Señor y padre de la humanidad, que creaste a todos los seres humanos con la misma dignidad, infunde en nuestros corazones un espíritu fraternal. Inspíranos un sueño de reencuentro, de diálogo, de justicia y de paz. Papa Francisco.
Sabemos que el escenario mundial está dominado por la sociedad del conocimiento, y la educación como factor fundamental en el desarrollo de los pueblos, se ha convertido en uno de los elementos más importantes que incide en sus procesos productivos
Señor y padre de la humanidad, que creaste a todos los seres humanos con la misma dignidad, infunde en nuestros corazones un espíritu fraternal. Inspíranos un sueño de reencuentro, de diálogo, de justicia y de paz. Papa Francisco.
Muchas o pocas personas, difícil saberlo a ciencia cierta, podrán despedirse de este mundo en paz o satisfecho con lo vivido; con su conciencia tranquila y con su espíritu sereno, conscientes de no haber provocado o infligido daño alguno a otras personas, con mala intención.
En mis preocupantes reflexiones, con seis años alejado de mi Maracaibo querido, llegó hasta mis manos, no sé tampoco si fue por casualidad o provocado por la ley de la causalidad, la magnífica poesía de ese excelente pensador y escritor Amado Nervo que tituló “En paz”, así como el oportuno pensamiento del Papa Francisco que escribí como introducción a este artículo, ambos se complementan.
Para todos los que hemos vivido procurando hacer el bien a nuestros semejantes, aunque no siempre lo logramos, transcribo la letra imperecedera, siempre presente y eterna de la citada poesía: “Muy cerca de mi ocaso, yo te bendigo, vida, porque nunca me diste ni esperanza fallida, ni trabajos injustos, ni pena inmerecida; porque veo al final de mi rudo camino que yo fuí el arquitecto de mi propio destino; que si extraje la miel o la hiel de las cosas, fue porque en ellas puse hiel o mieles sabrosas; cuando planté rosales coseché siempre rosas. Cierto, a mis lozanías va a seguir el invierno, ¡más tú no me dijiste que mayo fuera eterno! Hallé sin dudas largas las noches de mis penas, más no me prometiste tan sólo noches buenas, y en cambio tuve algunas sensatamente serenas. . . amé, fui amado, el sol acarició mi faz. Vida, ¡nada me debes! vida, estamos en paz”.
Igualmente el Papa Francisco en su encíclica “Hermanos todos” manifiesta que “un proyecto con grandes objetivos para el desarrollo de toda la humanidad hoy suena a delirio”. Aunque no por eso debemos dejar de intentar cumplirlos conscientes de los desafíos y exigencias que impone el arrollador avance científico y tecnológico de carácter mundial lo cual obliga a una revisión profunda de todas las ciencias conocidas, así como a la reconceptualización de categorías y variables fundamentales usadas por ellas, porque es necesario tomar en cuenta su estrecha interrelación y una visión más humana y enaltecedora del ser humano.
Es importante expresar que debemos hacer el esfuerzo necesario para mantener una posición equilibrada y objetiva, a través de debates fértiles y acuciosos, tomando en consideración la realidad que impone el espacio y el tiempo ya que, junto al deseo, tenemos también la obligación, de contribuir a la orientación de la vida y alertar sobre las disfuncionalidades y sus consecuencias si no se atiende a las leyes que inexorablemente rigen a cada una de las ciencias en su indetenible camino.
Sabemos que el escenario mundial está dominado por la sociedad del conocimiento, y la educación como factor fundamental en el desarrollo de los pueblos, se ha convertido en uno de los elementos más importantes que incide en sus procesos productivos. También conocemos que ya la riqueza cuantificada en términos de recursos naturales no garantiza por sí solo el progreso de una economía, más aún si aceptamos como válida la afirmación de Alvin Toffler que nos ubica en una tercera ola impulsora de un tercer sistema de riquezas más reciente y más vertiginoso, que desafía todos los principios de la industrialización, puesto que sustituye los factores tradicionales de la producción industrial por el conocimiento más refinado. Pero, para hacer frente a esa realidad que nos incomoda y aturde, tenemos que vivir en paz y educar mejor.
Neuro Villalobos*
*Director de VenAmérica