Aunque la dictadura sandinista ha cometido crímenes lesa humanidad, reconocidos por expertos de las Naciones Unidas, fue citado a comparecer por primera vez ante un organismo internacional de DDHH por “las graves falencias” y la falta de diligencia debida en la investigación de la muerte de Dina Carrión y en asegurar la relación de su hijo, de seis años en esa época, con su familia materna.
“Esto va a marcar un precedente para que a nivel interamericano se den cuenta de que no hay justicia para las mujeres y que el régimen, últimamente, también violenta los derechos de la ciudadanía, principalmente, de las mujeres y niñas, que son asesinadas y violadas”, expresó Aida Carrión, hermana de la víctima, en conversación con DIARIO LAS AMÉRICAS.
En la nación centroamericana se han registrado al menos 439 casos de femicidios entre 2018 e inicios de mayo de 2024, según cifras de la organización feminista Católicas por el Derecho a Decidir, capítulo Nicaragua, de las pocas que aún operan bajo la dictadura de Ortega, que ha ilegalizado a más de 3.600 ONG en seis años.
“El régimen ha cancelado organizaciones y las ha perseguido. No se sabe qué es lo que pasa con los casos de justicia de todas estas mujeres (víctimas de violencia de género). De esta manera, esperamos que los Estados que conforman la OEA se den cuenta de la grave situación y los delitos que sigue cometiendo la dictadura. Los ciudadanos están en la indefensión ante este régimen y a la fecha de hoy, después de tantas violaciones, en el Sistema Interamericano no hay una condena formal y firme por los Estados. Nicaragua no puede seguir secuestrada”, sostiene Carrión.
Caso Dina Carrión
La familia Carrión agotó todas las instancias correspondientes en Nicaragua en busca de justicia por la muerte de Dina, tipificada como suicidio en un caso que ha estado plagado de irregularidades y en el que ha quedado evidenciado el tráfico de influencias en favor de Juan Carlos Siles Saravia, esposo y principal sospechoso del crimen.
La influencia de la familia Siles, relacionada con el Estado desde el gobierno de Violeta Barrios de Chamorro (1990 - 1997), se hizo presente en la Policía Nacional de Nicaragua (PN), el Instituto de Medicina Legal, la Fiscalía Departamental de Managua, la Procuraduría de la Defensa de los DDHH y, por último, en la Corte Suprema de Justicia (CSJ), según denuncias de Aida Carrión.
El caso finalmente fue cerrado por la CSJ, que resolvió a favor de Siles Saravia un recurso de amparo contra el Ministerio Público, que pretendía reabrir la investigación en 2013, para evaluar 27 inconsistencias encontradas por peritos independientes, que desestimaban el suicidio como causa de muerte por un delito de parricidio o femicidio.
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Dina Carrión y su presunto asesino, Juan Carlos Siles Saravia
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Inconsistencias
Dina Carrión, recordada por su familia por su dulzura, su suave carácter y su amor incondicional hacia su hijo, Carlos Alfonso Siles Carrión, fue hallada muerta con un disparo en el patio de su residencia en Managua la noche de 3 de abril del 2010, 11 días antes del séptimo cumpleaños del menor, en una escena del crimen que, de acuerdo con investigaciones independientes, fue construida.
Cuando la familia recibió el cuerpo, este presentaba hematomas en el rostro, rasguños en las manos; moretones, excoriaciones y laceraciones en su mano izquierda, un impacto en la parte baja de la espalda y excoriaciones en las piernas y en el cuello. Las últimas, según el médico forense independiente, producto de comeduras de hormigas por el tiempo que estuvo expuesto el cadáver en el jardín.
“Mi hermana era zurda, entonces, nosotros creemos que ella luchó por su vida y por eso eran todos los rasguños que ella tenía y los pedazos menos de su mano izquierda”, menciona Carrión.
De acuerdo con el informe policial, Dina se disparó a boca tocante en el corazón con la mano derecha, en un ángulo de abajo hacia arriba. En la escena del crimen, se encontraba una pistola marca Bre Ten de 10 milímetros cargada, a 1.8 metros de distancia del cadáver y un casquillo con manchas de sangre, pero sin más evidencias hemáticas en el área.
El cuerpo habló
“La Policía no sabía que mi hermana era zurda, la trayectoria del disparo fue de arriba hacia abajo y la bala, que se quedó incrustada en la onceava costal, era de 40 mm. El arma encontrada no concuerda con el proyectil localizado en su cuerpo, estaba limpia, sin ninguna mancha hemática. Si mi hermana se disparó al corazón, ¿cómo es posible que el arma tuviera una bala en la recámara de fuego lista para ser disparada? La escena estaba totalmente limpia, la grama limpia y ella ensangrentada. Construyeron una escena”, señala.
El amor de Dina por su hijo, a quien tenía en custodia durante el proceso de divorcio de Siles Saravia, y los planes de hacer una vida independiente de su matrimonio, hicieron que en primera instancia su familia rechazara la tesis del suicidio, desestimada después por las pruebas que presentaba el cadáver.
“Nosotros nunca íbamos a levantar un falso al padre de mi sobrino. Como familia hubiéramos entendido, con el dolor de nuestra alma, si mi hermana hubiese tomado la decisión de suicidarse, pero el cuerpo de mi hermana decía lo contrario. Si ese cuerpo no hubiese hablado como habló, nosotros hubiéramos aceptado que ella se suicidó (...) Si hay a mano criminal, Juan Carlos debía haber respondido ante la justicia, pero todo el tiempo se amparó en las influencias de su padre, exfuncionario del Estado”, expresa Carrión.
Justicia para Dina
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Aida González y Humberto Carrión, al frente de la lucha por la muerte de su hija, Dina Carrión
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Los Carrión parecen acercarse al final de un camino tormentoso, en el que se fue desgastando la salud del padre, Humberto Carrión, hasta su muerte el 6 de enero de 2014, mientras luchaban, además, por el derecho a mantener la relación filial con el único hijo de Dina, a quien Juan Carlos Siles Saravia apartó de la familia materna hace 10 años.
En el transcurso de 14 años, la familia no sólo ha sufrido la partida física de Dina y daños económicos en la búsqueda de justicia por su muerte, también ha tenido repercusiones en la salud física y mental de la madre, Aida González; y de la hermana menor, Vilma Valeria Carrión, quien se vio obligada a huir de Nicaragua por las amenazas de muerte que recibía mientras investigaban el crimen.
“Queremos probar ante la justicia que él (Siles Saravia) sí mató a mi hermana. Mi hermana no se mató, mi hermana vivía y respiraba por su hijo, ella no iba a dejar a su muchachito huérfano”, resalta.
En compañía del Centro Nicaragüense de Derechos Humanos (CENIDH), la ONG Nunca Más y organizaciones defensoras de las mujeres, los Carrión llegaron a la Corte IDH, donde esperan una resolución de protección para la familia, de sanación moral y económica, y que se ordene al Estado a retomar el caso. “Mi hermana merece justicia y la va a tener”, enfatiza Aida Carrión.
@ebritop22