La VII Cumbre de las Américas realizada en Panamá ha demostrado que existen dos Américas, la democrática y la dictatorial, que se han encontrado, confrontado, chocado y presentado al mundo la realidad política de la región. Ha sido el encuentro entre dos formas totalmente diferentes de concebir la sociedad, el Estado y el poder. Esta “Cumbre de las dos Américas” ha establecido el momento histórico de la inevitable liquidación de las dictaduras y el retorno de los pueblos oprimidos a la democracia.
La América dictatorial se presentó en crisis económica, necesitada, dividida, abusiva, falta de argumentos, minoritaria y atrapada en el pasado. Liderado por el castrismo, el socialismo del siglo XXI con Venezuela, Ecuador, Bolivia, Nicaragua y el Gobierno argentino, ha mostrado que muchos le temen o aún deben favores. Esto ha generado el silencio prudente, cómplice o cobarde de muchos presidentes de gobiernos democráticos de la región, al extremo que ha sido posible que, por ejemplo, el castrismo ejerza “represión dictatorial extraterritorial” en Panamá, agrediendo incluso a ciudadanos norteamericanos que piden democracia y liberad para Cuba.
La América democrática afirmada en la defensa de la libertad, los derechos humanos, la democracia, la propiedad privada, los principios y valores de la civilización se ha expresado, más que por las voces de los presidentes de los países donde existe democracia, por medio de los eventos previos y paralelos a la Cumbre. En todos los foros de la sociedad civil, académicos, políticos, empresariales, gremiales, celebrados en torno a la Cumbre, se ha mostrado la “otra cara de la moneda”: que en América Latina hay dictaduras en por lo menos cinco países donde la democracia se ha suplantado, pero que los pueblos le van perdiendo el miedo a los dictadores.
No ha quedado duda de que Cuba es la dictadura que cambia y que para sobrevivir debe reconocer derechos humanos, libertades fundamentales y democracia a sus ciudadanos. Raúl Castro, aparentemente legalizado y en busca de legitimarse, no ha podido menos que entender que el proceso de normalización de relaciones con los Estados Unidos pasa por ese camino. Con criticas, reticencias y pretensiones, lo que haga la dictadura cubana en la normalización, solo la conduce a la pérdida del poder total. La dictadura lo sabe y el esfuerzo castrista pasa por dilatar el trámite y demorar el final.
El papelón protagonizado por el dictador Maduro y las muestras de repudio recibidas no podían ser mas contundentes. Desde la declaración de 22 expresidentes -que ahora ya son 31- pidiendo democracia y liberación de presos políticos en Venezuela, hasta el rechazo y protesta de los ciudadanos panameños y de los vecinos del centro de convenciones, han mostrado lo insostenible de la situación dictatorial y lo indeseable que resulta su confundido conductor.
Los discursos de subordinación a Cuba y de pago de favores a la dictadura venezolana que han expresado –cada quien en su estilo- Rafael Correa, de Ecuador; Evo Morales, (Bolivia); Daniel Ortega (Nicaragua) y Cristina Kirchner (Argentina), han sido el ejemplo de lo que no se debe hacer si se pretende por lo menos disimular la dependencia y control que tiene el castrismo de tales gobiernos. Vociferar y mentir, cuando están llevando a sus pueblos a crisis económicas que amenazan ser peores que la de Venezuela, y a crisis políticas y sociales inevitables, con la corrupción como política de estado, han resultado vergonzoso.
La Cumbre de Panamá había sido preparada para ser de los dictadores Castro y Maduro, que debían obtener resoluciones de solidaridad y apoyo, para que se legalicen y legitimen. Ha sucedido todo lo contario, no existe documento final; la prensa libre ha permitido que la opinión pública pruebe la inferioridad dictatorial frente a la democracia; que los argumentos de la dictadura más antigua de la región no pueden con los principios de la democracia; que la gente quiere libertad; que la confrontación no es ideológica. Tan clara ha sido la derrota que los miembros de las dictaduras del socialismo del siglo XXI no asistieron a la cena de clausura del evento que digitaron.
La “Cumbre de las dos Américas” -la dictatorial contra la democrática- nos deja la señal inequívoca de que la próxima cumbre será sólo de una: la América democrática.