I.
I.
El Padre
¿La patria? La patria nació en promesa.
Así un día me enseñó
su bisnieto
Bisnieto del padre
de la patria.
¿Qué es un padre?
¿El que domestica a sus hijos para hacerlos adictos a él?
¿O el que con ejemplo y sacrificio los levanta para hacerlos libres?
Yara parió una promesa,
La promesa fundó a un pueblo, el pueblo se hizo raza...
La promesa de Céspedes :
“tú Libertad y la mía
van unidas,
Y el uno no puede ser libre
si el otro es esclavo”,
Promesa hecha en medio del fuego y del peligro, con la muerte acechando,
Promesa hecha costumbre y forma de vida.
Carlos Manuel,
no ha habido Presidente como usted en toda la América,
fundador con grandeza y humildad
de esa autoridad invisible que a pesar de toda tragedia,
nos mantiene unidos como pueblo,
en el combate y en el amor.
Autoridad es ejemplo trascendente,
Obediencia a un principio superior,
Integridad y coherencia
de conducta
férrea decisión de ceder
las pasiones a la razón.
Presidente Céspedes,
para encontrarle parangón a usted hay que ir
a donde se fundaron pueblos, con ley verdadera:
Usted es nuestro Menes,
Nuestro Moisés,
Nuestro Ciro,
Nuestro Licurgo,
Nuestro Solón,
Nuestro Rómulo,
Ante un continente plagado por caudillos,
Usted optó por ser repúblico,
Y por eso,
ciudadano Céspedes,
La llama encendida en Yara
aún arde.
II.
Guillermón
El Moncada no es un cuartel, es un hombre.
En Yara, el 10 de octubre, no nació un pueblo, nació una raza.
Raza de titanes que veían más allá del color de la piel para adorar el crisol de la luz.
Toda raza es configuración de personalidades unidas en función trascendente.
Constelación de estrellas solitarias.
Ya va siendo hora que esto recordemos:
Más allá de las banderas están las vidas.
Antes del rojo y negro que enlutaron la nación
estaban las vidas patriotas
que la fundaron.
Los muros no tienen nombre, las almas si:
Guillermón.
Toda patria es estela de
almas concatenadas.
Cuan fuerte tiene que ser entonces el alma a la que le tocó la vida de Jose Guillermo Moncada Veranes, Guillermón.
Hijo de esclavos libertos,
carpintero y general,
Mambi entre los mambises, primero entre los cubanos.
Dios le dio el cuerpo necesario: brazos poderosos, frente amplia, antebrazos de acero, corazón fuerte, estatura de gigante,
al alma encomendada al evento en la tierra nombrado José Guillermo Moncada Veranes,
Guillermón.
Cuerpo poderoso para alma poderosa,
El pueblo necesitaba titanes para luchar
contra el mundo mismo
por su libertad, y al alma de titán, se le dio cuerpo de titán
Guillermón estuvo dispuesto a todo el sacrificio necesario
para hacerse Atlas de la lucha.
Todo amor y toda batalla fue el carpintero hecho general,
entre guerra, destierro y prisión, su lucha no tuvo tregua
En Yara, el 10 de octubre con Donato Mármol,
En Baraguá, con Maceo, ¡no al Zanjón y si a la libertad !
En Santiago de Cuba, la Guerra Intermedia
Alto Songo, 24 de febrero, primero en responder a la orden dada por Marti,
En toda y cada una, presente en primera línea.
Si Cuba ha conocido entrega, esa entrega lleva su nombre.
Y ese nombre no es cuartel,
Es promesa de una patria libre.
Al perenne general insurrecto,
invicto en las mil y un batallas,
No hubo ni celda, ni bala ni sable español que lo parara.
Concluida su misión,
Dios al fin le dio descanso...
en los campos de Cuba libre,
yaciendo en su campamento mambí,
su palabra cumplida.
“Y a la sombra de su bandera,”
emboscado sólo por la tuberculosis artera de las celdas españolas,
dio su último aliento...
se fundió su carne y su sangre con su tierra oriental,
Y su vida se transfiguró
en misterio,
del rosario,
de nuestra sagrada cubanidad.
III. El Bayardo
Bayardo fue usted, Ignacio
El Agramonte de los cubanos.
Preclaro en la conciencia del derecho,
tribuno de la manigua,
con su tesis de la libertad,
precursor “de la Revolución que no hiciera
Presidente a su caudillo”.
Ni en su mente
ni en su corazón, aberración jacobina
Toda de Roma su doctrina
del hombre individuo,
del hombre social y político,
nunca hombre-masa.
De la fragua camagüeyana,
de nuestra antillana
civilización criolla,
Usted:
Aristócrata del espíritu
ciudadano-general,
Kwisatz haderaach[1]
Homo spoudaious[2]
Logro de la estirpe.
[1] Kwisatz haderach: Término de la clásica novela de ciencia ficción “Dune,” de Frank Herbert, que se refiere a un individuo superior logrado tras generaciones de esfuerzo de una dinastía, nación o imperio.
[2] Homo spoudaios: Término aristotélico que se refiere al hombre completo, íntegro, quien vive la vida a plenitud de excelencia, el ser auténticamente social y político.