En Miami, ciudad moldeada por olas migratorias y diversidad cultural, pocas organizaciones han tenido un impacto tan profundo como el Club Kiwanis de la Pequeña Habana. Desde su fundación en 1975, el trabajo de estos voluntarios ha defendido la misión de una institución: crear un puente entre la necesidad y la esperanza para miles de familias.
Pero más allá del legado colectivo, se hace necesario mirar a lo particular, a la labor de líderes cuyo compromiso personal ha impulsado la misión del club. Una labor que ha representado horas entregadas de forma voluntaria a la comunidad. Entre ellos resalta Tony Lorenzo, expresidente y mentor comunitario.
Lorenzo, con su pasión por servir y cambiar vidas, no solo ha sido un líder en el Club Kiwanis de la Pequeña Habana. Ha sido testigo del crecimiento de la entidad y guardián de una historia que ya supera cinco décadas.
Una niñez con valores
La relación de Tony con Kiwanis no comenzó como un proyecto profesional ni como una responsabilidad adulta, sino desde la inocencia de la niñez.
Él mismo lo recuerda con claridad: “Conocí a los Kiwanis desde muy pequeño gracias a mi tío Willie González, uno de los miembros del club. Él me llevaba de niño a la Calle Ocho, a las distribuciones de juguetes y al campamento de baloncesto en Miami High, que fueron algunos de los primeros eventos creados por la organización”.
Aquellas experiencias marcaron un antes y un después, pues plantaron una semilla que, años más tarde, lo convertiría en uno de los miembros más jóvenes del club y en un defensor incansable del servicio comunitario.
Su motivación siempre estuvo ligada a la memoria emocional de esas primeras sonrisas:
“Desde niño vi el impacto que causaban los juguetes en los niños: la alegría, la sonrisa, la emoción. Desde entonces supe que quería ayudar y dar esa misma felicidad a muchos más”.
Propósito y servicio
Formar parte del Kiwanis transformó la vida de Tony a nivel personal y familiar: “Ser miembro ha impactado mi vida enseñándome el valor del servicio, la responsabilidad social y la unión comunitaria. Me ha dado un propósito y un sentido más profundo de conexión con Miami”.
Ese compromiso trascendió su propio camino e inspiró también a la siguiente generación:
“Ese amor por el servicio se lo he transmitido a mis hijas, quienes también participan y se involucran en nuestras actividades. Verlas servir junto a mí es una de las mayores recompensas y asegura que este legado continúe a través de ellas”. “Ese amor por el servicio se lo he transmitido a mis hijas, quienes también participan y se involucran en nuestras actividades. Verlas servir junto a mí es una de las mayores recompensas y asegura que este legado continúe a través de ellas”.
Tony presidió el Kiwanis durante dos años al tiempo que trabajaba a tiempo completo, criaba a cuatro hijas y se desempeñaba como entrenador de fútbol. Aquella hazaña multitareas fue un ejercicio de liderazgo auténtico: “Ese periodo me enseñó que la dirección verdadera requiere equilibrio, humildad y mucha disciplina. Nada habría sido posible sin el apoyo incondicional de mi esposa, quien fue mi pilar en los momentos más exigentes”.
Asimismo, comprendió algo que se ha convertido en una lección de humildad: “Es imposible ser perfecto en todas las áreas al mismo tiempo. Lo esencial fue priorizar, mantener el compromiso y seguir adelante con el propósito”.
Esa actitud se puede encontrar en otra de sus aseveraciones, que resume perfectamente la filosofía de los Kiwanis: “Hacemos el tiempo. Vemos la diferencia real en los niños: sus emociones y sus sonrisas. Eso es lo que nos mantiene en marcha”.
Hacer el bien
Ante la pregunta por los momentos más significativos, Tony no duda: “Uno de los momentos más significativos fue ver a familias enteras emocionadas al recibir apoyo en tiempos difíciles”.
Para Tony, hacer el bien tiene un gran poder: “Presenciar cómo una acción sencilla: un regalo, una mochila, útiles escolares, una beca, un torneo deportivo, puede cambiarle el día o incluso la vida a un niño, es algo que queda grabado para siempre”.
Esa huella emocional es determinante en la labor de los voluntarios: “Kiwanis genera esperanza, alegría y alivio… crea comunidad, dignidad y un sentido de pertenencia”.
La fundación del club, creada en 1987, ha permitido multiplicar esa misión con programas educativos, tecnológicos, deportivos y becas universitarias. Para Tony, el programa más transformador es el de las becas. “Eso cambia no solo sus vidas, sino también el futuro de sus familias por generaciones”, subrayó.
Deportes, educación
La tradición deportiva del Kiwanis Youth Basketball League, que nació en 1975, ha sido una fuente de disciplina y coraje. Tony lo resume así: “El deporte enseña valores fundamentales: disciplina, trabajo en equipo, respeto y perseverancia… Un joven involucrado en deportes es un joven con estructura, motivación y rumbo”.
Ese mismo espíritu permea su visión sobre los programas del club, desde la distribución anual de más de 11.000 mochilas hasta las clínicas deportivas y las iniciativas de apoyo alimentario.
“Siento una profunda emoción y gratitud. Ver su sonrisa y su sorpresa me recuerda por qué hacemos lo que hacemos”, enfatizó.
Mirar hacia adelante
Tony es consciente de los desafíos que enfrenta la comunidad hispana: “La comunidad hispana enfrenta desafíos importantes como el alto costo de la vivienda, el acceso limitado a oportunidades educativas y la necesidad de programas que apoyen a jóvenes y familias trabajadoras”.
Pero también sabe que “Kiwanis puede seguir siendo un pilar mediante programas que alivien esas cargas, creando espacios seguros donde los niños puedan crecer, aprender y prosperar”.
Al cierre de la entrevista, su mensaje es una invitación poderosa a los jóvenes profesionales: “No existe mejor inversión que el servicio. Unirse a Kiwanis no solo cambia vidas, sino que también transforma la suya. Les abre puertas, les enseña liderazgo y les permite contribuir a una comunidad más fuerte. Su talento, energía y pasión pueden marcar una gran diferencia”.