La reunión con la presencia de 200 países, sector privado, sociedad civil, ONGs, académicos y científicos que recientemente se celebró en Egipto para enfrentar los graves efectos para nuestro planeta y para nuestra vida de la contaminación que hemos efectuado los humanos, debe fortalecer nuestra convicción en las ventajas inmensas de la negociación y de la importancia de ser resilientes en las luchas para conjurar grandes peligros por la transformación de los sistema naturales que sostienen el balance y la vida en el planeta. No porque se hayan logrado los avances necesarios, sino porque al menos hay algunos avances y todavía se podrían evitar las peores consecuencias de nuestras contaminaciones.
La COP27 se reunió en Sharm El-Sheikh el bello balneario egipcio en el Mar Rojo con pocas ilusiones por el progreso en las negociaciones posteriores a los acuerdos de Paris. El COVID-19 y la guerra en Ucrania, así como sus consecuencias indicaban grave riesgo de no lograr avance alguno.
Esa es una muy mala noticia para las naciones con alta proporción de zonas costeras bajas o con economías que dependen altamente de la producción agrícola, pues con un incremento de la temperatura de la tierra superior a ese límite el aumento en la elevación de los océanos inundará esas zonas geográficas y las zonas agrícolas serán altamente impactadas con evento climáticos extremos, desde inundaciones hasta largas sequias.
Algunas pequeñas naciones insulares podrían incluso desaparecer. Varias naciones del Pacifico Sur tienen conversaciones con Nueva Zelanda y Australia para proceder a definir acuerdo de cooperación para el traslado permanente de gente afectada por el aumento de los mares.
Las naciones pobres y en desarrollo muy poco han contribuido al incremento que ya se ha dado en la temperatura promedio de la tierra. Los países que más se han desarrollado han acumulado más contaminación. Pero algunas de las naciones en desarrollo por su gran tamaño y rápido crecimiento actual, son hoy día grandes contaminadores. (Ver: https://www.worldometers.info/co2-emissions/co2-emissions-by-country/)
Estas circunstancias demandan acuerdos de financiamiento de los más desarrollados y de los mayores contaminadores en favor de las acciones de mitigación y de adaptación a los cambios de las naciones que menos han contaminado, que menos están contaminando y que potencialmente más pueden sufrir por los efectos del calentamiento. Todo esto configura muy difíciles negociaciones especialmente cuando los acuerdos requieren unanimidad.
En Costa Rica con miras a esta Reunión Marco de NNUU sobre Cambio Climático las nuevas autoridades del Poder Ejecutivo declararon que más que seguirse enfocando en mitigación al cambio climático y en descarbonización, áreas en las que nuestro aporte a buenos resultados globales es casi insignificante excepto por el valor ejemplarizante de algunos de nuestros grandes aportes (pago por servicios ambientales, recuperación de cobertura vegetal, protección de la diversidad biológica), se debería enfocar nuestro esfuerzo en adaptarnos a los resultados previsibles del calentamiento terráqueo. Pero debemos recordar que algunas acciones de mitigación a la vez favorecen la adaptación. Debemos ver la adaptación al cambio climático como una oportunidad que se nos abre para crecer en nuevas áreas, que se hacen ahora posibles por la disminución de las industrias contaminantes y el incremento en las nuevas actividades de generación de energías limpias y de nuevas manufacturas y servicios que las nuevas tecnologías permiten, y que ofrecen oportunidades de especialización y exportación y dan lugar a buenos empleos formales con importante beneficio para el bienestar y la justicia social. (ver Ricardo Hausmann https://www.imf.org/en/Publications/fandd/issues/2022/12/green-growth-opportunities-ricardo-hausmann)
Una válida crítica a las negociaciones en Egipto la manifestó Carlos Manuel Rodríguez CEO del Fondo Mundial Ambiental (GEF) cuando indicó que la Reunión no se centraba en revisar las realizaciones efectivas de los países para cumplir con sus metas de reducción de la contaminación según los compromisos políticos que cada nación ha aprobado de conformidad con las normas que se establecieron en el Acuerdo de París de 2015. Señaló Carlos Manuel que las COP ahora deben abordar exclusivamente temas relacionados con la implementación de ese acuerdo. Ya las negociaciones han terminado y ahora se debe concentrar los esfuerzos y tareas en la adopción de las medidas que permitan controlar el cambio climático y asegurar la implementación de los esfuerzos comprometidos. Ahora también las reuniones COP deben discutir como acelerar el desuso de los combustibles fósiles, tema cuya discusión tienen bloqueada los intereses petroleros.
A lo largo de la COP27 también cundía el desánimo con relación al apoyo financiero para los países pobres y en desarrollo que más afectados se verán por el cambio climático por “pérdidas y daños”, pues era un tema en que parecía que no se podría llegar a acuerdo alguno. No se había logrado ningún avance en esta solicitud de las naciones afectadas en las negociaciones de los últimos 30 años.
Pues bien, en vista de esos negativos inicios, los resultados son más bien alentadores.
En cuanto a financiamiento a las “pérdidas y daños” causados por el cambio climático a los países pobres y en desarrollo, en la extensión de la COP27 (las extensiones han resultado productivas en varias ocasiones) la Unión Europea y los EEUU eliminaron su oposición a establecer un fondo para atenderlo. La idea con este nuevo fondo es “compensar” a los países en vías de desarrollo por los impactos económicos del cambio climático. Los países industrializados a los cuales se les exige la compensación indican que este fondo debe tener un gran componente de prevención, mientras los países afectados quieren que se centre en temas de compensación.
Acordar constituir este fondo es un gran avance para lograr apoyo a las necesidades de reconstruir y rescatar la infraestructura física y social de los países afectados por condiciones climáticas extremas. Pero claro que faltan elementos esenciales para que este compromiso sea operativo: ¿Cómo se estructurará? ¿Quiénes y cuando harán los aportes? ¿Cómo evitar que naciones que se clasifican como en desarrollo pero que son hoy grandes contaminadores se aprovechen de este nuevo fondo? Estas preguntas y la discusión entre prevención y compensación se deberán atender en las reuniones de un grupo de trabajo y en la COP28.
Desde hace unos 10 años naciones ricas (incluyendo los EEUU, la Unión Europea, Australia, Canadá y Japón) se comprometieron a aportar recursos para mitigación y adaptación al cambio climático a los países en desarrollo y pobres, con una meta de $100 mil millones para 2020. En 2018, 2019 y 2020 los recursos fueron inferiores en alrededor de una quinta parte a esa meta, que muy posiblemente no fue alcanzada tampoco en 2021 ni en 2022. Por estos antecedentes no se puede confiar plenamente en que los recursos para el nuevo fondo para compensar pérdidas y daños sean aportados en cantidades suficientes para dar efectiva ayuda a las naciones poco contaminantes, con bajos recursos y afectadas gravemente por las consecuencias de la contaminación de otros países.
En la previa reunión, la COP26 de Glasgow, las naciones preocupadas por la dificultad de obtener compromisos de mitigación suficiente para asegurar no sobrepasar el aumento de 1,5GC en el calentamiento de la Tierra, acordaron que en cada reunión siguiente se revisaran las cifras para impedir retrocesos en las metas (efecto trinquete). Algunas naciones quisieron eliminar esta obligación, pero no lo lograron. Con las metas individuales actuales de los países no se alcanza siquiera el compromiso del Acuerdo de la COP de 2015 en París de que cada nación bajará para 2030 las emisiones en un 40 % y llegará a cero emisiones en 2050, lo que se proyectaba diera por resultado mantenerse por debajo de un calentamiento de 2GC. Costa Rica más bien las aumentó en el primer año después de ese acuerdo en un 2,16%, aunque claro nuestra contribución a esa acción negativa es muy pequeña 0,02%.
Son muy débiles los compromisos y muy imprecisas y desactualizadas las mediciones sobre lo efectivamente alcanzado por las naciones en el cumplimiento de sus metas para cumplir con el Acuerdo de París de 2015. Urge desarrollar métricas comparables para medir oportunamente la contaminación real de cada país y sus verdaderos aportes para mitigarla. Ya en el siglo XIX el físico británico William Thomson, lord Kelvin, indicó: “Cuando puedes medir de lo que estás hablando, y expresarlo en números, sabes algo al respecto; pero cuando no puedes medirlo, cuando no puedes expresarlo en números, tu conocimiento es escaso e insatisfactorio.”
Se ha logrado que 77 países pobres y en desarrollo ajusten sus metas país de reducción de la contaminación para acercarse a los objetivos fijados en el Acuerdo de París. Lo que urge son compromisos suficientes y su ejecución por parte de los 10 países que representan el 70% de la contaminación.
Tampoco se logró en Egipto compromiso para eliminar o al menos reducir gradualmente hasta su eliminación el uso de combustibles fósiles, ni para llegar al máximo de emisiones antes de 2025 como los científicos lo demandan.
Los resultados muestran claros y oscuros en estas difíciles negociaciones.
Pero todavía hay esperanza de poder impedir que se supere el aumento del calentamiento terráqueo a más de 1,5GC gracias a los avances en la producción de energías renovables y en la disminución de su costo, al financiamiento público y privado a la mitigación, al desarrollo de consciencia en las empresas y en los entes financieros sobre los costos en sus resultados de la contaminación y gracias también al programa aprobado por los EEUU para invertir en temas ambientales
Algo se logró.
Evitar los peores costos de la contaminación es muy difícil pero todavía posible. Pero se requerirá mucha resiliencia en la lucha para alcanzar los resultados necesarios.