Por ALEJANDRO OROPEZA G.
Por ALEJANDRO OROPEZA G.
“Es difícil derrotar a quien nunca se rinde”. Babe Ruth, miembro del Salón de la Fama del Béisbol.
Pareciera que el mundo convulsionase por momentos, que perdiera la capacidad de autoregulación. Esta sensación asalta al ver los violentos acontecimientos en Chile, Bolivia y Colombia, por ejemplo, en donde el espacio público ha sido violentado por una gavilla que no sabemos muy bien qué exige más allá del placer del pandillaje.
En Venezuela se ha venido paulatinamente reocupando el espacio público en el que ocurren los hechos políticos y la acción comunicativa. Pero, también en ese espacio acontece la evolución de los acuerdos sociales y la legitimación del ejercicio del poder que, en términos arendtianos, se basa en equilibrios entre Estado y Sociedad. Ahora bien, cuando los representantes del Estado violan el acuerdo y el corpus social ocupa el espacio exigiendo el cumplimiento del pacto, quedan dos caminos: o los gobernantes aceptan la voluntad social y permiten la natural evolución del acuerdo, o se empeñan en impedir el curso de la historia y haciendo uso de la violencia represiva (legítima y de facto) pretenden desconocer la exigencia popular.
La reocupación del espacio público por la sociedad venezolana, entraña la intención de viabilizar la resolución de la crisis general por medio de mecanismos legítimos que permitan, en el corto plazo, el inicio de una transición que conduzca no sólo a la retoma de los procesos de consolidación democrática, sino a la atención de la crisis que afecta a la población. Muchos reconocemos la urgencia de ese inicio; muchos trabajamos en función del objetivo; muchas también son las opciones puestas sobre la mesa y, por ello mismo, emergen infinidad de contradicciones, desconocimientos y pugnas dentro de la estructura de los factores democráticos de la oposición.
La sociedad democrática venezolana fue convocada por parte del liderazgo opositor a retomar a la calle el pasado 16 de noviembre. Un aliento de ánimo y optimismo bajó del altiplano boliviano a refrescar la esperanza de un pueblo que cree en un futuro posible. Ciudades del mundo recibieron a venezolanos pacíficos reclamando un camino y un rumbo positivo. Nuevamente, negros heraldos apostaron al fracaso de los anhelos y, una vez más, tuvieron al final que plegarse a la voluntad de participar de una ciudadanía ávida de diseñar y acompañar soluciones; nuevamente, se enarbola el recurso ajeno del otro que vendría a “salvarnos”. Pero, salió la sociedad nacional democrática que no olvida ni entrega su rol, que es altamente responsable ante sí misma y ante sus destinos y que está igualmente, consciente de su rol protagónico en los hechos que implican la instrumentación de acciones políticas y comunicativas en el espacio público. Ese espacio que el régimen dictador está interesado en que la ciudadanía abandone definitivamente.
Los vimos en las calles venezolanas y en el mundo, pacíficamente reclamando la apertura de una posibilidad; oímos a los estudiantes hacerse presentes y asumir su rol histórico. Leímos a los lideres del teclado, a pitonisas del desastre, reclamar el abandono de la calle, proclamar la inutilidad de cualquier acción de la sociedad y del liderazgo democrático opositor; pero, sin jamás proponer nada que no sea la solución del otro, del tercero, en el afán de la auto-escucha.
La sociedad democrática no se rinde. Una herencia de libertad recorre el ánimo y un anhelo ya es parte de la sangre de los niños de mirada clara que nos acompañan en los caminos. No sé si el inicio esté cerca. Desde VenAmérica trabajamos para lograrlo, estamos seguro que lo alcanzaremos y que reemprenderemos la ruta extraviada y uno de los medios lo constatamos el pasado 16 de noviembre.
El autor es Director Ejecutivo de VenAmerica
@oropezag – [email protected]