De las elecciones en el calendario de 2024, la más consecuente para la estabilidad global se celebra en Taiwán. El 13 de enero un nuevo presidente y parlamento serán electos para gobernar los próximos 4 años. Cuestiones relevantes de política doméstica están en juego, pero también intereses estratégicos vitales tanto para China como para Estados Unidos.
Pekín considera a Taiwán parte de su territorio y ha expresado su voluntad de recuperarlo, aunque China comunista nunca haya gobernado el país. Estados Unidos, con ambigüedad estratégica, no reconoce a Taiwán como estado soberano, pero asiste militarmente al gobierno y apoya a sectores opuestos a la unificación.
Las autoridades electas enfrentarán una coyuntura crítica de cuya resolución depende no solo la sobrevivencia de la democracia y la integridad territorial de Taiwán, sino también la estabilidad regional del indo-pacífico y la paz global.
En los 1990s, Taiwán completó la transición desde un régimen autoritario a una democracia representativa, presidencialista y multipartidaria. Los partidos políticos de Taiwán pueden clasificarse de acuerdo a un continuo que va de la pro-unificación con China a la pro-independencia de Taiwán.
Dos campos políticos están claramente definidos: el azul (pro-unificación) y el verde (pro-independencia), el primero organizado en torno al partido nacionalista KMT (Kuomintang), el cual gobernó como partido único entre 1949 y 1996, año de la primera elección presidencial directa.
En 1949, tras perder la guerra civil contra los comunistas chinos, el KMT y su líder Chiang Kai-shek se refugian en Taiwán, donde inician su hegemonía. La represión a opositores fue sistémica y la política del “Terror Blanco” se amparó en la sanción de la ley marcial vigente hasta 1987. La pretensión del KMT de representar a toda China fue obturada en 1971 por resolución de Naciones Unidas al otorgarle ese status a la China comunista.
A partir de entonces, China inició su política de hostigamiento y aislamiento internacional de Taiwán en vistas a su anexión. Paradójicamente, el KMT y sus seguidores quienes combatieron férreamente al comunismo y fueran derrotados por él, son proclives a una eventual unificación bajo dominio chino.
En el campo verde, el centro de gravedad lo ocupa el DPP (Partido Demócrata Progresista), un partido de centro-izquierda formado en 1986 que promueve la soberanía de Taiwán y, desde su regreso al poder en 2016, ha intensificado la internacionalización de la causa independentista. Ello acabó con el diálogo oficial por parte de Pekín y siguieron las amenazas de anexión forzada.
Más allá del bipartidismo DPP-KMT, un nuevo partido político, el TPP (Partido Popular), se suma a la competencia electoral en 2024 como tercera vía. En una competencia reñida, Lai Ching-te, perteneciente al partido gobernante DPP y vicepresidente nacional saliente, es el candidato favorito según las encuestas. De amplia trayectoria política, es un feroz defensor de la soberanía de Taiwán. Su ticket electoral es Hsiao Bi-khim, hasta noviembre embajadora de facto de Taiwán en Estados Unidos.
El segundo lugar en las encuestas lo ocupa Hou Yu-ih, candidato del KMT. Promete resguardar la soberanía de Taiwán, pero a través de la negociación, el consenso y el compromiso con China. Las encuestas ubican en tercer lugar a Ko Wen-je, exalcalde de Taipéi, quien debe su popularidad entre los votantes jóvenes a su campaña no convencional y su postura intermedia en cuanto a cómo administrar la relación con China.
La fragmentación de la oposición (KMT y TPP) impidió, a pesar de avanzadas negociaciones, la formación de una coalición electoral que seguramente habría dejado sin chance al DPP. Cualquiera de los partidos que sea electo no logrará mayoría parlamentaria, un hecho inédito desde 2008. Aunque el DPP es favorito en la elección presidencial, se espera que pierda la mayoría parlamentaria alcanzando solo 46 de los 113 escaños que están en juego. El KMT y el TPP podrían negociar una coalición parlamentaria.
Sin duda, habrá más conflicto y múltiples negociaciones en el Parlamento. Cuestiones domésticas como la reforma laboral, vivienda y educación serán parte de la agenda parlamentaria, así como también las relaciones comerciales con China. Asimismo, el Parlamento aprueba el presupuesto y confirma nombramientos del poder ejecutivo a las ramas judiciales y de control administrativo.
Por otro lado, desde una perspectiva geopolítica el resultado de la elección modificará la dinámica de las relaciones entre Taiwán, China y Estados Unidos. Aunque el DPP y el KMT tienen posiciones diferenciadas en cuanto a la relación con China, ambos candidatos se han manifestado a favor de mantener el statu quo y retomar el diálogo para mantener la paz en el Estrecho.
Para ello, el DPP y el KMT han esbozado sus estrategias. El DPP favorece el fortalecimiento de las relaciones con Estados Unidos y sus aliados, al tiempo que fomenta la disuasión militar mediante el aumento del gasto en defensa. No descarta el diálogo con China, pero rechaza el llamado “Consenso de 1992”, que reconoce la existencia de “una sola China” aunque cada parte tenga interpretaciones diferentes sobre lo que eso significa.
El KMT promete reducir las tensiones reabriendo el diálogo con China y profundizando los intercambios comerciales sobre la base que los dos lados del Estrecho pertenecen a un solo país. El KMT ha enfatizado que esta votación es una elección entre "la paz o la guerra", mientras que el DPP como una elección entre "democracia o autocracia". Ambos partidos sugieren que el triunfo del otro conducirá a la desaparición de Taiwán, ya sea provocando un ataque chino o acelerando la unificación.
Por su parte, China ha dejado en claro cuál es su candidato preferido. El Partido Comunista Chino (PCCh) califica al DPP de "separatista”, rompió en 2016 el diálogo con el gobierno del DPP e intensificó sus agresiones con sanciones comerciales, ciberataques, desinformación, incursiones en el espacio aéreo de Taiwán y ejercicios militares en el estrecho.
Ante un nuevo triunfo del DPP, China tiene varias opciones que van desde el bloqueo a la invasión, aunque la más probable será la de continuar con su actual estrategia de desgaste político, militar, económico, y psicológico. Una victoria del KMT podría aliviar las tensiones, pero en el corto plazo. Un mejoramiento de las relaciones entre ambas partes podría transformarse en el “caballo de Troya” para la anexión de Taiwán con China.
Xi-Jinping ha manifestado en su discurso de Año Nuevo que la reunificación es inevitable. Para lograrlo deberá enfrentarse a una sociedad civil altamente organizada, diversificada y comprometida con los valores de la libertad como la taiwanesa que ha demostrado ser capaz de movilizarse, resistir y construir instituciones democráticas fuertes para doblegar al autoritarismo.