Este artículo analiza el conflicto israelí-palestino, el terrorismo que lo envenena y la incoherencia de quienes claman por justicia en Gaza pero defienden o ignoran regímenes como el de Nicolás Maduro en Venezuela, cómplice de crímenes de lesa humanidad y del narcotráfico que envenena a Europa.
Décadas de dolor
El enfrentamiento entre Israel y los palestinos, que lleva más de 77 años, es un ciclo de violencia que se intensificó con la creación del Estado de Israel en 1948. Desde la Declaración Balfour de 1917, que apoyó un hogar judío en Palestina, hasta la Nakba (catástrofe) de 1948, que desplazó a miles de palestinos, el conflicto ha acumulado guerras (1967, 1973), intifadas (1987-1993, 2000-2005) y enfrentamientos en Gaza (2008, 2012, 2014, 2021). La ocupación de Cisjordania y el bloqueo a Gaza desde 2007, junto con los más de 700.000 colonos israelíes en territorios ocupados, agravan la crisis humanitaria. Este ciclo ha dejado muertos de ambos lados y millones de desplazados.
¿Qué buscan las partes?
Los objetivos son diversos y fragmentados. La Autoridad Nacional Palestina (ANP), liderada por Fatah, ha respaldado históricamente un modelo de coexistencia, como se planteó en los Acuerdos de Oslo (1993), buscando un Estado palestino en Gaza, Cisjordania y Jerusalén Este. Sin embargo, Hamás, que controla Gaza desde 2007, persigue una agenda radical.
Su carta de 1988 aboga por la destrucción de Israel para establecer un Estado islámico en toda la Palestina histórica. Aunque en 2017 aceptó temporalmente un estado en las fronteras de 1967, sus acciones, como el ataque del 7 de octubre de 2023, y las declaraciones de líderes como Ghazi Hamad revelan que su meta sigue siendo la eliminación de Israel.
Irán, principal financista de Hamás, con millones de dólares anuales, comparte esta visión, apoyando a grupos como Hezbolá y la Yihad Islámica para desestabilizar la región. Para ellos, la coexistencia parece un obstáculo frente a su objetivo ideológico de borrar a Israel del mapa. Israel, por su parte, prioriza su seguridad, pero la expansión de asentamientos y el bloqueo complican las posibilidades de diálogo.
El 7 de octubre: una masacre injustificable
El ataque del 7 de octubre de 2023, liderado por Hamás con apoyo de la Yihad Islámica, fue un acto de terrorismo brutal que segó la vida de más de 1.200 personas, en su mayoría civiles, incluyendo 36 niños, y tomó 251 rehenes. Esta masacre, la más letal para Israel desde el Holocausto, fue justificada por Hamás como respuesta a la ocupación y tensiones en Al-Aqsa, pero su crueldad -asesinatos, violaciones, secuestros- no tiene excusa.
Irán, que provee armas y fondos a Hamás, y Qatar, que presuntamente ha canalizado millones a Gaza, han jugado roles indirectos, pero la responsabilidad recae en Hamás, cuya estrategia sacrifica vidas inocentes para alimentar su agenda. La respuesta israelí, trajo consecuencias como la de más muertos en Gaza, muchos de ellos civiles; se ha intensificado la tragedia, evidenciando que el terrorismo y la represalia desproporcionada solo perpetúan el sufrimiento.
La hipocresía de los defensores selectivos
Tan indignante como el terrorismo es la hipocresía de quienes lo condenan selectivamente. Hay quienes alzan la voz por las violaciones de derechos humanos en Gaza -y con razón, pues cada niño muerto es una herida a la humanidad, como las cicatrices aún en carne viva de las más de tres mil familias afligidas por la pérdida de sus seres queridos por los viles ataques al World Trade Center de Nueva York-, pero guardan silencio cómplice ante la tiranía de Nicolás Maduro en Venezuela.
Este régimen, señalado como responsable de cometer crímenes de lesa humanidad, en los seis informes elaborados por La Misión Independiente de Determinación de los hechos ante la ONU, reprime, tortura y asesina a su pueblo mientras facilita el narcotráfico que inunda a los Estados Unidos y a Europa con cocaína. Además, ante otros hechos abominables, nos preguntamos: ¿Dónde están las protestas de estos «defensores» cuando mujeres son lapidadas, homosexuales quemados en hogueras o minorías perseguidas en nombre de creencias fanáticas? Callan ante las atrocidades de regímenes que apoyan a Hamás o Hezbolá, pero claman contra Israel. Esta doble moral no es justicia; es cinismo.
Y no olvidemos que el terrorismo islamista radical ha golpeado Europa con la misma saña, cobrándose la vida de inocentes, incluidos niños y ancianos. En Londres, los atentados del 7 de julio de 2005 dejaron 52 muertos y más de 700 heridos en el metro y un autobús, atacando a trabajadores y familias en hora punta. En Manchester, el 22 de mayo de 2017, un suicida detonó una bomba en un concierto de Ariana Grande, matando a 22 personas, muchas de ellas niñas y adolescentes -la más joven, una niña de ocho años- e hiriendo a más de 1.000. personas.
En Francia, los ataques de París del 13 de noviembre de 2015, reivindicados por el Estado Islámico, segaron 130 vidas en cafés, un estadio y una sala de conciertos, incluyendo ancianos disfrutando de una noche cultural. En España, los bombardeos en trenes de Madrid el 11 de marzo de 2004 perpetrados por extremistas islamistas, mataron a 193 civiles -entre ellos niños y abuelos en su trayecto diario- e hirieron a 2.000 más. Ha sido uno de los ataques más letales en la historia europea reciente. Y en Barcelona, el 17 de agosto de 2017, un camión arrolló a peatones en Las Ramblas, dejando 16 muertos, incluyendo una abuela belga con sus nietos, en un paseo turístico. Estos actos cobardes, que no distinguen entre edades ni vulnerabilidades, demuestran que el fanatismo no respeta la vida humana.
El terrorismo, ya sea en Gaza, Caracas, Londres, Madrid o en los EEUU, no puede justificarse con discursos de "resistencia". Lapidar mujeres, quemar personas por su orientación sexual, degollar inocentes en nombre de cualquier ideología, apresar, torturar, desaparecer y ejecutar extrajudicialmente a personas, son actos de barbarie que deben condenarse sin titubeos.
Un camino hacia la paz
La paz exige rechazar el terrorismo y la hipocresía. Los crímenes contra civiles, sean cohetes de Hamás o bombardeos israelíes, deben ser desactivados cuanto antes. La comunidad internacional debe exigir un diálogo efectivo para lograr un alto al fuego y justicia. Pero la pregunta persiste: ¿Puede haber paz si Hamás e Irán priorizan la destrucción de Israel sobre la coexistencia? La solución requiere que todas las partes reconozcan el derecho del otro a existir, cesen la violencia y aborden las injusticias históricas, como la ocupación y la crisis de refugiados. La empatía por las víctimas -en Gaza, en Israel, en Francia, en Inglaterra, en Estados Unidos, en Venezuela o en cualquier rincón del mundo- debe guiarnos. Rechacemos el fanatismo y la doble moral. Construyamos un futuro donde la razón y la humanidad prevalezcan.
El pasado 29 de septiembre, en una conferencia de prensa en la Casa Blanca, el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, presentó un plan de 20 puntos para poner fin a la guerra en Gaza entre Israel y Hamás, liberar a todos los rehenes vivos y los restos de los fallecidos, a cambio de prisioneros palestinos en Israel.
El documento oficial de la Casa Blanca detalla un enfoque en fases, con énfasis en seguridad, desarme y desarrollo económico. El primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, respaldó el plan durante la reunión bilateral, describiéndolo como un "paso crítico» para terminar el conflicto y avanzar en la paz regional. Trump lo llamó «potencialmente uno de los grandes días en la civilización". El objetivo principal es terminar el conflicto, desmantelar las capacidades militares y políticas de Hamás, liberar a todos los rehenes israelíes y reconstruir Gaza como una "zona libre de terror" sin amenaza para Israel. Entre los 20 puntos se incluye un camino que conduzca hacia un Estado Palestino.
El plan fue desarrollado con aportes de figuras como el ex primer ministro británico Tony Blair. El Reino Unido ve potencial para normalizaciones regionales y apoyó el rol de Blair y el cese al fuego. Ha sido valioso el papel de mediadores como Qatar y Egipto, mientras que Australia y Canadá revelan un "cauteloso optimismo", enfocados en la ayuda humanitaria.
El plan ha sido bien recibido por otros líderes regionales y europeos, que lo ven como "un avance pragmático hacia la paz, especialmente por su énfasis en ayuda humanitaria y seguridad". La Unión Europea (Antonio Costa, presidente del Consejo Europeo) se mostró "animado" por la respuesta de Netanyahu; urgió a todas las partes a "aprovechar este momento para dar una chance genuina a la paz". Giorgia Meloni lo califica de un "punto de inflexión"; por lo que desde Italia insta a aceptar el plan. Voceros de Alemania y Francia reconocieron su realismo en seguridad y reconstrucción, con disposición a apoyar una eventual "Junta de Paz".
Países Árabes e Islámicos (en un comunicado conjunto de ministros de Exteriores) de Arabia Saudita, Emiratos Árabes Unidos (EAU), Qatar, Egipto y Jordania, aplaudieron el "liderazgo sincero" de Trump para detener la "sangre" y aseguraron un "compromiso constructivo" para su implementación, enfatizando retiro israelí total y solución de dos estados.
Por su parte el presidente de Turquía, Recep Tayyip Erdogan, "elogió los esfuerzos para un alto al fuego»; e Indonesia «se unió al respaldo por el fin del sufrimiento palestino". Pakistán dio la bienvenida al plan “por su enfoque en rehenes y reconstrucción", aunque reiteró apoyo a Palestina. La Autoridad Palestina (AP) lo enalteció como "esfuerzo sincero". Hamás lo ve como "servil a Israel" y rechaza el desarme; prometen revisarlo "de buena fe", dejando en el aire la pregunta de muchos observadores: ¿Es improbable que acepten? La humanidad anhela la paz, ese es el camino a seguir; de no hacerlo, no tendrán validez las excusas rebuscadas.
FUENTE: Publicado originalmente en El Debate