LA HABANA.- Han pasado 27 años de aquella mañana del 10 de diciembre de 1998, cuando daba cobertura periodística a un acto de repudio programado por la policía política del régimen al líder opositor Óscar Elías Biscet. Concentraron a estudiantes, reclutas vestidos de civiles y empleados estatales en un terreno de sóftbol cerca de la casa donde reside el doctor Biscet en la barriada habanera de Lawton. Oficiales de la Seguridad del Estado instruían al populacho acerca de las consignas a gritar.
La puesta en escena que antecede a un acto de repudio, auténticos linchamientos verbales de corte fascista, es una coreografía del espanto. Desde el amanecer estacionaron autos patrulleros frente a la vivienda del opositor, intentando intimidarlo. Para cualquier persona despistada, el ambiente parecía de fiesta. En una esquina montaron carpas para vender libros de temas políticos y recopilaciones de los discursos del dictador Fidel Castro.
El circo
Invitaron a grupos musicales y a un DJ desde una tarima improvisada, con enormes bocinas a todo volumen, pinchando discos de himnos y canciones de Silvio Rodríguez. Participaron niños de entre siete y diez años, alumnos de primaria. Camuflaron la represión política como si fuese una actividad cultural. Las turbas empezaron a “calentar motores”.
Primero comenzaron a dar vivas a Fidel y Raúl, después insultos y amenazas. En aquel acto de repudio, a Biscet le gritaron gusano, mercenario y vendepatria. También cánticos: Apunten, preparen, fuego o Al machete que son pocos. Si la policía política daba luz verde, el rebaño golpeaba al opositor. O como en el caso de la poetisa María Elena Cruz Varela, le hacen tragar sus escritos mientras la arrastraban por la escalera de su edificio hasta la calle.
En el arrebato contra Óscar Elías, aquella mañana de otoño inusualmente fría, los movilizados por la Seguridad del Estado gritaban Abajo los Derechos Humanos. Si los mirabas, veías las venas de sus gargantas a punto de estallar y las miradas cargadas de odio.
Un ex oficial de la inteligencia contó a Diario Las Américas que los “actos de repudio son una estrategia aprendida de la KGB y la STASI de Markus Wolf en la desaparecida RDA. Antes fue usada por Mussolini y por las hordas nazis en la noche de los cristales rotos contra negocios de judíos en noviembre de 1938. Episodios cuyo objetivo siempre ha sido amedrentar al oponente. En la Alemania de Hitler, sus acólitos tenían barra libre para golpear y matar. En Cuba se perfeccionó. Se permitía injuriar, apedrear, lanzar huevos y golpear. Cuando más caldeado estaba el ambiente, aparecía la policía para ‘evitar que el pueblo indignado con los apátridas y mercenarios al servicios de los yanquis los lincharan’. El mensaje es simple y directo: si sigues jodiendo, podemos matarte’”.
Actos de repudio
Los actos de repudio nacieron con la revolución de Fidel Castro. Igual se pedía paredón a los opositores al régimen que a ritmo de conga celebraban las confiscaciones de empresas privadas o la prohibición de la prensa libre. En la primavera de 1980 se utilizó contra cubanos que emigraban a Estados Unidos. Sí, porque los que se marchaban del país, también eran considerados traidores y gusanos.
Ahora la dictadura les pide que inviertan ‘en su patria’. Pero nunca les han pedido perdón a las personas que emigraban. ¿Cuál era el delito del opositor pacífico Óscar Elías Biscet? ¿O las Damas de Blanco? ¿O periodistas sin mordaza como el fallecido Raúl Rivero y Tania Quintero que sufrieron actos de repudio? Ninguno. No robaron, no planearon asaltar un cuartel militar o alzarse en la montaña contra la dictadura. Su única transgresión fue escribir sin mandato, reclamar la libertad de sus familiares presos y aspirar a vivir en un país democrático.
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"Controlan el movimiento de las personas hasta para viajar dentro del país", denunció el opositor cubano Oscar Elías Biscet.
JJ BLANCO H.
El terror rojo llegó al extremo de sancionar a un reportero por tener una laptop o un celular. Cuando registraban tu casa, el oficial, con una sonrisa de victoria, anotaba en el expediente que se habían ocupado folletos de la Declaración Universal de los Derechos Humanos y libros ‘contrarrevolucionarios’ de Carlos Alberto Montaner, Guillermo Cabrera Infante o Mario Vargas Llosa.
La oposición
La oposición a la dictadura ha tenido varias etapas. Y han recurrido a diversos métodos. Desde el enfrentamiento militar, sabotajes a la disidencia pacífica, que nace el 28 de enero de 1976, cuando Ricardo Bofill funda junto a Edmigio Castillo y Martha Frayde el Comité Cubano Pro Derechos Humanos.
Ni el éxodo, la represión sistemática ni la cárcel han podido derrotarla. La oposición no ha sabido capitalizar el descontento ciudadano. No tiene poder de convocatoria. Y los egos y rivalidades no han permitido un frente común. Pero sus éxitos, aunque silenciosos, son innegables. Antes de que el régimen diseñara reformas económicas, la ilegal oposición ya demandaba aperturas de pequeños negocios y la derogación del absurdo apartheid en el ámbito informativo, tecnológico y turístico que convertía al cubano en ciudadano de tercera clase.
Ningún intelectual o amanuense estatal alzó su voz públicamente para exigir reformas. Nadie dentro del gobierno se atrevió a escribir un artículo pidiendo transformaciones inmediatas de corte económico o social. La aburrida prensa oficial jamás publicó una nota editorial sobre los cambios que el país pedía a gritos. Quizás la iglesia, en alguna carta o mensaje pastoral, abordó en tono mesurado ciertas aristas.
Los seguidores del castrismo nunca se cuestionaron que sus compatriotas no tuvieran acceso a la telefonía móvil, dependieran del Estado para viajar al extranjero o perdieran sus propiedades si decidían marcharse de Cuba. Quien levantó la voz públicamente fue la disidencia interna y la prensa independiente que comenzó a desmontar con sus notas la precariedad y la ineficiencia del régimen en la administración del país.
La legalidad
Un grupo de destacados juristas, como René Gómez Manzano, Julio Ferrer y Laritza Diversent, entre otros, abrió un nuevo camino para enfrentar al régimen utilizando sus propias leyes. Ni siquiera la oleada represiva de marzo de 2003, conocida como la Primavera Negra, cuando Fidel Castro encarceló a 75 disidentes y periodistas libres, pudo acallar a la oposición.
El éxodo ha desarticulado a la disidencia y el periodismo independiente. Pero las nuevas tecnologías y el hábil uso de las redes sociales permiten que las voces demócratas mantengan su vigencia desde el exilio. Después de las manifestaciones del 11J en más de sesenta poblados de la Isla, surgió un nuevo actor: el ciudadano. La crisis multisistémica ha provocado en los últimos cuatro años miles de protestas exigiendo comida, energía eléctrica y medicamentos.
Es cierto que no hay un liderazgo visible y la mayor parte de los reclamos no son políticos. Manuel Cuesta Morúa, veterano disidente, considera que “debemos insistir con diversas fórmulas con las cuales podamos llegar a la gente. Antes nos faltaban las personas que por miedo todavía apoyaban al régimen, pero en estos momentos el descontento ciudadano es mayoritario. Existe una conciencia cívica mínima, provocada por los apagones y la escasez. Ahora de lo que se trata es de potenciarla”.
El pretexto
Aunque la dictadura culpa al embargo económico de Estados Unidos, a los influencers y los medios de Miami de azuzar a la población de la Isla que salga a protestar en las calles, es su pésima gestión de los servicios básicos la causa principal del enorme descontento popular. Los apagones de hasta 50 horas, falta de agua potable, escasez de medicamentos, enormes basureros, salarios miserables y elevados precios de los alimentos son por culpa del régimen.
Una jubilada que el lunes 8 de diciembre salió a protestar en La Lisa, al oeste de La Habana, dice: “Ya la gente no se conforma con que pongan la luz después de las protestas o traigan un camión y vendan comida. Las personas también están pidiendo que el gobierno renuncie. Se ha pasado de reclamos sociales a políticos”.
Cada vez más se escucha en la calle o en un taxi colectivo llamar dictadura al régimen. Y se ha puesto de moda gritar libertad en medio de la oscuridad de un apagón.
Especial
@DesdeLaHabana