@navarroadris
Cuando se trata de asuntos del corazón no importa mucho lo que diga la razón, ni mucho menos la gente, porque al final el enamoramiento es algo tan químicamente cerebral que el conflicto queda ahí mismo, en la cabeza.
@navarroadris
“Esa pregunta me la he hecho tantas veces”, me comentaba hace poco una mujer sobre su matrimonio, que no ve por dónde agarrarlo. ¨No siento nada por mi esposo, tenemos una escasa intimidad y nos llevamos fatal, pero son casi 15 años juntos con casa, tres hijos, amigos, cuentas bancarias y hasta perros en común. ¡Ah!, y qué decir de mis padres, los mato del disgusto si me divorcio. El corazón me dice ‘déjalo’ pero la razón me alerta ‘ni te muevas’. Así que aquí me quedo¨.
Al igual que ella, muchos son los hombres y mujeres que tienen que pasar por la difícil dicotomía entre sus sentimientos o su raciocinio. Una cuestión peligrosa porque ambos suelen variar según el paso del tiempo y de las circunstancias: lo que hoy parece terrible quizás no lo sea tanto mañana, y lo que ahora deseas con fuerza es posible que después ya ni lo quieras.
Eso precisamente le pasó a un amigo mío que tras muchos años de matrimonio conoció a una mujer, se volvió loco y lo dejó todo por ella. Antes de decidirse, lo pensó por mucho tiempo, algo que lo llevó a magnificar e idealizar sus sentimientos hacia esa mujer, circunstancias muy típicas en estos casos, ya que el ser humano se siente atraído habitualmente por lo casi imposible de alcanzar hasta que por fin lo consigue. Ese fue justo el caso, siguió a su corazón enamorado (yo más bien diría encaprichado) y tras convivir un tiempo con ella el resultado fue nefasto. Total, que perdió su matrimonio y la ilusión de lo imposible, ya que al materializarlo se esfumó la magia. Dejó lo más importante por algo menor, y solo así, tras la pérdida de ambas cosas, se dio cuenta del error.
Por otro lado, he conocido a mujeres y hombres con parejas que dejan mucho que desear y que en el fondo saben que no van a ninguna parte juntos. Son totalmente conscientes de ello y aun así deciden seguir adelante. Una amiga se enamoró de un apuesto joven ocho años menor que ella. Él no quería nada serio, hacia su vida y después la camelaba con palabras bonitas. Ella lo justificaba diciendo que ya cambiaría. Por supuesto, no cambió y al final la dejó con el corazón roto. Su nuevo novio vive en otro país y sabe que tampoco hay perspectivas de futuro. ¿Será que ciertas personas siguen los mismos patrones cuando buscan pareja? Sea cual fuere la respuesta, ella defiende su opción: ¨La vida es una, así que prefiero vivir el momento y arriesgar, a que no pase nunca¨.
A otras personas, por el contrario, les cuesta entregar el corazón y manejan más la razón o la conveniencia en aras de la estabilidad. Quizás estén destinados al éxito, pero ¿Se puede vivir sin sentir (como el primer caso planteado)?, y ¿Qué pasa si por sentir arriesgas y al final te quedas sin nada?
Cuando se trata de asuntos del corazón no importa mucho lo que diga la razón, ni mucho menos la gente, porque al final el enamoramiento es algo tan químicamente cerebral que el conflicto queda ahí mismo, en la cabeza.
Según estudios científicos, cuando una persona se enamora hasta 12 áreas del cerebro trabajan conjuntamente para liberar sustancias químicas como la dopamina, adrenalina u oxitocina, entre otras. Una mezcla de sensaciones comparables a una locomotora a toda velocidad que nadie ni nada puede parar. Es más, está comprobado a través de tomografías cerebrales, que enamorarse puede provocar una sensación de euforia parecida al consumo de cocaína y que un flechazo tarda aproximadamente un quinto de segundo en surtir efecto.
Si bien el enamoramiento es ciego y puede llevarnos a atentar contra la razón, también es cierto que tiene fecha de caducidad, así que pasado un tiempo uno empieza a ver la realidad, las virtudes pero también los defectos del otro. Es el momento de claridad, de decidir si realmente esa es la persona que quieres o por el contrario no mereció la pena. Una realidad que puede suponer años, mares de lágrimas e incluso matrimonios perdidos. Lo ideal es razón más corazón. Muchos lo han lo logrado pero es difícil.
*Adriana Navarro es reportera y presentadora de AméricaTeve Canal 41 de Miami. Desde hace años está a cargo del segmento “Vivir Mejor” en el noticiero de las 5 de la tarde donde aborda temas de salud, belleza, gastronomía, cultura y educación.
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