No corren buenos tiempos para la imagen de la inmigración venezolana en EEUU. Las noticias que nos llegan desde la ciudad de Nueva York ponen en el foco a personas que habiendo llegado de manera irregular se están beneficiando de ayudas públicas. Pero no solo eso, se han formado bandas de delincuentes, se han cometido robos e incluso asesinatos. Una mancha que se expande y que perjudica a la generalidad de los venezolanos, que siempre han hecho gala de una excelente reputación como personas con valores y trabajadoras.
Y es que las noticias que vemos a menudo en los medios no ayudan a que se empiece a generalizar y a que los políticos puedan aprovechar las malas acciones de esta minoría para acusar a toda la migración venezolana y por elevación a cualquier hispanoamericano que venga a los EEUU en búsqueda de una vida mejor.
¿Qué será lo siguiente en este año marcado por las elecciones presidenciales de noviembre? Está claro que los ataques a la inmigración irregular serán un valor seguro para los republicanos y una piedra en el zapato para los demócratas.
En el caso de Donald Trump que habla de deportación masiva o de campos de concentración para los capturados en la frontera, esta nueva visión de la migración venezolana en Nueva York puede ser un filón. Si en su primera campaña electoral, la diana de sus críticas fueron los mexicanos a los que llegó a identificar con narcotraficantes y delincuentes, en esta ocasión los delincuentes venezolanos identificados en Nueva York le están sirviendo en bandeja un nuevo mensaje de odio que seguro tendrá acogida en parte de la sociedad estadounidense.
Mientras, conocemos que en el estado fronterizo de Arizona se promueve la ley HB 2843, que permitiría a los dueños de tierras que están en la ruta de los migrantes dispararles sin miedo a consecuencias legales. Se ha iniciado la escalada de barbaridades en una ambiente electoral del que todos quieren sacar rédito.
Al mismo tiempo, Maduro se carcajea en su sillón con este “éxodo del Mariel” a la venezolana. No le importó cuando fueron sus mejores ingenieros, abogados o médicos pero seguro estará encantado con los hampones que ponen patas arriba la capital turística y económica del imperio.
La generalización y el reduccionismo sobre los inmigrantes no ayuda a resolver el problema. Es más, en mi opinión, lo agrava. Llena de argumentos a los líderes populistas latinoamericanos y enciende la semilla del odio entre los estadounidenses. La mano dura por mano dura se diluye en sus buenas intenciones. El puño de hierro se funde en la cruda realidad.
El trabajo que deberían compartir republicanos y demócratas está principalmente en los países de origen porque nadie emigra por gusto. La gente se marcha a Estados Unidos desde Caracas, México o Nicaragua por la falta de oportunidades en su tierra. Así que lo habría que promover en paralelo al cambio político en los países totalitarios, son mejoras económicas y facilidades para el emprendimiento y la búsqueda de salidas profesionales. Insisto, devolviendo a todos los migrantes a sus países de origen unido a fuertes sanciones económicas se perpetúa el problema y se genera un sistema de puertas giratorias en el que los migrantes, una vez que son deportados ya están pensando en intentar entrar de nuevo.
Así que no deseo que los venezolanos, ni ningún otro grupo de migrantes hispanoamericanos se conviertan en los nuevos “mexicanos” de Donald Trump y otros candidatos que aboguen por la mano dura. La solución no hay que buscarla con muros en el lugar de destino, si no en el kilómetro cero de la ruta del migrante.