MIAMI.- Entre las adversidades que enfrenta un emigrante y la felicidad que le deja las notas de su violín, así sopesa Olivia Armas su llegada a Miami, donde se exilió hace apenas cuatro meses. La joven cubana de 19 años, que se gana la vida tocando en la calle el instrumento que estudió, decidió salir en busca de un futuro, ese que cada día se le escapaba en su isla natal.
“Este proceso es siempre una aventura. Y cuando uno está en Cuba y dice voy a emigrar, a empezar una nueva vida, se imagina que le puede pasar cualquier tipo de cosa, porque siempre hay historias, pero la realidad es mucho más cruda que lo que uno se imagina. Sobre todo, cuando vienes sola, uno a veces dice: 'y ahora qué hago, a quién llamo'. He tenido historias un poco complicadas, pero he aprendido mucho de ellas y he crecido”, dijo Olivia Armas a DIARIO LAS AMÉRICAS.
“Lo más duro que me ha pasado es sentarme un día en un parque a las 4 de la tarde y decir: 'no sé dónde voy a dormir hoy, no sé para donde voy a coger, probablemente, me quede aquí sentada si no aparece una renta'. Por suerte, apareció, que es donde estoy ahora, en una casa compartida con 12 personas”, agregó.
Pero no se arrepiente de haber emprendido esta vez un viaje sin regreso a La Habana. Y es que la realidad del cubano de la isla ha empeorado en los últimos tiempos, entre carencias, apagones y la esperanza de un cambio anhelado desde hace décadas, pero que no llega.
“Veía a mi papá que es licenciado en Historia del Arte y tenía que lo mismo cargar un refrigerador o hacer una mudanza en su jeep para que pudiésemos vivir un poquito mejor, o los maestros que para poder llegar a fin de mes tienen que vender ropa. Me di cuenta de que eso no era lo que yo quería, eso no me parece justo. Y no me gusta estar en un país donde eso es así; lo que quisiera es que cambiara, pero de momento uno tiene que hacer por uno”, contó.
Un hallazgo inesperado
Armas ya conocía Miami. Y no quiso postergar la decisión de radicarse en esta ciudad, por eso se aseguró de apresurar su graduación de la Escuela Nacional de Arte.
“Justo este año se me vencía mi visa de turista. Y lo que hice fue mover todo para graduarme lo antes posible, porque no quería perder la oportunidad. Creo que este es un gran país para lograr lo que quieras, lo que se te ocurra”, expuso.
Además de esperanza y dificultades, de este lado de la orilla, a diferencia de lo que escuchaba, también ha encontrado apoyo, incluso de desconocidos y de personas de otras nacionalidades.
“He encontrado solidaridad. Y no solo de cubanos, sino de latinos de diferentes países, de europeos, incluso de americanos. Nunca me imaginé que tanta gente se iba a parar, no solo a darme una propina, sino a escucharme tocar violín y desearme suerte, a veces hasta en inglés, que casi no nos entendíamos, pero se sentía”.
“Pienso que las dificultades son lo que hacen lindo cuando uno logra cosas; si todo fuera sencillo, no tuviera gracia; me he encontrado personas maravillosas. Lo que más me gusta de esta ciudad es que hay personas de todo tipo, de todas las nacionalidades. Y la gente, en mi experiencia, siempre te quiere ayudar, te tienden la mano, hay muy buena vibra”.
Precisamente, ese hallazgo ha sido lo que más la ha sorprendido, y no el paisaje de Miami que ya había contemplado.
“Mi shock (impresión) no fue tan grande, porque ya había venido. He conocido cosas que nunca me imaginé y que son lo contrario a lo que me contaban cuando estaba en Cuba. Sobre todo, eso de que los cubanos se ayudan entre ellos, como una gran familia, y son muy unidos y eso me han sorprendido mucho”.
Y haber encontrado que aquí Cuba sigue latiendo en los corazones de muchos, también la ha conmovido e impulsado a no darse por vencida.
“Allá, en la escuela, decían que los cubanos de aquí estaban en contra de los cubanos de allá, y que era como si fuera una mafia, te hacían la historia como si fueran dos bandos. Y me ha sorprendido mucho, porque es una sola Cuba, eso realmente me cambió toda la perspectiva que tenía de las cosas”.
Proyecciones
Como todo emigrante, Armas no solo llega a tropezar y levantarse, también trae consigo sueños que en su tierra no podría realizar.
“Tengo muchas aspiraciones, pero más allá de tocar violín, organizar eventos o dar clases, quiero poder hacer lo que me gusta hacer, vivir de eso y disfrutar lo que estoy haciendo. Eso es algo que uno en Cuba añora, poder vivir de lo que uno estudia o de lo que le gusta hacer. Y este país da esa posibilidad de encontrar tu camino, disfrutarlo y vivir de él”.
A la pregunta de cómo se visualiza en unos años, la violinista contestó:
“Me estoy centrando más en lo que voy a hacer hoy. Pienso que a veces perdemos demasiado pensando en que vamos a hacer y se nos va el ahora. Yo quiero seguir tocando violín y crear algún proyecto para ayudar a la gente. Hacer talleres o eventos para dar conferencia y explicarle a la gente que, si aprovechan su tiempo y se organizan, pueden hacer lo quieran”.
Por ahora, cada fin de semana se prepara para tocar en la esquina del Brickell City Centre, a partir de las 6:30 pm. Y después de que su violín fuera escuchado hasta en las redes, poco a poco va agendando presentaciones.
“Ha sido más grande de lo que me imaginé, me sorprendió muchísimo la gente que se paraba a escuchar, porque esta es una ciudad que va muy rápido, donde la gente tiene muy poco tiempo. Y que alguien se tome cinco o diez minutos para escucharme tocar, para mí es un sueño. Sobre todo, los niños, que le halan la mano a los padres para pararse a escuchar el violín”, contó.
“Y el apoyo que he recibido en las redes sociales de miles de personas, mensajes de cariño sin conocerme, realmente son historias de libro. A raíz de todo este boom en redes sociales, me han llamado para tocar en algunos eventos, en bodas. Estoy concretando lugares fijos donde tocar, aunque sea un día a la semana. Voy a empezar a dar clases de violín a niños. Ya estoy organizando los horarios, y estoy súper contenta con todas esas cosas que se avecinan”.
Si desea conocer más sobre Olivia Armas, visite su perfil en Instagram @olidearmas.