El presidente, Donald Trump, está mostrando el músculo militar estadounidense, tanto dentro como fuera del país, utilizando todos los recursos a disposición, como una advertencia de que combatirá por todos los medios cualquier interferencia en su agenda gubernamental.
Una llamativa visita, dado que fue la primera vez que un submarino de propulsión nuclear atracara en un puerto islandés. Y es que hay un gran interés en el corredor Ártico.
El derretimiento del hielo en el océano Ártico, está generando nuevas rutas comerciales en aguas internacionales y Estados Unidos, Rusia y China, están compitiendo por una tajada del pastel. El tema es que no quieren alternar como socios.
Para empezar, Rusia ya posee una importante presencia militar, desde la era soviética y ahora, está repotenciando viejas instalaciones para reivindicar su presencia en aguas árticas.
China, por su parte ha incrementado sus inversiones en la región. Pero el tema no acaba ahí.
Las fuerzas militares estadounidenses también están haciendo notar su presencia en el Caribe y el Pacífico para disuadir a los cárteles de la droga que operan en la zona y que ponen en peligro la seguridad nacional, a decir de la Casa Blanca.
En un inesperado evento, la Armada estadounidense, situada frente a las costas de Venezuela, atacó y destruyó una lancha rápida que había salido el 31 de agosto de San Juan de Unare, Estado Sucre, Venezuela, y con destino a Trinidad y Tobago, y que, según el Pentágono, transportaba drogas.
Además, se han enviado aviones de combate a Puerto Rico para lanzar ataques contra los narcotraficantes que operan en la zona.
Es una guerra que el presidente Trump parece decidido a ganar, utilizando todo el poderío militar estadounidense.
Ya en el pasado, había amenazado con enviar unidades militares a México para atacar a los cárteles que operan en ese país.
En todo caso, el destruir una lancha rápida que transportaba drogas y once personas a bordo, no solo retiró un cargamento mortal a Estados Unidos, sino que también envió un mensaje categórico al régimen de Venezuela liderado por, Nicolás Maduro, de que debería poner sus barbas en remojo, luego de que ha sido calificado por Washington como un capo más de la droga.
Este evento levantó expectativas sobre la posibilidad de que Estados Unidos fuera por Maduro y liberara a Venezuela, sin embargo, el panorama no es tan claro.
El actual despliegue de buques de guerra y otras embarcaciones de la Armada en el Caribe, no es nuevo, ya había sucedido en 2020.
Es cierto que, el Departamento de Justicia estadounidense ha acusado al dictador venezolano de ser el jefe de la red de narcotráfico el "Cártel de los Soles" al que la administración Trump calificó como "organización terrorista”, creando así una nueva clase de sanciones individuales, que el Departamento del Tesoro podría utilizar para perseguir a personas asociadas con la red.
Y aunque este despliegue de activos navales es una impresionante demostración de fuerza, no necesariamente significa que Estados Unidos vaya a atacar militarmente.
Según, Jason Marczak, vicepresidente del Centro para América Latina, Adrienne Arsht, del Atlantic Council “Esto debería ser una advertencia al régimen para que no detenga a la política venezolana María Corina Machado”.
Por otro lado, Marczak recordó el papel del Enviado Especial, Richard Grenell en Caracas, para negociar la entrega de rehenes estadounidenses; además, Washington sigue buscando la cooperación con el régimen de Maduro en materia de vuelos de deportación, que no serían posibles si no hubiera una comunicación regular entre ambos países.
Aunque Trump comenzó su segundo mandato con la promesa de poner fin a las guerras y lograr la paz, en particular en Ucrania y Gaza, no ha tenido reparos en recurrir al Pentágono.
De hecho, para que el mundo sepa que utilizará las fuerzas armadas cuando sea necesario, firmó una orden ejecutiva para cambiar el nombre del Departamento de Defensa a Departamento de Guerra, en referencia al nombre original utilizado entre 1789 y 1947.
Por otra parte, el afán del mandatario por desplegar las fuerzas armadas para patrullar las calles de Washington, atacar barcos cargados de drogas y proteger la frontera con México, pareciera contrastar con su determinación de no utilizar contingentes militares.
Y es que Trump ha asegurado que no se desplegarán tropas estadounidenses en Ucrania para respaldar un posible alto el fuego o un acuerdo de paz, en cambio, quiere que los europeos asuman esa responsabilidad, aunque ya el presidente ruso, Vladimir Putin, rechazó enfáticamente que militares europeos se estacionen en Ucrania.
¿Entonces, tropas en Venezuela?
Tras las medidas de la semana pasada contra los narcotraficantes en las costas de Venezuela, el secretario de Estado, Marco Rubio, afirmó que se tomarían otras medidas similares contra los capos de la droga.
Sin embargo, el Congreso podría mostrarse menos entusiasta ante el uso del ejército para este propósito, aunque haya buenos argumentos para desplegarlo frente a las costas de Venezuela, aunque solo sea para hacerle la vida más incómoda a Maduro, quien ha arruinado al país y la vida de su pueblo durante años.
Si bien Trump podría verse tentado a repetir lo que el ejército estadounidense hizo en Panamá en 1989, cuando las tropas invadieron el país para capturar al general, Manuel Noriega, acusado de narcotraficante, es imposible predecir qué hará pues, parte de su ventaja es que apuesta a tomar a todos por sorpresa.