MIAMI.- Desde la cúpula castrista y su aparato propagandístico se lanza el mensaje de que las negociaciones son un viaje a ninguna parte. Desgraciadamente, y algunos lo advertimos desde el principio
MIAMI.- "Si abren de verdad las puertas, el sistema se viene abajo”. Son palabras de un trabajador cubano de La Habana, cuyo testimonio incluye en su crónica nuestro corresponsal en La Habana, Iván García. No se puede describir mejor, con el lenguaje de la calle, la posición actual del Gobierno de Raúl Castro, que tras anunciar a los cuatro vientos un acuerdo para reanudar relaciones con Estados Unidos, se encuentra ahora en un callejón sin salida.
Quizás si hay una puerta en el callejón, como bien apunta el habanero Román, pero esa vía de salida conduciría inevitablemente a que los cubanos gozaran de mayores cotas de información y libertad. Como ha dejado bien claro Raúl Castro y otros portavoces del régimen, ellos no se van a mover ni un ápice en sus posiciones. Exigen a los Estados Unidos pero no ofrecen nada a cambio.
Con este panorama, es lógico que el desánimo se haya apoderado de la sociedad cubana. Es comprensible la ilusión generada por el anuncio de Obama y Castro del pasado diciembre. La triste realidad de millones de personas, que viven atrapadas en la isla dentro de una dictadura que se niega a asumir que los tiempos cambian y que el comunismo y la política de confrontación son recetas del pasado, se topó con un rayo de esperanza.
Ahora, desde la cúpula castrista y su aparato propagandístico se lanza el mensaje de que las negociaciones son un viaje a ninguna parte. Desgraciadamente, y algunos lo advertimos desde el principio, no se puede avanzar en el dialogo si una de las partes no está dispuesta a ceder y menos si -como en este caso- es la que más obligada está a hacerlo pues parte de un déficit insoportable de libertades y bienestar para los ciudadanos.
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