Nicolás Maduro ha regalado más de cuatro millones de dólares, de las cada vez más reducidas arcas del Gobierno venezolano, para tratar de influir el proceso de toma de decisiones del Gobierno de Estados Unidos, el supuesto enemigo más odiado –el “satán autor” de todos los males que aquejan al país sudamericano. Es, en otras palabras, otra de las hipocresías del chavismo, esa hecatombe que sufren día a día los venezolanos. Porque si algo caracteriza a este régimen es la mentira y la burla, el gritar a todo pulmón el odio hacia Estados Unidos, pero querer muy en el fondo un abrazo o una atención de Barack Obama.
El informe del Centro de Responsabilidad Político OpenSecrets.org revela que la intención fue influir en decisiones sobre leyes relacionadas con hidrocarburos, así como la normativa vinculada a los países amigos de Hugo Chávez y Maduro, es decir, Irán, Siria y Corea del Norte. Para completar, también se proporcionó dinero para promover a Venezuela, o mejor dicho, para convencer a los estadounidenses de las bondades de la gestión presidencial del chavismo, que pasará a la historia como una de las más ineptas de este siglo.
Desde que asumió Chávez han sido más de 25 millones de dólares, del dinero de los venezolanos, que se han destinado para este cabildeo, que claro está, ha tenido poca o ninguna incidencia en Washington, es decir, plata botada a la basura, mientras la situación en el país se agrava y sus habitantes no encuentran la manera de paliar las necesidades básicas, como la alimentación, la medicina o la seguridad.
De manera que Maduro, el grandulón que se desgañita contra Estados Unidos cada vez que ve un micrófono, al final lo que tanto anhela es un cariño del odiado “imperio”, que le reconozcan su “buena gestión”. Pero no hay montañas de dólares suficientes que puedan ocultar la tragedia venezolana y la impactante erosión del estilo de vida que azota a esa sociedad.