixiaría al narcotráfico y rodearía a la narcodictadura de Maduro y a Petro, su gran cómplice. Una jugada maestra al estilo batalla naval que enviaría el mensaje de que Washington está decidido a cercar, aislar y derrumbar el eje criminal que se reparte entre Caracas y Bogotá.
Pero hay un elemento aún más alarmante. Una investigación de Revista Semana el pasado 9 de agosto reveló que el gobierno de Petro prácticamente cedió el control de más de 580 kilómetros de frontera con Ecuador. Esa franja estratégica está hoy en manos de un complejo criminal transnacional integrado por los narcoterroristas de las FARC, el ELN, el Tren de Aragua y los carteles mexicanos de Sinaloa y Jalisco Nueva Generación. Estas estructuras no solo manejan el narcotráfico, sino también la migración irregular, la minería ilegal, el contrabando y la extorsión, controlando incluso pasos oficiales como el puente de Rumichaca.
Lo más grave es que este dominio no es casualidad, funciona como válvula de oxígeno para la narcodictadura venezolana, que sobrevive gracias a estas rutas de cocaína, armas y dinero sucio. En la práctica, la frontera quedó convertida en un santuario del crimen organizado, mientras el Estado colombiano se repliega y la complicidad política de Petro se traduce en silencio frente a Maduro y sus socios criminales.
La ofensiva estadounidense marca el inicio de una etapa inédita, el narcotráfico convertido en objetivo militar directo. Maduro, Cabello y Padrino López quedan arrinconados. Petro, en cambio, señalado como encubridor. Y Ecuador podría convertirse en la pieza clave de una nueva alianza regional antidrogas.
La narcodictadura se tambalea. Washington ya lanzó el primer golpe. Lo que viene no será diálogo ni diplomacia, será guerra abierta contra el narcotráfico y quienes han vivido de ese negocio criminal solo tendrán dos caminos, caer o ser aplastados.
Dato importante: los cargamentos de coca que salen de Venezuela usan la ruta Venezuela–Haití, Haití–República Dominicana, República Dominicana–Puerto Rico y, desde Puerto Rico se esparcen a través de vuelos nacionales y otros mecanismos. Lo más complicado y aterrador es que mientras se neutralizan cabecillas como NarcoMaduro o Diosdado Cabello, estos no pueden salir del país ni exponerse a viajes internacionales convencionales por las millonarias recompensas que pesan en su contra. A esto se suma un interrogante inquietante: Gustavo Petro ha hecho varias visitas a Haití. ¿Está negociando rutas de narcotráfico para el Cartel de los Soles con un Estado fallido como lo es Haití?