A estas alturas no queda duda, cuando Ronald Acuña Jr. está sano, no pertenece al mismo planeta que el resto de los peloteros. Su retorno en esta temporada 2025, tras recuperarse de una cirugía en la rodilla que lo obligó a perder el inicio de campaña, ha sido simplemente descomunal. En apenas 22 juegos, el venezolano batea para .392, ha conectado siete jonrones, empujado 13 carreras, con un OBP de .495 y un OPS de 1.191. Números de videojuegos, inalcanzables para la mayoría de los mortales.
Pero más allá de las estadísticas, que ya son impresionantes por sí solas, la emoción y energía que Acuña inyecta a su equipo, a la liga y a los aficionados, da un valor agregado. Verlo jugar simplemente a través de la pantalla es un show que vale la pena y que ojalá tengamos la oportunidad de disfrutarlo en vivo pronto. Verlo correr las bases, soltar el bate tras un cuadrangular o celebrar con su característica osadía es recordar por qué amamos este deporte.
Acuña tiene carisma, instinto y una agresividad que electrifica cada turno. Su presencia transforma a los Bravos de Atlanta en un equipo diferente.
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Ronald Acuña Jr. de los Bravos de Atlanta durante el juego ante los Cachorros de Chicago, el miércoles 22 de mayo de 2024, en Chicago.
AP Foto/Erin Hooley
En 2023, cuando estuvo sano durante toda la campaña, firmó una temporada que no tiene comparación: 41 jonrones y 73 bases robadas. Nadie, absolutamente nadie, había logrado algo así en la historia de la MLB. Ni Willie Mays, ni Barry Bonds, ni Ricky Henderson. Solo Acuña. Ese año fue elegido Jugador Más Valioso de la Liga Nacional. Su rendimiento quedó tatuado en los libros como una de las exhibiciones más completas y dominantes de todos los tiempos.
Muchos se apresuran a comparar o a ponerle techo. Que si el nuevo Rickey Henderson, que si es una mezcla de Alfonso Soriano y Mike Trout. Pero lo cierto es que Ronald es único. Es el tipo de jugador que no solo llena estadios, sino que redefine lo que creíamos posible en el diamante. Su juego es alegría pura, pero también es una combinación rara de fuerza y velocidad, de potencia y precisión. Un fenómeno generacional.
Ojalá la salud lo siga acompañando. Porque si algo ha dejado claro este arranque de 2025, es que un Acuña en plenitud no tiene comparación. El béisbol lo necesita.
