El campo en Colombia sufre el abandono de la gran mayoría de los jóvenes que viven en las zonas rurales y, lo más aterrador si continúa esta tendencia, es que dentro de 10 años no habrá un alma que siempre alimentos en el país.
El campo en Colombia sufre el abandono de la gran mayoría de los jóvenes que viven en las zonas rurales y, lo más aterrador si continúa esta tendencia, es que dentro de 10 años no habrá un alma que siempre alimentos en el país.
Esta dramática predicción la hizo Rodolfo Correa, presidente del Consejo Nacional de Secretarios de Agricultura de Colombia (CONSA).
Correa se basa en el estudio realizado recientemente por el Departamento Administrativo Nacional de Estadística (DANE), que señala que los campesinos colombianos tienen en la actualidad una edad que fluctúa entre los 41 y 64 años. En algunos departamentos, sin embargo, el promedio supera los 57 años.
La explicación de este fenómeno es muy simple, afirmó Correa.
En Colombia, en estos momentos, la población entre 14 y 18 años asciende a los 12 millones y de ellos apenas el 22 por ciento vive en las zonas rurales. Ahí no encuentran oportunidades para desarrollarse y crecer. Sus propios padres los envían a las capitales departamentales o a las grandes ciudades donde hallan lo que el campo no puede ofrecerles.
El informe del DANE no solo ha permitido alertar sobre un serio problema que se le viene a Colombia sino tomar las medidas para evitar que dentro de una década se desate una hambruna en un país que acaba de llegar a los 50 millones de habitantes, el segundo más poblado de Sudamérica y el cuarto del continente si se considera a Brasil, México y la población de habla hispana de Estados Unidos, que supera los 60 millones.
Correa indicó que uno de los pasos más importantes se ha dado en el departamento de Antioquia. Ahí se unieron la Administración Departamental, la Alcaldía, el Servicio Nacional de Aprendizaje (SENA) y la Corporación Colombiana de Investigación Agropecuaria-Agrosavia con el objetivo de formar con una nueva visión a los jóvenes de las zonas rurales y darles expectativas no solo de crecimiento en conocimientos sino también de éxito.
Por ejemplo se les ha dotado de tecnología para la producción de una serie de productos agrícolas como el aguacate, por ejemplo.
Ahora, los jóvenes disponen de una serie de herramientas que los convierte en líderes en la aplicación de tecnologías a favor del agro. De esta manera han podido avanzar de manera decisiva en la certificación de sus cultivos para poder exportarlos. Con estas nuevas capacidades no solo amplían su producción sino sus ingresos de manera exponencial.
El propósito de este gran esfuerzo conjunto es acercar a los jóvenes rurales a los procesos de innovación, tecnología, buenas prácticas agrícolas y comercialización para hacer mucho más atractivo el trabajo en el campo, promover el relevo generacional y la sostenibilidad en las zonas rurales.
“Se trata de darles la oportunidad a los jóvenes de vender su producto al mundo y esta es una manera clara y concreta de mostrar el compromiso que se debe tener desde los gobiernos con la incorporación de las nuevas generaciones en la productividad”, manifestó el funcionario. “Con este proyecto ya no hay que ir a las grandes ciudades para encontrarse con los avances de la ciencia, ahora hay la oportunidad de la utilización de la tecnología para la producción sostenible de alimentos en las zonas rurales y así podemos devolverle a la agricultura su condición de actividad atractiva para los jóvenes y crear las condiciones para mantener su arraigo”.
Según Correa, el desafío ahora es cortar de raíz con la marginalidad histórica que ha tenido el campesinado y el mundo rural en las agendas políticas. Este olvido ha hecho que las oportunidades sean escasas en las zonas rurales y que los jóvenes que viven ahí prefieran en cuanto se gradúan buscar nuevos horizontes lejos del ambiente donde crecieron.
El ejemplo de Antioquia, ubicado en el noroccidente de Colombia y con 6.5 millones de habitantes, tiene que ser seguido por los 31 departamentos restantes para evitar que en la próxima década del Siglo XXI el país tenga que importar alimentos para no caer en una hambruna masiva.