Muy probablemente a los venezolanos nos resulte difícil aceptar que Venezuela esté, ya, en un período de transición hacia la democracia, pero hay que entender que el clímax de la dictadura castro-chavista-madurista quedó atrás. Los planes de distribución de las riquezas expropiadas, las promesas del clientelismo eterno y el populismo exacerbado por la renta petrolera, se desaparecieron con la misma velocidad con la que mermaron las exiguas reservas internacionales.
No queda duda alguna entre los venezolanos que este capítulo gris de nuestra historia está llegando a su fin y aunque nadie quiere atribuirse la derrota, todos sabemos que el culpable de tamaña anomia ha sido el régimen que prometió y, hasta hace no mucho tiempo convenció, a la mayoría de nuestros conciudadanos, de que podían vivir sin trabajar y medrar de la renta petrolera ad infinitum. De allí quedan tareas educativas por cumplir a la ciudadanía decente.
Mientras fluía el maná del subsuelo y se convertía en petrodólares, la dictadura se auto-sustentaba, pero al comprometer en exceso sus futuros flujos y caer el precio del petróleo, la dictadura frenó en seco su dadivosa promesa y se enfrentó a la cruda realidad, magistralmente explicada por la periodista española Maruja Torres al decir que: “A las dictaduras les pasa lo que a las bicicletas; si se paran, se caen”.
Los sociólogos y politólogos del futuro habrán de utilizar al Socialismo del Siglo XXI como un caso de estudio, para enseñar a sus estudiantes sobre lo que puede ocurrir a una nación sin solidez institucional como Venezuela (Colombia o México?) cuando un grupo de políticos mediocres de la izquierda trasnochada bajo la égida del Foro de Sao Paulo, cautivados y asesorados por un régimen cubano en franco declive y urgido de recursos, luego de la caída del muro de Berlín y del apoyo financiero soviético, es capaz de hacer para dar al traste con el camino al desarrollo y la esperanza de todo un pueblo.
Latinoamérica no ha logrado todavía aprobar con éxito la materia que su historia política le ha venido sometiendo, examen tras examen, y que George Orwell expresa diáfanamente en su obra 1984, en los siguientes términos: “…no se implanta una dictadura para salvar una revolución sino que se hace una revolución para implantar una dictadura…”.
Muchas, por no decir todas, son las causas que anuncian, todavía a sotto voce, la caída de la tiranía y la necesidad del inicio de una transición, a saber: la incapacidad de satisfacer el clamor popular en materia de las necesidades básicas de alimentación, salud y seguridad; la destrucción institucional en todos los niveles; el cumplimiento de las obligaciones financieras internacionales (el default); la represión generalizada; las torturas, los presos, inhabilitados y exiliados políticos; el bloqueo internacional general muy bien ganado por el gobierno; las sanciones internacionales emitidas contra los funcionarios públicos y, finalmente, los claros indicios de ruptura a lo interno tanto de la alianza de los partidos del Polo Patriótico como del estamento militar.
Una cosa está clara hoy en día, chavistas y opositores, estamos de acuerdo todos en que debemos buscar, rápidamente, una salida a esta crisis. La diferencia notable respecto de crisis anteriores es que, por primera vez, se comienza a sentir que la necesidad de la búsqueda de salida proviene del mismo chavismo. Y es que las esposas, madres, hijos y familiares de casi todos los chavistas corruptos quieren que se les ofrezca una salida, en la cual se les permita salir legalmente de Venezuela, conservar parte de lo adquirido (robado) y permanecer en algún país que los acoja, sin temor a ser perseguidos posteriormente.
Es la opinión de Control Civil que este es el punto de quiebre para el inicio de una negociación. Más temprano que tarde estaremos negociando estos términos con los chavistas y mejor será que tengamos una propuesta adelantada al respecto. En esta columna ya enunciamos los principios para una propuesta concreta, que seguramente será dolorosa para una buena parte de la población decente de Venezuela, pero que, en la búsqueda del mal menor, será sensata y factible.
Ahora bien, supongamos que mañana, porque así puede llegar a suceder, el chavismo plantea su interés en adelantar una negociación de salida en los términos planteados o en otros que sean aceptables para la sociedad civil, y que, en consecuencia, se procede al desalojo del chavismo del poder. ¿Qué hacemos los venezolanos a partir del día siguiente?
La propuesta de Control Civil es que, de una vez, se constituya un grupo de trabajo con representantes de los cuerpos intermedios de la sociedad (sindicatos, gremios, cámaras, colegios profesionales, universidades, ONGs, Iglesias, etc.) y con todos los partidos políticos, para que se diseñe un plan de transición nítido y finito, entre la caída de la dictadura y la ocurrencia de una próxima elección presidencial libre y democrática en Venezuela.
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@juanriquezes