Cuentan que durante años, quizás, a lo largo de una o dos generaciones, los británicos no volvieron a usar “Oscar” como nombre para sus recién nacidos. Todo porque la moral victoriana fue incapaz de metabolizar los escandalosos pleitos judiciales en que se vio metido Oscar Wilde con el marqués de Queensberry, en 1895.
De lo bueno sabemos que no poseen nada de nadie. Pero de lo considerado malo por los contemporáneos del celebérrimo escritor, ¿qué no tienen Nicolasón y Nicolasito que no tuvo el señor Wilde?
El último de los tres mencionados, es un prontuario ambulante. Eso ya se sabe de sobra. No obstante, por las dudas, lea usted -léalos “con el dedo índice”, por favor, letra por letra, como nos enseñó un sabio profesor de Derecho- el Código Penal, las normas anticorrupción, las ordenanzas municipales, los códigos de ética, los Diez Mandamientos de la Ley de Dios, para que se convenza que de esa arremetida de impunidad no se le ha escapado ileso ni un solo título, capítulo, parágrafo, ni artículo, versículo, incluidos los del “Manual de Urbanidad” de M.A. Carreño. ¿Y autoridad alguna de su pretendido gobierno lo ha llamado al botón aunque sea?
A mediados del mes pasado, “The Chicago Council on Global Affairs”, con el apoyo analítico del “Eurasia Group” y de David Miliband, excanciller de Reino Unido, presentaron el “Índice Mundial de Impunidad 2023”, baremo que mide y valora la irresponsabilidad gubernamental, la no rendición de cuentas, la desvergüenza burocrática, el abuso de poder, las violaciones de DDHH, la degradación ambiental y, por supuesto, el furor de Mesalina por saquear las tesorerías públicas.
No hace falta ser muy zahorí para presuponer que en cualquier ranking de esa naturaleza, Nicolasón aparecerá, por lo menos, con un meteórico subcampeonato mundial. En este caso, apenas, cabeza a cabeza con el gordito de Corea del Norte, muy por delante, de Myint Swe, narcotirano de Myanmar o Birmania, que llegó en el tercer puesto.
En cuanto a “Nicolasito”, de tal palo, tal astilla. Con sus 32 “añitos”, tiene la distinción de ser el miembro más joven que figura en la oprobiosa lista de OFAC, que como sabemos incluye a los transgresores, más peligrosos del Planeta. El “Novato del Año” en impunidad, con licencia, carta blanca, patente de corso para guisar “po' que pa' eso soy hijo 'e mi apá ¡Y pa' gozá!”.
Sigue en el orden del día Nicolacho. Todo un nicomaníaco (del castellano “nico” y del griego μανα, "manía) porque Nicolás, que así también se llama el hijo del presidente de Colombia, Gustavo Petro, a la corrupción desvergüenza, vínculos con el narcotráfico, impunidad absoluta, cual sus homónimos de este lado del Arauca vibrador, agrega depravaciones que omitimos por pudor con las damas que constituyen el grueso de nuestra lectoría.
El más antiguo de los Nicolasones: Nicolás Patiño Sosa, alias, "Patón", jamás logró usar calzado alguno por lo que, descalzo, con sus pies, sucios, en lo absoluto, despachaba como presidente (1865-1868) del recién creado estado Barquisimeto. "Dios y Federación, Juan Crisóstomo Falcón. Así, concluía el entonces presidente de Venezuela, todos sus mensajes oficiales, por lo que el chafarote referido en primer término, analfabeta, arbitrario, represor, decimonónico, pero no correlón y asustadizo, como sus tocayos del Siglo XXI, decidió, imitar y superar -rima incluida- a su referido jefe, al cerrar todas sus comunicaciones con la siguiente retahíla: "Dios y Federación, Patiño Nicolasón".
Y con semejantes antecedentes, ¿quién en los próximos 100 años, en Colombia o en Venezuela, va a bautizar a nadie con el nombre de Nicolás y estigmatizar, con ese karma, a un inocente muchachito?
@omarestacio