domingo 9  de  febrero 2025
COLOMBIA

"El asesinato de líderes sociales puede destruir la esperanza de paz"

El aspirante presidencial del Partido Liberal Humberto De la Calle Lombana propone un pacto de no violencia "que comprometa a todas las fuerzas políticas"
Diario las Américas | SERGIO OTÁLORA
Por SERGIO OTÁLORA

MIAMI.- Humberto De la Calle Lombana se acaba de montar sobre lo que las nuevas generaciones consideran como una reliquia del siglo XIX: ser candidato oficial del Partido Liberal a la presidencia de Colombia. Se trata de quien, a sus 71 años de vida y con una intensa carrera política, ve a esa colectividad como un punto de partida para formar una coalición más amplia con todos aquellos que busquen refrendar y profundizar los acuerdos de paz logrados con las hoy desmovilizadas FARC, cuyas siglas ahora significan “fuerza alternativa revolucionaria del común”.

Y De la Calle, por supuesto, quiere liderar esa especie de frente amplio, tarea tan descomunal como la de haber sido la cara visible, durante cinco años, de las intensas negociaciones en La Habana, Cuba, entre la guerrilla activa más antigua del hemisferio occidental y el Gobierno de Juan Manuel Santos.

No era la primera vez que salía al ruedo a lidiar ese toro peligroso, astuto y violento. A principio de los años 90 tuvo que presenciar las fracasadas conversaciones con las FARC en Tlaxcala, México. También fue ministro de la política durante el Gobierno de César Gaviria (1990-1994), un periodo demasiado complejo en el que De la Calle fue, al mismo tiempo, representante del presidente en la Asamblea Nacional Constituyente de 1991 (que reformó por completo una constitución con más de un siglo de añejamiento), testigo de una ofensiva militar contra las fuerzas combinadas de la subversión armada y el terrorismo del narcotráfico, y vicepresidente díscolo de otro periodo presidencial manchado por el famoso escándalo del ingreso de dineros del cartel de Cali a las arcas del candidato Ernesto Samper Pizano, quien a la postre resultó electo presidente de Colombia.

La candidatura de De la Calle llega en un momento de extrema polarización política en un país que parece estar muy acostumbrado a las incertidumbres y tragedias de la guerra. “Lo que está pasando ahora es muy peligroso, esa apelación a la pasión y el odio empieza a afectar la estructura misma del sistema político colombiano y eso hay que evitarlo a toda costa”, expresó con ese acento tan característico de los nacidos en el eje cafetero, él es de Manzanares, Caldas, pero criado en Manizales.

Malas noticias

La reglamentación de la columna vertebral de los acuerdos de paz está empantanada en el Congreso. El Senado acaba de enterrar una circunscripción especial que daba 16 escaños de esa corporación, de manera temporal, a miembros de zonas profundamente afectadas por la violencia.

Para el candidato oficial del Partido Liberal esa es una “pésima noticia”. Habló de que lo esencial del acuerdo de paz era una “obligación a la vez jurídica y ética”. Pero más allá de eso, consideró que dar marcha atrás a esos tratados de paz sería “un error y no sólo una violación a la palabra empeñada”.

De llegar a la presidencia, prometió que a partir del 7 de agosto (fecha en la que se posesionan los presidentes en Colombia) “los temas que hayan quedado faltando los volveré a impulsar siempre en la línea de cumplir a cabalidad los acuerdos suscritos del fin del conflicto para que la paz pueda ser firme y duradera”.

Esos “temas” se refieren precisamente a desarrollar a fondo la llamada jurisdicción especial de paz, o la justicia transicional, a través de la cual se juzgarán y castigarán los crímenes cometidos por todos los actores del conflicto armado, es decir, guerrilleros, militares y paramilitares. Para una cantidad significativa de colombianos, esa supuesta justicia no es más que un camino hacia la impunidad. Para otra parte también sustancial de ciudadanos de ese país, esa una forma de reparar los daños materiales y morales producidos a las víctimas del conflicto y evitar que esa pesadilla de más de medio siglo se vuelva a repetir.

Si triunfa, en una elección que sin duda será una de las más reñidas y difíciles de la accidentada historia institucional de ese país, De la Calle se ve como un presidente que tendría que “abrir los brazos a todas las fuerzas políticas con el fin de establecer un marco que mantendrá la discrepancia, pero respetará el núcleo central de una democracia, es decir, un acuerdo sobre lo fundamental”.

En la cuerda floja

Si De la Calle logra su aspiración de convertirse en el líder de la coalición de movimientos y partidos que están a favor de los acuerdos con la guerrilla, tendrá que enfrentarse a un bloque muy poderoso que logró imponer el NO en el plebiscito de 2016, que buscaba refrendar esas negociaciones del fin del conflicto.

A pesar de que el expresidente y senador Alvaro Uribe lo pintó como uno de los voceros del “castrochavismo”, este exmagistrado de la Corte, exrepresentante de Colombia en la OEA, quien presidió las discusiones de la implementación de la Carta Democrática interamericana, se encuentra a leguas de distancia de cualquier “desviación ideológica”, como él lo señaló. “Ha quedado claro que el candidato de las FARC es Timochenko [Rodrigo Londoño], y eso contribuye a aclarar que, en mi caso, voy por el sendero de la democracia”.

“Bienvenidas las FARC, pero a la discusión y a la contienda electoral sin armas”, precisó De la Calle, quien además aclaró que no es ni prematura ni ilegal la candidatura de Londoño. “Por fortuna la Corte Constitucional despejó ese tema, por lo que tal candidatura es viable, puede ser inscrita y pedir votos. La jurisdicción especial de paz se pronunciará cuando se dé su funcionamiento concreto”, especificó.

Este caldense, también profesor universitario, columnista editorial y poeta por convicción, dijo en su intervención cuando ganó la nominación de su partido, que su propósito es derrotar a las FARC, pero a través de los votos. Cree, por lo tanto, que debe haber un estado más eficaz, moderno, “que facilite la formalización de nuestra economía, la mitad de ella es informal”.

Al respecto, De la Calle está convencido de que hay que impulsar un proceso de reforma tributaria para impedir que sean las empresas las que sufran el mayor peso de los impuestos. Desde su perspectiva el impacto más importante debe estar sobre los individuos, “los verdaderos dueños de la riqueza, quienes tributan muy por debajo de lo que debieran”.

Ve que ya empiezan a llegar los beneficios de la paz, no sólo por una reducción dramática en el número de muertos por la violencia armada, sino por el crecimiento del 38%, entre 2016 y 2017, del turismo. “Colombia puede ser una potencia mundial de turismo de naturaleza. Y por qué, porque terminó la guerra; los extranjeros pueden visitar zonas que antes eran vedadas”, subrayó.

Ve en la agroindustria el futuro de su país, “una forma de alejarnos de un modelo de extracción ligado exclusivamente al precio del carbón y del petróleo”.

Pero siguen rondando los fantasmas que están metidos muy hondo en el tejido social de Colombia. De la Calle aseveró que a las bandas del narcotráfico hay que combatirlas sin tregua, “con la fuerza tranquila de la democracia, no con la guerra sucia”.

Ese, precisamente, es otro gran riesgo: el del “sistemático” –como lo calificó el candidato – asesinato de líderes sociales, defensores de derechos humanos, reclamantes de tierras. “Hay en realidad gestores de violencia, una especie de mano negra. Ese puede ser el tema más peligroso en este momento para que se destruya la esperanza de una paz firme”, recalcó.

Ante esa situación, propone un pacto de no violencia “que comprometa a todas las fuerzas políticas, incluidas a las que votaron por el NO en el plebiscito, para que el mensaje sea unívoco frente a estas organizaciones criminales”.

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