JUDITH FLORES
JUDITH FLORES
@FloresJudith7
MIAMI - El régimen de Daniel Ortega prohíbe la entrada de una comisión de la Organización de Estados Americanos (OEA), que busca una salida a la crisis nicaragüense, lo que podría provocar nuevas sanciones contra el Gobierno de Managua y agotar la paciencia de la oposición y desatar un nuevo estallido popular en las calles del país centroamericano.
Según valoró Eliseo Núñez, analista político y asesor de la opositora Alianza Cívica, el gobernante “Ortega está arrinconando a la población” porque ha dejado pocas válvulas de escape y el exilio no es la mejor opción debido a la situación internacional.
“Costa Rica ya está saturado de exiliados nicaragüenses, el triángulo del norte (Honduras, El Salvador y Guatemala) no es opción (debido a la violencia), y llegar a Estados Unidos en avión es algo muy limitado. Entonces, un éxodo masivo como el venezolano es sumamente difícil. ¿Entonces, qué es lo que queda?, el estallido social”, acotó el experto.
De hecho, la OEA adoptó una resolución, el pasado mes de junio, que crea una comisión especial que viajaría a Nicaragua, con el propósito de conversar con las partes involucradas en el conflicto, gobierno y oposición.
A raíz de la crisis generada en el verano de 2018, se calcula un saldo de 328 muertos, más de 2.000 heridos, centenares de presos políticos que incluso han sufrido torturas y más de 70.000 exiliados, la mayoría afincados en Costa Rica.
Entretanto, tras el inicio de las protestas antigubernamentales, Ortega armó a centenares de simpatizantes que, como paramilitares operan en el país en conjunto con la Policía Nacional que dirige el consuegro de Ortega, el comisionado general Francisco Díaz, que, en coordinación con la Juventud Sandinista, han sido parte de los “escuadrones de la muerte” que han cometido “ejecuciones extrajudiciales, torturas y secuestros”, acorde al fallo del Gobierno de Estados Unidos , cuando sancionó a la vicepresidenta Rosario Murillo y al asesor de seguridad Néstor Moncada Lau en noviembre de 2018.
La oposición
Entretanto, la Alianza Cívica (AC) y la Unidad Nacional Azul y Blanco (UNAB) se han atribuido la representación de la oposición en medio de una crisis que estalló en momentos que Ortega logró desarticular la oposición con varias estrategias.
Comentaristas de la situación política en Nicaragua advierten que ambos grupos “no solo deben enfrentarse a Ortega, sino también afrontar la desconfianza de la población”, debido a que muchos de sus miembros líderes forman parte de la empresa privada “que se mantuvo aliada a Ortega haciendo negocios con Venezuela, mientras destruían la bases institucionales del país o se alineaban con fuerzas que respaldaban el régimen establecido”.
No obstante, Núñez opina que el rechazo “no es mayoritario” y que ese síntoma “se percibe aún más fuera del país por obvias razones”, dadas por el cúmulo de experiencias y desconfianzas.
Y añadió que se trata de “una crítica” que varía y es “cíclica”. Primero fue contra los dirigentes de partidos políticos que se dejaron vencer, luego los empresarios que alinearon de alguna manera y ahora el llamado Movimiento Renovador Sandinista, que es la disidencia del grupo de Ortega.
Por otra parte, la presencia de tendencias izquierdistas en las filas de la Alianza Cívica y la UNAB no es motivo de preocupación para Núñez, quien asegura que eso “le preocupa más a los grupos de influencia y no a la población que quiere la salida de Ortega”.
Luego resaltó “no me preocupa la gente de izquierda, me preocupa la gente que busca salidas fáciles para lograr una sustitución por la violencia”.
“A fin de cuentas”, añadió, “si no se hace por la vía pacífica probablemente quede el turno a un dictador de derecha y no de izquierda con los mismos vicios que se vienen cargando. No me preocupa los componentes de izquierda, si vas a un proceso de primarias. Si el proceso es de lucha callejera, entonces podrían tener posibilidades de convertirse en líderes”, valoró el académico.
Asociación con Irán
Otra situación que complica la situación para la nación centroamericana es la alianza de Ortega con Irán, Rusia y Cuba.
Para el analista político, Ortega persigue tres propósitos con su alianza: “Aprender a sobrevivir con las sanciones. Irán tiene años de ser sancionado y si alguien le puede contar cómo se sobrevive en un mundo de sanciones es Irán. Dos, Irán posee un sistema financiero aislado y puede ser un buen refugio para el dinero de origen venezolano y nicaragüense. Tres, Ortega es megalómano, por ejemplo, no va a Naciones Unidas porque ya no es el centro de atracción que era en los años 1980, y no le gusta ir cuando es uno más. Él cree que al aliarse con Irán se coloca como jugador internacional y pretende obligar a Estados Unidos a negociar con él en diferentes condiciones, que en la práctica no lo es, pero él lo cree así, se une a Irán para tener más que negociar en la mesa”.
Núñez sostuvo que Nicaragua no es de interés geopolítico ni económico para Estados Unidos.
¿Ejército oportunista?
El analista sostiene que la posición oportunista de la cúpula militar, que se ha hecho de la vista gorda con la masacre dirigida por el régimen, le suma un peligro inmediato al Nicaragua y para la era post Ortega.
“Ni el Ejército ni la Policía deberían ser parte de la solución, son parte del conflicto”, señaló. “Qué haces con una Nicaragua que va a necesitar cuerpos de seguridad absolutamente nuevos y eso requiere mucha inversión, mucho riesgo y delincuencia en la calle. Una vez que desmovilices a estos grupos armados la posibilidad que se conviertan en delincuentes es altísima en un país empobrecido”, aseveró.
Y aunque parezca contradictorio, Núñez sostuvo que Ortega quiere llevar al país al conflicto armado para ganar espacio en una negociación, pero en la realidad no la quiere ni le conviene. La razón es que Ortega “ahora es empresario y millonario gracias a la ayuda petrolera venezolana, tampoco tiene la edad ni la fortaleza para enfrentarse a un conflicto armado”. Su tesis se basa en el deterioro físico que Ortega ha mostrado durante la crisis.
Extraoficialmente se conoce que Ortega, de 74 años, padece una enfermedad que es tratada en Cuba, un asunto que se maneja como secreto de Estado.
“Un conflicto armado lo mata y él lo sabe, pero quiere llevar las cosas al extremo para luego entrar en un punto neutro, quiere aprovecharse del espacio de tiempo que va a generar el espacio de toma de decisión en el momento que no hay nada más que hacer, que ya se está llegando ese punto, y el que no haya más nada que hacer se convierta en tomar armas e irlo a combatir, ese tiempo puede ser lo suficientemente amplio para que él se mueva en medio de una negociación”, estimó el analista.