He evitado deliberadamente involucrarme en la disputa de la participación en las elecciones regionales del próximo 21 de noviembre. He callado por respeto a quienes siguen luchando en Venezuela independientemente de su posición ante el inminente proceso electoral. Como saben, vivo fuera del país por lo que ni queriendo podría ejercer mi voto. Es lógico, serán electos mandatarios a nivel local y regional.
Lo cierto es que las elecciones han sido otro hachazo para la cohesión de la sociedad venezolana. Lamento además que la oposición exponga un rostro penoso que desmoraliza y desalienta, aunque es pertinente recordar que en estos 22 años de lucha hemos vivido peores momentos y aún así nos hemos recuperado. Pero lo fundamental no lo hemos logrado.
A pesar de lo sombrío del panorama tengo la percepción de que están sucediendo cosas interesantes. El comportamiento de las regiones se asoma marcado por el sufrimiento de las comunidades ante el maltrato del régimen a sus pobladores expresado en el desastre de los servicios públicos, la inflación y el abandono generalizado. Ha servido esta campaña para que en algunas poblaciones el liderazgo regional se haya organizado logrando en algunos casos importantes movilizaciones de calle. Esa foto teníamos mucho tiempo sin verla. El Zulia es un ejemplo de ello. Hay que reconocer que Manuel Rosales ha mostrado músculo con concentraciones importantes en el Zulia, tal vez el estado que por contraste a lo que ha sido su aporte para la riqueza del país, sufre un abandono imperdonable, dejado a merced de la guerrilla y el narcotráfico y gobernado por una pandilla que se disputa con otra banda similar el control de los negocios ilícitos. Si algún oficialista lo duda, pregúntele a Francisco Arias Cárdenas.
Sin embargo, en otras poblaciones igualmente maltratadas, no sucede lo mismo. ¿Por qué algunas regiones parecen más inclinadas a participar que otras? La primera respuesta salta con pesar. Miranda es un triste ejemplo. El comportamiento esperado de un nuevo liderazgo repite lo que ha criticado.
Y es muy lamentable porque los errores de la oposición, salvo los oscuros -que también los hay- manchados por la corrupción o por la traición de asociarse con el régimen, son eso, errores sobre los que se podría aprender y crecer. Pero cierto liderazgo está mostrando una terrible imposibilidad de comportarse según el compromiso que le exige la historia.
El proceso electoral del próximo 21 de noviembre se desarrollará en un pueblo escéptico que sobrevive en orfandad. Por eso es admirable toda posición -sea cual sea- que se asuma desde un compromiso de lucha, de parte de unos ciudadanos que se niegan a entregarse y que están convencidos de que seguirán haciendo lo necesario para sacar al dictador y recuperar la democracia.
El régimen ha construido lo necesario para no dejar el poder. Los venezolanos no solo estamos enfrentando a un partido corrupto y maloliente levantado sobre el presupuesto que estaba destinado al beneficio público, además, el monstruo de la corporación criminal expresado en mafias y países se aprovecha de la disposición de Maduro a entregar territorio y riquezas a cambio de apoyo para seguir en Miraflores.
También el régimen toma ventaja del cansancio, del desgaste de la oposición. Aunque en lo personal estoy convencida de que a la causa la dictadura nos ha hecho un favor al exponer a los vendidos, a los que guardaban doble cara, a los inmorales alacranes. Parecía que no existiría mayor decadencia que la imagen que circuló en octubre de 2020 en la que el diputado exmiembro de Primero Justicia Luis Parra, contaba en un baño un fajo de billetes, cuando llegó el registro de detención de su asistente Luis Alonso Viloria Chirinos, político de Trujillo, quien fue atrapado en La Guaira cuando transportaba 336 panelas de cocaína. Los detalles se corresponden con el alma de los alacranes. Los poseedores del alijo ocultaron la droga en todos los espacios posibles de dos vehículos: techos, asientos, pisos y parachoques, precisa el reporte periodístico de Yoerli Viloria. La historia se completa con la ruta: según información inicial, la droga la trasladaron desde San Cristóbal.
En coherencia con este suceso, el diputado Parra atribuyó el registro informativo del delito como parte de “un ataque virtual, de la guerra desatada en la campaña electoral por sectores extremos de la política venezolana que no perdonan una alternativa política en total conexión con el mundo real”.
A buen entendedor…