ALEMANIA.- DPA
Los sirios, iraquíes, afganos que han llegado de forma masiva al país son más bien "los trabajadores del pasado mañana", reconoce un funcionario.
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Al principio eran "los trabajadores del mañana". Ahora, el directivo de la Agencia Federal del Trabajo de Alemania Raimund Becker es más cuidadoso al escoger las palabras cuando se refiere a la inserción en el mercado laboral de los refugiados.
Los sirios, iraquíes, afganos que han llegado de forma masiva al país son más bien "los trabajadores del pasado mañana", reconoce el funcionario.
Su colega Detlef Scheele va incluso más allá al decir que los hijos de los recién llegados tendrán "una buena perspectiva de ser los trabajadores del pasado mañana". Para los refugiados mayores de 40 será difícil encontrar empleo, señaló en una entrevista al diario "Süddeutsche Zeitung".
En efecto, la experiencia recabada por la Agencia Federal de Trabajo en proyectos pilotos puestos en marcha el año pasado ha provocado un cierto desencanto en las autoridades alemanas.
La falta de conocimiento del idioma alemán de muchos migrantes ha resultado el principal escollo en los proyectos de "intervención temprana" y la cuota de éxito ha sido bastante magra.
"Las empresas están muy abiertas a emplear a refugiados. Pero la euforia inicial se esfumó. Ahora llegó la hora de ser realistas", resume la situación una alta funcionaria de la entidad pública.
El principal problema: la barrera idiomática. "Se necesitan dos años hasta que los refugiados estén en condiciones de hablar más o menos el alemán. Y antes de eso ni pensar en ingresar en el mercado laboral".
A ello se suman un sinnúmero de inconvenientes que surgen con el paso del tiempo, agrega la funcionaria. Cuenta el ejemplo de una constructora en la ciudad de Halle, en el este del país, que se propuso capacitar de una vez a 100 jóvenes sirios para puestos de conductores de maquinaria y vehículos.
"Pero después resultó que los sirios no se llevaban bien con los kurdos que vivían en Siria y que primero había que aprender a convivir unos con otros".
En términos de cifras, los refugiados no juegan un gran papel en el mercado laboral alemán, que cuenta con más de 43 millones de ocupados. De las 786.000 personas procedentes de países en conflicto registradas en noviembre en Alemania, unas 90.300 figuraban oficialmente como desempleadas.
Al mismo tiempo, unas 117.800 tenían un puesto de trabajo, según señalan las cifras más recientes del Instituto de Investigación del Mercado Laboral y de las Profesiones (IBA).
Sin embargo, hay una tendencia que se perfila con más y más fuerza. Los refugiados que reciben el estatuto se convierten en una carga para la oficina de empleo si no encuentran rápidamente un puesto de trabajo.
El año pasado trepó de forma marcada el número de las personas oriundas de países sacudidos por la guerra que reciben la ayuda social que el Estado otorga a los desempleados de larga duración, unas 75.600 más entre septiembre de 2014 al mismo mes de 2015, para alcanzar las 266.100.
Así, dos de cada cinco afganos, eritreos, iraquíes, nigerianos, paquistaníes, somalíes y sirios que buscaron refugio en Alemania dependen de la ayuda del Estado para subsistir. En el caso de los migrantes de la Unión Europea, sólo uno de cada diez necesita asistencia económica.
Y eso que la gran masa de los solicitantes de asilo que llegaron el año pasado, unos 1,1 millones, aún no llegó a las agencias públicas de empleo. Mientras esperan ser reconocidos como refugiados perciben una ayuda en virtud de la ley de solicitantes de asilo.
El directivo de la Agencia Federal de Trabajo Scheele pronostica que el número de refugiados sin empleo trepará con fuerza en el segundo trimestre del año.
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