Hay datos que cuando se conocen conmueven y nos advierten de hasta qué punto ni los políticos ni los medios están siempre a la altura de las circunstancias.
¿Cuáles son las causas de que un estadounidense tenga menos esperanza de vida no ya que un alemán o un hongkonés sino incluso que un chileno, un costarricense o un cubano?
Hay datos que cuando se conocen conmueven y nos advierten de hasta qué punto ni los políticos ni los medios están siempre a la altura de las circunstancias.
Permítanme que hoy me detenga en uno de ellos. Estados Unidos, primera potencia mundial, ostenta el puesto número 43 en lo que a esperanza de vida se refiere. El dato procede de la ONU, pero que nadie piense que es propaganda del enemigo. La CIA –nada sospechosa de ir en contra de los intereses nacionales– en 2012 ubicó a Estados Unidos en el puesto 51. En otras palabras, medio centenar de naciones estaban por delante de Estados Unidos en esperanza de vida.
No hace falta que diga que en la lista toda Europa occidental está por delante de Estados Unidos, desde Alemania, Francia y Gran Bretaña a las más modestas España o Italia o las diminutas Noruega, Holanda o Dinamarca.
No se trata sólo de los países europeos. Corea del Sur –puesto 14– Chile –18– Eslovenia –32 Chipre –35– y Taiwán –38– adelantan a Estados Unidos.
Y ahora prepárense para la píldora amarga. Hasta Costa Rica y Cuba –40– tienen mayor esperanza de vida. No voy a discutir que la media vital –79.16 años– del cubano es más, mucho más miserable que la del estadounidense. Sin duda es así, pero también es mayor que los 78.8 años –76.47 en hombres, 81.25 en mujeres– de estas tierras. Se miren como se miren, los datos son inquietantes.
¿Cuáles son las causas de que un estadounidense tenga menos esperanza de vida no ya que un alemán o un hongkonés sino incluso que un chileno, un costarricense o un cubano? Sospecho que, entre ellas, hay dos que destacan especialmente. La primera es la legislación alimenticia de Estados Unidos que es muy laxa con lo que pueden comprarse en el supermercado.
Baste recordar que buena parte de la carne o de la leche con que aquí nos alimentamos no es considerada en la Unión Europea apta para el consumo humano. Por añadidura, el exceso de azúcares y determinados ingredientes crean millones de obesos y diabéticos. Aún más grave es la inexistencia de un verdadero sistema público de sanidad. La medicina en Estados Unidos es buena, pero dista mucho de encontrarse al alcance de enormes sectores de la población. De hecho, todos conocemos multitud de personas que carece de seguro médico porque les resulta imposible pagarlo.
Seguramente, eso explica que, por ejemplo, las cifras de cáncer en Estados Unidos sean sobrecogedoras. En relación con algunos tipos y en algunos estados, en torno al 80% de los que lo sufren están condenados a muerte con unas cifras casi propias del Tercer Mundo. Comprendo que haya gente preocupada por el próximo lugar donde se supone que tienen que intervenir los marines, por el muro con México o por nuevas aventuras transoceánicas. Sin embargo, yo preferiría saber lo que piensan hacer los políticos para lograr que Estados Unidos tenga una esperanza de vida, no digo ya como los europeos sino como los chilenos o los surcoreanos.