Un mes antes de que culmine el tiempo de verano en los Estados Unidos, los padres de familia rompen el descanso que trae consigo esta época para enrumbar los pasos de sus hijos hacia la escuela, en medio de los tradicionales afanes que convierten el regreso a clases en todo un acontecimiento familiar.
Es el momento de guardar las carpas de campaña, las cañas de pescar, los trajes de baño y cualquier otro elemento que pueda asociarse con las vacaciones y el caluroso verano, dando paso a las mochilas y los útiles escolares, pero también a la necesidad de madrugar más para obviar la congestión vehicular de la hora pico y estar a tiempo en los centros educativos.
En lo que respecta al condado Miami-Dade, más de 345.000 menores acudirán a 392 escuelas públicas, muchos de ellos volviendo a vivir la irrepetible experiencia del aprendizaje, y los más pequeños accediendo por primera vez a unas aulas de clases que serán parte de sus vidas, si no encuentran tropiezos, hasta que reciban un título universitario.
El regreso a clases significa muy seguramente que el grueso de los niños tendrá que bañarse, vestirse y desayunar a prisa para ir a la escuela, y luego, cuando regresen a casa, cumplir con unos deberes insoslayables, que son las tareas que servirán para medir si el estudiante está adquiriendo el conocimiento anhelado.
En esta fecha que pone los pelos de punta a muchas personas emergen momentos de tensión en los alrededores de los establecimientos escolares, en donde es casi una constante que las filas de vehículos, conducidos en muchos casos por padres ansiosos, hacen ver un tanto embarazosa la misión de dejar o recoger a los niños en la escuela.
Pero es el precio que debe pagar todo buen padre que desea para su hijo un bienestar futuro, que solo se consigue con el esfuerzo y el tesón que le ponga el estudiante, con el respaldo de sus progenitores, familiares o tutores, a la tarea de volverse útil para sí mismo y la sociedad que demanda profesionales calificados.
De tal manera, de nada vale quejarse por los denominados inconvenientes que se derivan del retorno de los menores a la escuela. Es una necesidad imperiosa que ellos se eduquen y alcancen el grado de escolaridad que les permita llegar lejos en la vida, ojalá a predios universitarios, apartados del creciente número de adolescentes que trunca sus estudios para trabajar en posiciones muy mal remuneradas.