MADRID. RICARD GONZALEZ.-
Este paso, más el acercamiento a Cuba, significan la ruptura de dos grandes muros históricos con viejos enemigos, aunque el enlace con Irán era más urgente para Washington
MADRID. RICARD GONZALEZ.-
Especial
Uno de los momentos clave de las primarias presidenciales demócratas de 2008 tuvo lugar cuando el entonces improbable vencedor, un novato Barack Obama, dijo estar dispuesto a reunirse “sin precondiciones” con el presidente iraní, el denostado Mahmud Ahmadinejad. Su comentario fue aprovechado por su rival, Hillary Clinton, para calificarlo de “ingenuo”. Corría el mes de julio del 2007. En lugar de retractarse, Obama se reafirmó y utilizó la cuestión para presentarse como un político diferente, que no tiene miedo a salirse del guión de lo políticamente correcto. Exactamente ocho años después, ha completado el camino iniciado en aquel debate.
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Un año y medio antes de finalizar su presidencia, y en cuestión de semanas, Obama ha perfilado su legado en política exterior con dos acuerdos de deshielo históricos con dos viejos enemigos: Cuba e Irán. Para alcanzar su potencial transformador, estos acuerdos deberán contar con el apoyo del Congreso, donde el Presidente puede enfrentarse a una dura batalla.
Aunque ambos pactos tienen algunos puntos en común, uno muy relevante los diferencia: el sentido de urgencia. Mientras Cuba ya no presenta una seria amenaza para la seguridad nacional de EEUU, Irán sí lo podría constituir en caso de fracaso de las negociaciones sobre su programa nuclear. Un Irán con la bomba atómica podría acabar de desestabilizar un Oriente Medio en llamas.
Para evitar ese escenario, Washington podría verse obligado a lanzar un ataque contra Teherán de consecuencias imprevisibles. Y eso, una nueva intervención en el corazón del mundo islámico, es lo que quiere evitar un presidente que fue elegido en 2008 para sacar al país del avispero iraquí. “En resumen, la falta de acuerdo significa una mayor probabilidad de más guerra en Medio Oriente”, explicó Obama en el discurso con el que presentó ayer el acuerdo a la nación.
Fin de la hostilidad
Ahora bien, el acuerdo, que obligará al régimen de los mulás a reducir su stock de uranio enriquecido y a someterse a un estricto régimen de inspecciones de sus instalaciones por parte de la comunidad internacional, trasciende la cuestión del programa nuclear iraní.
El pacto marca el fin de 36 años de hostilidad entre EEUU y la República Islámica de Irán, iniciada con el humillante asalto de la embajada estadounidense en Teherán. Y por ello, abre una nueva era regional en la que el régimen iraní desempeñará un papel más central.
La devastadora guerra contra el Irak de Saddam Hussein en los años ochenta y el posterior régimen de sanciones internacionales cortaron las alas del único país de Medio Oriente que atesora a la vez un enorme potencial humano y militar, junto con ingentes recursos naturales. Sin duda, el fin de su aislamiento multiplicará su influencia en todos los ámbitos, empezando por el económico.
Con la entrada de nuevas inversiones en sus obsoletas infraestructuras de la industria petrolífera, la economía iraní experimentará un boom. Por eso, Israel y Arabia Saudita lo intentan evitar saboteando cualquier acuerdo sobre el dossier nuclear a través de sus largos tentáculos en el Capitolio.
Washington gana otro aliado
El orden regional que ha imperado en las últimas décadas tenía a Arabia Saudita como la única potencia del Golfo Pérsico aliada de Washington. La distensión certificada ayer en Viena tendrá consecuencias directas, pero imprevisibles, en los múltiples escenarios de conflicto en Medio Oriente.
Y es que tanto EEUU –a menudo a través de su aliado saudita- como Irán están involucrados en todos los grandes conflictos de la región y, casi siempre, en bandos opuestos. Así es en Líbano, Bahrein, Yemen y Palestina, donde apoyan a facciones políticas antagónicas.
Pero sobre todo lo es en la guerra civil siria, pues Irán es el principal soporte económico y militar del régimen de Bashar Al-Assad, mientras que Washington y Riad han apadrinado a varias milicias rebeldes.
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El acuerdo de Viena no incluye el conflicto sirio entre sus diversos apartados, pero representa el cambio de coordenadas más importante desde el inicio de la guerra en el angustiado país árabe.
Asimismo, puede intensificar la cooperación internacional contra el sangriento grupo autodenominado Estado Islámico. Tras meses de funestas noticias sobre Medio Oriente, la de ayer es la primera que invita a soñar en un futuro mejor.