miércoles 26  de  marzo 2025
Crónicas desde Taiwán

Taipéi, salud e influencias (VII)

Si Taiwán sigue manteniendo su ritmo de crecimiento en 2019 ―siendo la economía número 20 del planeta― ¿hasta dónde llegaría en cuanto a desarrollo humano?

Por ORLANDO LÓPEZ-SELVA

Nuestra agenda era intensa. Íbamos a otro encuentro en el ministerio de Salud y Bienestar. En el autobús las pláticas giraban en torno a las impresiones recién reveladas por los datos que sobre cooperación nos habían dado.

Otra vez por las calles. La hora pico nos asaltó. Vimos más de la metrópolis de Taipéi que ahora repuntaba con una energía incombustible. Buses y automóviles; solo en las autopistas vimos camiones o transporte pesado. Todo circulaba en un orden casi perfecto; sin embotellamientos, ni largas colas que dejaran traslucir el descontento o las frustraciones de los taiwaneses, por avanzar o echarle a otro la culpa.

Había llovido y solo lo notamos al salir. Pero el sistema de alcantarillas resolvía, con eficiencia, el asunto de las aguas pluviales. Nada se interrumpió; nada se empozó hasta formar lagunas o calles convertidas en ríos.

Los taiwaneses seguían sus vidas. Las de ellos como sedentarios; las nuestras, como nómadas que van de un lugar a otro en la Taipéi de piel fresca y perfiles arquitectónicos variados.

De repente desembocamos en una avenida congestionada de vehículos: miles de carros, buses, motos y motonetas; rótulos verticales inmensos (¡Como si entráramos a una gigantesca página comercial de un periódico!). Los miles de taiwaneses caminando o conduciendo despreocupados, yendo y viniendo en una ciudad que surgía sin perder identidad y encanto.

Por momentos se veían torres gigantes al final de las bocacalles. Le hice notar a William, el periodista guatemalteco, que ahora veía menos edificios de arquitectura china tradicional. ¿Habían desaparecido por desgaste o disfuncionalidad? ¿Quiénes definían como debía ser la nueva arquitectura de una ciudad que crecía aupada por el ímpetu de muchos desafíos? ¿Sería menos china y más occidental? ¿Hacia dónde quieren ir los pueblos asiáticos? ¿Cómo serán los rostros del desarrollo urbano en éstas grandes metrópolis?

Si Taiwán seguía manteniendo el ritmo de crecimiento que tenía hoy en 2019 ―siendo la economía número 20 del planeta― ¿hasta dónde llegaría en cuanto a desarrollo humano o avances en la ciencia y la tecnología? (Este tema lo voy a tocar más adelante, cuando vayamos a Taichung, el Silicon Valley de Taiwán).

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Doctora Li-Ling Liu, subdirectora de cooperación internacional del ministerio de Salud y Bienestar en Taiwán.
Doctora Li-Ling Liu, subdirectora de cooperación internacional del ministerio de Salud y Bienestar en Taiwán.

Llegamos después de muchos giros y vueltas al Ministerio antes mencionado. Nos recibió la doctora Li-Ling Liu (subdirectora de cooperación internacional). De saco, los caballeros; de vestido serio, las damas. Ahí comenzamos a ver los grandes pasillos que denotaban una sensación de soledad y vacío. Y ésta misma observación me la haría después, Iván, el periodista peruano. Tanto espacio, siendo un país pequeño. Era de notarse la sobriedad de los anchos pasillos: desnudos, deshabitadas paredes, pocas ventanas o cuadros. Se hacía gala de una sobriedad que, en principio, confirmaba el carácter de los taiwaneses: pocas emociones mostradas (y esa sobriedad la vería después en el museo, donde redescubrí al más admirado pintor nacional). Sin embargo, este país ama el arte. Hay cientos de museos, pinacotecas, centros culturales. Desconozco cómo son los programas escolares. ¿Cómo expresan artísticamente los taiwaneses comunes lo que perciben? Uno puede intuir que sí son escritores atávicos; tienen cinco mil años de civilización. Pero, me faltaba conocer más las otras expresiones: música, pintura, arquitectura, teatro, canto, baile, cine.

No puedo ser atrevido. Solo comprendo lo básico de ésta profunda y arcana cultura, leyendo a autores chinos. Bueno, y también, las observaciones que han hecho los viajeros que, desde Marco Polo, han recogido lo maravilloso y sorprendente que el Oriente ha tenido que mostrarnos. La tarea es infinita. Nadie en una sola vida podría llegarla a conocer. Y peor aún, si estamos tan lejos de su lengua que es el vehículo que nos pintaría, mucho mejor, esos rasgos y colores inatrapables. Me debo conformar con las traducciones ―que los italianos bien califican de traiciones.

Bueno, se hacía ya de tarde cuando entramos al ministerio antes referido y nos sentamos a escuchar las estupendas estadísticas que mantienen a este país sano, delgado y deportivo. No es exageración: los taiwaneses, en general, caminan mucho, juegan algún deporte, y, ya cuando son mayores, les vemos en los parques ejercitándose en el Tai-chí.

Creo que escuchamos con cierta desatención las traducciones de nuestra anfitriona. Estábamos cansados. Habíamos tenido una jornada larga. Claro, a todos nos llamaba la atención un hecho tan palpable: si los taiwaneses comen tanto y a toda hora, ¿por qué son delgados?

Esperamos con algo de ansia la respuesta, pues el traductor, Luis Chong, que era médico, tardó en verter. Después nos dimos cuenta que había cuestionado algo de la información (¿O rebatido?) y ello hizo que la respuesta tardara.

Pero llegó.

Los taiwaneses han reducido significativamente su consumo de azúcar, sal y grasa. Comen de todo y beben mucho té caliente después de cada comida. ¿Es esa la formula exitosa que a ellos los tiene esbeltos, contentos? Mientras en occidente, hemos pasado del pecado de la gula a la epidemia. La obesidad ya tiene a México en la cumbre. Estoy seguro que otros países de Latinoamérica le seguirán.

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Los taiwaneses no tienen resentimiento hacia lo japonés, sino al contrario.
Los taiwaneses no tienen resentimiento hacia lo japonés, sino al contrario.

Nos dieron información sobre la prohibición de los anuncios de comida chatarra y la buena educación para los niños que llevan a la escuela, su lonchera llena de frutas, vegetales y nada de chucherías.

Increíblemente, después de la foto, al borde de las escaleras del ministerio, seguimos tocando el tema, en el bus. Íbamos con hambre. ¿Lógico?

Fuimos a cenar a un restaurante japonés. Estaba lleno de comensales; había otros tantos más haciendo fila.

¿Sigo percibiendo que los taiwaneses no tienen resentimiento hacia lo japonés, sino al contrario? Los nipones son uno de los dos focos de influencia en esta nación joven ―por su republicanismo, pero antigua por su cultura.

Aunque, Luis Chong ―que se unió al grupo para cenar con nosotros― nos confesó, en intercaladas pláticas, que sus padres resentían mucho la estancia de varias décadas de los japoneses, cuando tuvieron a Taiwán, como una colonia más de su imperio en Asia.

¿Razonable el resentimiento? Percibo que, en general, los taiwaneses ven hacia adelante. Quieren vivir sin prejuicios.

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