lunes 4  de  noviembre 2024
BÉISBOL

La pelota se podría convertir en la cuarta industria nacional del béisbol

Los altos contratos que están recibiendo los jugadores antillanos están impulsando los sueños de los niños y jóvenes en la isla

LA HABANA/IVÁN GARCÍA

Especial

Fin de semana en La Habana. Rainer, apura a su hijo de 12 años. El chico no encuentra los guantes de béisbol que dejó tirados en algún rincón de la casa. Afuera, al pie del auto, la madre espera con una voluminosa mochila, como si fueran ir a un campismo. “Apúrate, que vamos a llegar a tarde al juego”, le dice.

Sentado en el asiento trasero del viejo automóvil -con carrocería de Dodge y motor alemán de Mercedez Benz-, el abuelo le grita al nieto: “Dale campeón, si quieres ser Miguel Cabrera tienes que esforzarte”. Por fin, el muchacho encuentra los guantes y la familia parte rumbo a un mini estadio situado en la Ciudad Deportiva.

Esa mañana, el equipo Diez de Octubre juega contra Playa. En una libreta, la madre apunta las estadísticas ofensivas y defensivas de su hijo. “Hay que tener las cuentas claras. Porque a la hora hacer el equipo nacional, esa gente de la comisión tienen armada una piña y meten a su guara [socios)]”, expresa la madre. 

A ella nunca le interesó el béisbol, hasta que una tarde un profesor de educación física elogió las cualidades como pelotero de su hijo.  En los últimos tiempos, cubanos menores de 40 años se han aficionado más al fútbol que a la pelota. 

Empresa productiva

Pero a pesar estar viviendo horas bajas, el béisbol sigue siendo el deporte que más atletas aporta a circuitos profesionales de todo el mundo. Ahora mismo, más de 250 peloteros cubanos juegan en ligas profesionales en América, Caribe, Europa, Asia y hasta Australia. Excepto doce o trece peloteros autorizados por las autoridades, el resto se ha abierto paso por cuenta propia.

Natural del municipio habanero de La Lisa, Yohandry Portal, expitcher zurdo de Industriales, se marchó legalmente del país y hoy brilla en la Liga Colombiana de Béisbol Profesional. Pero otros se fueron en frágiles embarcaciones con el objetivo de asentarse en una nación caribeña o centroamericana, para luego dar el salto a su gran sueño: la MLB.

Es una contradicción. Mientras en Cuba aumenta la pasión por el fútbol y los fanáticos se frotan los ojos con el juego del tridente del Barça, la competitividad y goles de Cristiano Ronaldo o el poderío del Bayern Munich de Pep Guardiola, de donde a la isla por chorros llegan los éxitos es de los clubes extranjeros de béisbol.

“Lo del fútbol es una moda temporal. El semillero de talentos se encuentra en la pelota. Los adolescentes por la tele ven rodar el balón y meter goles, pero si quieren llegar a ser profesionales y ganar mucho dinero, su destino es el béisbol”, acota Julio César, entrenador de categorías inferiores.

A la espera

En 2015, 27 peloteros cubanos, casi todos formados después de la llegada de Fidel Castro al poder, participaron en Grandes Ligas. En distintas organizaciones, más de un centenar de jugadores esperan su momento. No solo se marchan peloteros consolidados como José Dariel Abreu, Aroldis Chapman o Yoenis Céspedes.

También buscan un mejor futuro y salarios de seis ceros jugadores en edad escolar, cadetes o juveniles como Yuniel Díaz, Lázaro Armenteros, Joan Oviedo y Miguel Antonio Vargas, fuertes candidatos a brillar en la gran carpa.

“Se ha montado un negocio con la pelota. Mira el caso de Lázaro Vargas, que se fue a Estados Unidos con su hijo, un talento de primer nivel. Se han ido peloteros retirados como Antonio Pacheco y Agustín Marquetti. Y es que entrenando en Miami podrán ganar salarios dignos y vivir sin tanto agobio”, dice Eduardo, preparador auxiliar en el terreno del antiguo Instituto Edison, en La Víbora.

Eduardo aclara que para adiestrar a un niño en los fundamentos del béisbol se necesita tiempo y dinero. “Ya el Estado no da uniformes y apenas entregan implementos. La práctica del béisbol en sus primeros años corre a cuenta de los padres. Desde chapear y mantener los terrenos hasta comprar uniformes e implementos deportivos”.   

Rainer, el padre del chico de 12 años, da más detalles: “Un uniforme de competencia cuesta 30 cuc y el de entrenamiento 15 cuc. Un bate de aluminio, 80 cuc. Una pelota, 2 cuc en el mercado negro, en las tiendas por divisas valen 6 cuc. Un guante de calidad no baja de 60 cuc. Y el precio de los arreos de un receptor, de 150 a 200 cuc si son de marca".

El alto costo de los implementos ha creado desigualdades. “Hay muchos pequeños con notables condiciones, que se pierden por ser hijos de familias sin recursos. Yo nunca los desecho, incentivo la solidaridad de padres con mejores posibilidades para que lo ayuden. Probablemente el futuro de ese niño sea la pelota. De lo contrario, puede caer en la delincuencia y terminar en la cárcel”, comenta Eduardo.

El sueño de todos

Cuando usted le pregunta a estrellas locales del béisbol o a jóvenes promesas dónde desean jugar, de manera unánime responden que en la MLB. “Es verdad que todos no llegan, pero incluso jugando en niveles inferiores puedes ganar miles de dólares y ayudar a los tuyos en la isla. Aquí, los que llegamos a Serie Nacionales, devengamos sueldos de mil pesos [40 dólares] y eso no alcanza ni para comer”, expresa un jugador del equipo Industriales.

De un momento a otro, se espera que caigan las barreras que impiden a la MLB hacer negocios en Cuba y eso incita a los jugadores a marcharse de su patria. Para cuando esas barreras caigan, habrá que efectuar millonarias inversiones en la pelota. Desde abrir academias, recuperar terrenos a modernizar los métodos de entrenamientos.

La formación de peloteros es una inversión costosa para las familias cubanas. Algunos como Rainer avizoran un negocio lucrativo a mediano plazo si su hijo llega a firmar para una organización de Grandes Ligas. Al gobierno también se le hace la boca agua con la posibilidad de manejar entre 1.500 y 2.000 millones de dólares en contratos beisboleros.

La pelota se podría convertir en la cuarta industria nacional detrás de la exportación de servicios médicos, remesas familiares y turismo. Y no es poca cosa.

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