martes 26  de  marzo 2024
Venezuela

Síndrome de Playa Seca

El "Síndrome de Playa Seca" merodea como un espíritu burlón entre la godarria bolivariana
Diario las Américas | OMAR ESTACIO Z.
Por OMAR ESTACIO Z.

“¡Volver pa' nuestro pent ¡jau! y palacete playero, en el llamado Litoral Central de la República Bolivariana de Venezuela? ¡'tan locos! ¡Jamás de los jamases!”

La negativa que retumbó en el, otro, palacete propiedad de los bolivarianos Yakelíngertrudis y Güilliamsfreddy I, situado en la Lagunita Contriss Clusess, fue la de Clintonvizquel, el “menorcito” de la familia.

Los amables lectores, se servirán recordarlo. El último de los nombrados, es el prototipo, tipo y arquetipo del “Hombre Nuevo Bolivariano”. Un vago de 34 años bien cumplidos, que no pudo trasponer las infranqueables barreras del 3er. grado de educación primaria –infranqueables para, él– lo que no ha sido óbice para darle una patada a la pobreza, en gavilla o en pandilla con sus amantísimos progenitores, arriba mencionados, tan felones como él, gracias a los negociados con CADIVI, SICAD I, SICAD II, PDVSA, DICOM, las sillas de ruedas para huerfanitos pobres y carburante de altísimo octanaje, cual un narcosobrino cualquiera.

Prosiguió la retahíla de Clintonvizquel:

—Pa' la playa ¿Yo? ¿A ver si cuando estoy surfeando con mi tabla de 50.000 dólares, con incrustaciones de brillantes, emerge un submarino, aparece un escuadrón de la DEA y me llevan, directo, pa' Sing Sing o para la reinauguración de Alcatraz? ¡Qué va, oh!

El “Síndrome de Playa Seca” merodea como un espíritu burlón entre la godarria bolivariana. Camarados y camarudos, con prontuario, menor o igual –peor jamás– al del mencionado “menorcito”, además de las playas les han cogido ojeriza a piscinas, yacusis, bañeras, incluidas las poncheras para el aseo personal. Inútil convencerlos de que a través de estos últimos accesorios no puede salir un comando SWAP enviado por Mr. Trump o por Interpol y ¡zas! colocarles “los ganchos”.

Adiós a los fines de semana en Aruba, las islas griegas, la Costa Azul, para hacer mercado y, de paso, darse una zambullida en sus doradas playas. El supuesto mal olor que alguna maledicencia le atribuye a cierta doñita de nuestra fementida Asamblea Nacional Constituyente, no es por lo que ustedes creen: es un coletazo del “Síndrome de Playa Seca”.

¿De qué valen megacuentas en Suiza, Andorra, Baharen si se tiene que vivir con semejantes paranoias? Caminar por las calles de Dios, del Mundo entero, con la frente en alto, sin escondernos de nada ni de nadie. No legarles millones a hijos, nietos, bisnietos, tataranietos. Pero legarles dignidad y la posibilidad de ser felices, dentro de lo que cabe con las cosas sencillas, que son las que en verdad, valen la pena

Hacía tales reflexiones mientras me daba un chapuzón, con mi compañera, en la playa oceánica de Virginia Key. Viene una ola y gozamos una ola. Vienen dos y gozamos un olón.

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