Todos tenemos sueños que anhelamos cumplir… y una buena parte de la narrativa mainstream se ha encargado de inflamar nuestro pecho vendiéndonos la idea de que cualquiera puede hacerlos realidad sin mayores complicaciones. Muchas veces, lejos de inspirar, lo que hace Hollywood es edulcorar un recorrido lleno de retos y generar en el público una suerte de disonancia cognitiva entre expectativas y realidad. Desear algo no es lo mismo que tener la voluntad de hacerlo. Lo primero nos intoxica y va menguando frente a los obstáculos, la segunda nos moviliza y se fortalece con cada paso que damos. Estos son axiomas que el cine, en su afán de complacer a todo el mundo, suele pasa por alto. Lecciones que son la piedra angular en otro tipo de experiencias narrativas que moldean nuestra forma de ver y enfrentarnos al mundo: los videojuegos.
Considerada como una de las industrias del entretenimiento más rentables de la década, los videojuegos son un gimnasio mental donde solo los que tienen una voluntad férrea pueden alcanzar sus metas. Al igual que la vida, puedes elegir si deseas pasar tu aventura con un mínimo de objetivos alcanzados, en corto tiempo y con el menor esfuerzo (muchas veces, obteniendo un final promedio) o dar la extra milla para exprimir el 100% de la historia, enfocado durante horas en construir disciplina para pulirte y alcanzar la excelencia (y, por ende, merecer el mejor ending).
Con el pasar del tiempo y los avances de la tecnología, los videojuegos comenzaron a beber más y más de las fuentes de la gran pantalla, hasta el punto de tener a cineastas laureados involucrados en el desarrollo de estas aventuras (como James Gunn escribiendo Lollipop Chainsaw o Guillermo del Toro dirigiendo Silent Hill P.T.). De la misma forma, directores y guionistas de videojuegos como Hideo Kojima, Suda51 o Kotaro Uchikoshi son admirados y citados por muchísimos autores de culto de la industria audiovisual moderna. A pesar de estos vasos comunicantes que constantemente nutren una experiencia con otra, la relación entre videojuegos y cine siempre ha sido catastrófica. Durante muchos años, cada vez que un éxito de cualquier consola intentaba ser adaptado al cine el resultado era una fracaso (sea por cambios absurdos dentro de la historia o por la imposibilidad de los realizadores en traducir en imágenes la jugabilidad y otros factores claves que delinean la personalidad de cualquier videojuego).
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Con el pasar del tiempo y los avances de la tecnología, los videojuegos comenzaron a beber más y más de las fuentes de la gran pantalla
Sony Pictures
A pesar del enorme fan base que poseen algunas franquicias, es apenas de un tiempo para acá que, progresivamente, los realizadores han hecho justicia a este medio de expresión. Sin ir muy lejos, un fenómeno de taquilla como The Super Mario Bros Movie o el éxito sin precedentes de The Last of Us (por hablar del formato serie) han demostrado que puede haber una excelente sinergia entre videojuegos y películas. En esta misma estela —y contra todo pronóstico— podemos incluir Gran Turismo, la nueva película del laureado Neill Blomkamp, una de las grandes sorpresas de la temporada que cautivará tanto a los videojugadores como al público en general.
Inspirada en una historia real, Gran Turismo nos presenta a Jann Mardenborough (Archie Madekwe), un joven sumamente talentoso, disciplinado y entregado al simulador de carreras homónimo creado por Takehiro Hira (Kazunori Yamauchi). Lejos de ver esta pasión como un simple hobbie por los videojuegos, Jann sueña con poder ser un corredor profesional. Como es de esperarse, esto le genera conflictos con toda su familia, especialmente con su padre Steve Mardenborough (Djimon Hounsou) que desea que su hijo consiga un trabajo estable y se dedique a un oficio “con futuro”. En paralelo, conocemos a Danny Moore (Orlando Bloom), un publicista visionario que le ofrece a Takehiro Hira la posibilidad de demostrar que su simulador de carreras puede servir para formar pilotos reales. De la mano de Jack Salter (David Harbour), una piloto retirado que ahora trabaja como mecánico, Danny consigue armar un concurso para seleccionar a los mejores jugadores de Gran Turismo y ponerlos a correr en el asfalto. Es así como la vida de Jann dará un giro de 180 grados cuando sea seleccionado como uno de los posibles pilotos, haciendo que tenga que demostrar que tantas horas de juego pueden rendir frutos en el mundo real.
Lo que podría haber sido un comercial de 2 horas para hacerle publicidad a autos y un videojuego, se transformó en una de las mejores películas de carreras de esta última década (compartiendo el podio con obras como Rush y Ford v Ferrari). Más allá de su puesta en escena, el guion de Jason Hall (American Sniper, Thank You for Your Service, Paranoia) y Zach Baylin (Creed III, King Richard) maneja con precisión la dualidad de darnos grandes dosis de entretenimiento y tensión en la pista (para que la puesta en escena de Neill Blomkamp se luzca) sin por eso renunciar a contar una historia inspiradora y profundamente humana (dándole tiempo a los personajes para madurar y a los actores para brillar). Es así como Gran Turismo, entre carrera y carrera, se permita explorar temas universales como la maduración, la lucha entre el mundo seguro de los padres y el riesgo que implica ir por nuestros sueños, el valor que exige enfrentarnos a nuestros traumas, la proyección de los miedos de una generación en otra, los prejuicios, los sacrificios que debemos hacer para cumplir nuestras metas y el aceptar que nuestras acciones tienen consecuencias con las que tendremos que vivir para siempre (y que nos pueden ayudar a crecer o nos pueden destruir).
GRAN TURISMO - Official Trailer (HD)
Como era de esperarse, la maravillosa dirección de Neill Blomkamp (District 9, Chappie, Elysium), se encarga de construir una experiencia sensorial que nos mete de lleno en cada competencia. Con su impronta al estilo documental (llena de movimientos de cámara bruscos in situ como zoom in, zoom out, paneos, tilts, etc), sus cambios de perspectiva (entre primera y tercera persona, saltando de personaje en personaje) y sus múltiples puestas de cámara (que van desde detalles dentro y fuera de los autos, la pista de carrera, los corredores, los pits, el público, etc), Blomkamp está en su salsa y logra que nos sumerjamos de lleno (como si de un videojuego se tratara) en cada circuito en el que Jann participa. Esto se ve potenciado gracias a un impecable diseño sonoro y la edición de Austyn Daines (Demonic), Eric Freidenberg (Savage Salvation, Midnight in the Switchgrass) y Colby Parker Jr. (Kandahar, Mile 22, Patriots Day, Ant-Man, Lone Survivor), que se apoya en el montaje rítmico (deformando el tiempo), sintético (saltando violentamente de un plano a otro) y expresivo (potenciando la emoción con cada corte), creando un efecto hipnótico en el público y haciendo que sus dos horas de duración pasen en un abrir y cerrar de ojos (haciéndonos sentir que en cada carrera hay decenas de cámaras capturando cada instante). La cinematografía de Jacques Jouffret (Tom Clancy´s Jack Ryan, The Purge, Truth or Dare, Bloodshot) no se queda atrás, construyendo diferentes tipos de mood en cada uno de los múltiples países en los que corre Jann y paseándose por diferentes tipos de clima (que, al mismo tiempo, sirven como una metáfora del estado interior del protagonista). La suma de todas estas partes (al ritmo de Enya, Kenny G y Black Sabbath) hacen de Gran Turismo un espectáculo visual que sube la barra en el cine de adaptaciones de videojuegos.
Dejando a un lado la parte técnica, hay que resaltar las maravillosas actuaciones del cast. Aunque pueda tener detractores, Archie Madekwe resultó ser una grata sorpresa por la gran gamma de registros que atraviesa durante toda la historia (timidez, miedo, llanto, frustración, depresión, pánico, felicidad, euforia, etc). Orlando Bloom nos regala una caracterización que se sale por completo de lo que estamos acostumbrados a verle, creando un personaje que roza la simpatía y el odio (casi como un trickster), un business man que encarna sin mayores aspavientos cómo funciona la industria del entretenimiento. Djimon Hounsou, como siempre, a pesar de su corto tiempo en pantalla, nos conmueve haciendo que empaticemos con él aunque funja como figura antagónica en algunas escenas (y sirva de reflejo a muchas de nuestras dinámicas familiares). Definitivamente, el que se roba el show es David Harbour, interpretando uno de los mejores mentores del cine moderno. Una compleja mezcla entre viejo gruñón, mentor amoroso, curador herido, motivador, estoico y psicoterapeuta que nos sacará un par de lágrimas e inspirará a salir corriendo de la sala para luchar por nuestros sueños. En él, una generación se verá reflejada y otra soñará con tenerlo como guía, construyendo un puente entre dos visiones de la vida que muchas veces parecen antagónicas, pero son complementarias.
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Inspirada en una historia real, Gran Turismo nos presenta a Jann Mardenborough (Archie Madekwe), un joven sumamente talentoso, disciplinado y entregado al simulador de carreras homónimo creado por Takehiro Hira (Kazunori Yamauchi)
Sony Pictures
Gran Turismo es mucho más que una película de carreras, es una historia inspiradora y llena de lecciones sumamente valiosas. Además, nos demuestra que la dupla entre cine y videojuegos tiene mucho que ofrecernos. Sus maravillosas actuaciones, su impecable puesta en escena y el desarrollo de su guion le hacen justicia a los hechos reales de los que bebe, transformándose en el vivo ejemplo de cómo la realidad supera la ficción. Como todo largometraje basado en una historia de éxito de la vida real, nos demuestra las vicisitudes que debemos atravesar para cumplir con nuestros sueños y que el camino al podio está lleno de flores con espinas. La constancia de Jann y los consejos de Jack se quedarán con nosotros para siempre y nos recordarán que la clave para lidiar con los altibajos de nuestra carrera está en el compromiso. Comprometernos con ser fieles con nosotros mismos y tener la voluntad para seguir adelante, a nuestro ritmo, y enfocados en atravesar la meta. Al final del día, como en cualquier simulador de carreras, la verdadera competencia no es contra otros, sino contra nosotros mismos: los que fuimos, los que somos y los que podemos ser.
Lo mejor: la dirección alucinante de Neill Blomkamp. Su montaje violento e inmersivo. Las actuaciones de David Harbour y Orlando Bloom. El desarrollo del guion y las vueltas de tuerca que posee. La banda sonora compuesta por Enya, Kenny G y Black Sabbath.
Lo malo: su trailer no le hace ni un poquito de justicia. Algunas animaciones van en detrimento del ritmo de la historia y contrastan con la puesta en escena documental que desarrolla su director. El primer acto de la película está un poco flojo.