La escuela secundaria República de Paraguay, ubicada en la sucia Calzada de Diez de Octubre, a media cuadra de la Avenida Acosta, tuvo que cerrar una parte de sus instalaciones por peligro de derrumbe. La fachada fue pintada chapuceramente, sin haberle quitado el hollín. Varias aulas se reubicaron en la antigua sede de la dirección de deportes de la antigua provincia Habana, a dos cuadras del colegio.
La edificación actual también necesita una reparación integral. Hay filtraciones en los techos y los baños, tupidos, dan asco. Cuando usted recorre los centros de enseñanza del municipio más poblado de La Habana, el 90 por ciento de los cuales fue construido antes de la revolución, encontrará que algunos fueron realojados en antiguas mansiones y que la mayoría necesita reparaciones estructurales y modernizar su base de material de estudio.
Pero lo primero a rescatar es la vocación por el magisterio. El Estado debiera dignificar una profesión clave en la formación de las próximas generaciones, en un mundo dominado por el conocimiento y la tecnología.
Una parte del profesorado de la escuela secundaria Eugenio María de Hostos, a tiro de piedra de otrora American Steel, hoy Cubana de Acero, en La Víbora, no residen en la capital y viven albergados en condiciones deplorables.
“En los albergues se pasa tremendo trabajo. La alimentación y condiciones de vida son pésimas. Mi salario es de 400 pesos mensuales (20 dólares). Muchos venimos de las provincias orientales. En La Habana es grande el déficit de maestros. Nadie quiere dedicarse al magisterio con salarios tan bajos y escaso reconocimiento social”, comenta un profesor.
Ante esa realidad, para intentar estimularlos, muchos padres, por su cuenta, les recargan el teléfono móvil, les envían meriendas o almuerzos con sus hijos o les hacen regalos. “Dan lástima. Cuando veo cómo visten y lo que comen, se me parte el alma. A veces, discretamente, les he dado dinero, para que coman en la calle”, confiesa la madre de un alumno.
En el sistema nacional de enseñanza, tanto en el nivel primario, secundario como preuniversitario, no tienen conexión a internet, tampoco laboratorios ni talleres modernos. En el siglo de las nuevas tecnologías, un segmento amplio de estudiantes llega a la universidad con profundas lagunas en la utilización de la red.
No obstante, el régimen autocrático deroga moneda dura en la comercialización de internet, las llamadas zonas wifi, en parques y espacios públicos de toda la isla, y en un futuro próximo en la telefonía móvil.
“Prima más el interés de ganar dinero en divisas, que beneficiar a sectores sociales que están muy deprimidos y atrasados, como la educación. Cualquier inversión que se realiza en ETECSA -única empresa de telecomunicaciones- tiene como premisa ese objetivo. La conectividad en la enseñanza primaria y secundaria tendrá que esperar, porque no reporta ganancias”, indica un ingeniero.
El mismo panorama puede verse en la salud pública. Clínicas con servicios en divisas o para la atención a jerarcas del Partido Comunista y el gobierno, están equipadas con aparatos de última generación. En CIMEQ, al oeste de la ciudad, donde fue operado de cáncer el difunto mandatario venezolano Hugo Chávez, no faltan los medicamentos avanzados.
“Los cubículos de los pacientes parecen habitaciones de hoteles. Baños limpios, con agua las veinticuatro horas y menú a la carta. En los hospitales destinados a la población, la gente debe cargar con cubos, ventiladores y todos los días llevarle almuerzo y comida a su familiar”, dice un señor, quien por debajo de la mesa pagó 100 cuc (moneda convertible) para poder ingresar a su madre en el exclusivo CIMEQ.
En la Isla no hay un sector de servicios, producción o habitacional donde no exista una diferenciación, de acuerdo a la moneda con qué se paga o si el cliente que se atiende es cubano o extranjero.
Dos mundos insertados en un mismo país. Capitalismo de mercado para la Cuba del señor, que paga en divisas. Y socialismo castrista para la Cuba del compañero, si paga con el devaluado peso.
Mientras la empresa militar Gaviota inaugura el hotel cinco estrellas plus Gran Manzana Kempiski, frente al Parque Central y construye otros tres en una barriada de la Habana Vieja, donde las familias se amontonan en precarias e insalubres viviendas. Los cubanos que trabajan para el Estado, si tienen suerte, este verano podrán alquilar una semana de vacaciones en una destartalada base de campismo.
Aunque el golf está lejos de ser un deporte popular en el país, los coroneles y generales que rigen el destino de la nación tienen previsto construir varios campos de golf a lo largo y ancho del verde caimán. En Punta Colorada, Pinar del Río, se van a edificar siete campos de 18 hoyos en un período de 25 años. En una primera fase, se construirán dos campos de golf, 1,500 apartamentos de lujo, una marina y un centro de convenciones.
En la playa Guardalavaca, en Holguín, en colaboración con una empresa china, también se prevé construir varios campos de golf y más de un millar de habitaciones y apartamentos con estándar de cinco estrellas plus. En Punta Gorda, Cienfuegos, junto a una compañía alemana, se espera erigir un complejo para turistas con tarjetas de crédito de muchos ceros. Y la compañía británica Esencia Group cuenta con una inversión de 350 millones de dólares para construir numerosos campos de golf, más de mil apartamentos y un hotel de lujo en la provincia de Matanzas.
Cuarenta y cinco kilómetros al oeste del centro de La Habana, en 2013 comenzó a operar el puerto del Mariel. Esta rada fue construida con un soporte capaz de permitir el atraque de grandes cargueros Post Panamax. Cuenta con miles de hectáreas que darán cobijo a futuras inversiones extranjeras.
El pasado 9 de marzo, la agencia EFE reportó que Cuba había aprobado la instalación de cinco nuevas empresas extranjeras en la Zona Especial de Desarrollo del Mariel, que sumarían 24 proyectos de 11 países, con un monto total de inversión de 966 millones de dólares. Según autoridades locales, para su desarrollo económico, Cuba necesita atraer anualmente unos 2,500 millones de dólares en inversión extranjera directa.
Pero el dinero de esas inversiones no ha beneficiado a los principales renglones sociales. Las escuelas, los hospitales y campos deportivos necesitan reparaciones urgentes. Y en los planes a largo plazo del régimen, apenas se habla de la construcción de viviendas. Existe un déficit de un millón y medio de viviendas. Tres y hasta cuatro generaciones diferentes tienen que vivir bajo el mismo techo. El 50 por ciento de las casas en Cuba están en regular o mal estado técnico. Las pocas que se edifican, se construyen con pésima calidad.
Geisy Guía Delis, de Periodismo de Barrio, publicación digital especializada en historias de investigación sobre el medio ambiente y comunidades vulnerables, ha realizado dos reportajes sobre Indaya, comunidad en las márgenes del río Quibú, en Marianao, conocida como la urbanización de los pobres. Sus moradores viven en un limbo jurídico. Aunque sus hijos pueden estudiar y ser atendidos en hospitales habaneros, no cuentan con estatus legal para residir o trabajar en la capital.
La nueva urbanización, supuestamente levantada para mejorar su calidad de vida, es un acumulado de chapucerías e irregularidades constructivas. Los inquilinos residen en apartamentos sin lozas, ventanas mal colocadas, pisos que se hunden y filtraciones en los techos.
Es lo que hay para los “compañeros cubanos”. Para los “señores extranjeros”, las cosas son diferentes.