MIAMI.- Un día como hoy, 16 de julio, hace 18 años se apagó la voz de Celia Cruz, esa gloria de la música que Cuba regaló al mundo en forma de mujer, una artista que, ante todo, amaba y respetaba su profesión, y añoraba volver a su tierra.
MIAMI.- Un día como hoy, 16 de julio, hace 18 años se apagó la voz de Celia Cruz, esa gloria de la música que Cuba regaló al mundo en forma de mujer, una artista que, ante todo, amaba y respetaba su profesión, y añoraba volver a su tierra.
Celia dejó su tierra natal también un día de julio, mes que marca la historia contemporánea de Cuba por las recientes manifestaciones que el pueblo ha protagonizado en las calles de la isla y que iniciaron el 11 de julio en San Antonio de los Baños.
La Reina de la Salsa no pudo ver cómo sus compatriotas luchan por liberar a Cuba de la misma dictadura que le impidió regresar, pero desde donde esté debe sentirse orgullosa de la valentía que han mostrados sus paisanos al reclamar sus derechos y la democracia que les fue arrebatada más de medio siglo atrás.
La Guarachera del Mundo, como también se le conoce, no pudo realizar su anhelado sueño de regresa a su tierra, porque se había prometido a sí misma que solo lo haría cuando Cuba fuera libre.
Sin embargo, se convirtió en un símbolo para los cubanos exiliados, una figura icónica que representaba la esencia musical de Cuba y el deseo de mantener la esperanza de que un día cambiaría la suerte de los cubanos. Y ahora el mundo es testigo de cómo los cubanos han desafiado el miedo enfrentando la represión por cambiar la realidad que los consume.
Cuba fue su alegría y su dolor, su herida abierta, su asignatura pendiente y su inspiración. “Cuba, ¡qué lindo son tus paisajes!”, le cantó. Y si hubiera alcanzado a vivir 95 años, hoy la estaría defendiendo con la misma pasión desde su trinchera. No dudaría en alzar su voz ante quien fuera para defenderla como tantas veces lo hizo en cada oportunidad que la música le brindaba.
En la primera Cumbre de las Américas, en 1994, en Miami, dio muestra de su patriotismo en medio de su presentación ante mandatarios latinoamericanos.
“Señores presidentes, por favor, no ayuden más a Fidel Castro para que se vaya y me deje una Cuba libre del comunismo. Muchas gracias”, expresó.
Hoy se escucha más que nunca su inconfundible grito de ¡Azúcar! Y su cubanía y deseos efervescente de ver a Cuba libre se reflejan en cada uno de los cubanos que contagió con su música. Su legado continúa vivo en cada fan a quien tocó con sus pegajosas canciones, su desbordante carisma y energía inigualable.
Celia era sinónimo de cubanía, de esa Cuba anhelada y por la que los cubanos han demostrado estar dispuestos a entregar sus vidas.
Quienes conocieron a la Reina de la Salsa saben que la “negrita del tumbao” llevaba ese sabor caribeño en la sangre, esa alegría a flor de piel que contagiaba y atraía como un imán, aunque también la acompañaba la tristeza por el sufrimiento de los suyos, de ver las injusticias en su tierra.
Con su popular ¡Azúcar! Y sus llamativas pelucas, la intérprete de La vida es un carnaval no pasaba desapercibida.
Celia Cruz dio sus primeros pasos en la música en su isla natal y fue junto a la Sonora Matancera , agrupación a la que perteneció durante 15 años, que alcanzó reconocimiento como vocalista.
Pero la llegada al poder del régimen castrista, con quien nunca comulgó, la obligó a abandonar el país en la década del 60. Fue entonces que su carrera cobró vuelo internacional, primero en México y luego en EEUU, donde se exilió hasta su fallecimiento el 16 de julio de 2003 a causa de cáncer cerebral.
A lo largo de su extensa y nutrida trayectoria, interpretó ritmos tropicales como el son, la guaracha, el guaguancó, la rumba y el bolero. Pero la salsa la llamaba más fuerte y ella atendió ese llamado. Fue precisamente como la Reina de la Salsa que recorrió los escenarios del mundo. Los años 70 y su paso por la orquesta Fania All Stars se impregnaron de su devoción al género.
Celia Cruz cautivó a públicos de todas las culturas e idiosincrasias en festivales de música. Su humildad y manera de tratar a los demás le ganó la admiración y el respeto de sus colegas en el gremio artístico. Era puntual y, sobre todo, amaba y respetaba su profesión.
Por eso era única e irrepetible, así lo considera Omer Pardillo, quien fue su mánager durante más de una década y ahora se encarga de mantener vivo su legado.
“Para mí siempre habrá una comparación y, obviamente, cualquier otro artista con quien la compare siempre va a perder, en todos los planos. En el profesional, ella era muy puntual, no le gustaba que esperaran por ella. Y eso es muy difícil de encontrar”, reveló Pardillo en entrevista con DIARIO LAS AMÉRICAS.
Para conservar la memoria de Celia de Cruz, Pardillo ha llevado a cabo varios proyectos, entre ellos, un musical que se estrenó en Miami, en el que la cantante cubana Lucrecia revive a la Reina de la Salsa.
Ganadora del Grammy y el Latin Grammy, grabó unos 37 álbumes de estudio, además de otros tantos que grabó en vivo o por colaboraciones.
El músico Pedro Knight, su cabecita de algodón, como le llamaba, fue su gran amor y compañero de vida. Knight falleció cuatro años después que su esposa. No tuvieron hijos. Los restos de ambos descansan juntos en el cementerio Woodlawn, en el Bronx, Nueva York.
Las contribuciones de Celia Cruz a la música latina son innúmeras y su legado vivirá por siempre, tal como dice en su versión en salsa de la canción Yo viviré. Y hoy, a 18 años de su partida, desde otra dimensión su alma vela por Cuba.