CARACAS.- María Corina Machado no ha sido una dirigente convencional y su trayectoria, que abarca más de dos décadas de activismo en las que convirtió la confrontación al chavismo en una identidad política, es una muestra de ello. Su coraje, coherencia política y compromiso democrático traspasaron las fronteras venezolanas para transformarse en una referencia para el mundo.
Y así lo reconoció el Comité Noruego del Nobel cuando anunció la concesión del Premio Nobel de la Paz 2025 a la líder opositora venezolana con una frase que catapulta su liderazgo, no solo en Venezuela sino en la región: “Es uno de los ejemplos más extraordinarios del coraje civil en América Latina en tiempos recientes”.
Nacida en Caracas el 7 de octubre de 1967, Machado proviene del sector privado. Es hija de Henrique Machado, empresario del sector metalúrgico cuyas compañías familiares fueron expropiadas durante los gobiernos de Hugo Chávez. Ingeniera industrial egresada de la Universidad Católica Andrés Bello (UCAB), con estudios en Finanzas en el IESA, inició su activismo desde la sociedad civil. Junto a su madre, Corina Parisca, fundó la Fundación Atenea y dirigió Oportuninas, organizaciones dedicadas a la atención de niños y jóvenes en situación de vulnerabilidad.
La laureada con el Nobel de la Paz 2025 dio el salto a la vida pública a comienzos de la década de 2000 como cofundadora de Súmate, la organización ciudadana que documentó irregularidades electorales durante el referéndum revocatorio contra Hugo Chávez en 2004. Aquella experiencia la colocó desde temprano en la mira del poder.
En 2005, su visita a la Casa Blanca como directora de Súmate y su encuentro con el presidente George W. Bush desataron una ofensiva política del chavismo, que la acusó de “conspiración” y de servir a intereses extranjeros. Ella respondió denunciando un sistema electoral secuestrado por el Ejecutivo —como se comprobó años más tarde—. Desde entonces, su discurso quedó claramente definido: no habría espacio para la convivencia con lo que considera una estructura autoritaria.
Su primer hito político
En 2010 obtuvo su primer hito político, al resultar electa diputada independiente por el estado Miranda con la mayor cantidad de votos a nivel nacional. Desde el Legislativo, Machado se convirtió en una de las voces más firmes contra el oficialismo. Durante una de sus últimas intervenciones en 2012, le reclamó públicamente a Chávez por las expropiaciones, calificándolas como “robo”. El entonces aprendiz de dictador le respondió con la frase que marcaría ese episodio: “Águila no caza mosca”. Hoy, esta misma frase, es la evidencia de que la “mosca” no sólo caza Águilas, sino que se convierte en Águila con gran esfuerzo.
En 2012 fundó Vente Venezuela, partido de tendencia centro liberal, y se presentó a las primarias presidenciales de la Mesa de la Unidad Democrática (MUD), donde obtuvo el 3,7 % de los votos frente al triunfo de Henrique Capriles. Dos años más tarde, ya bajo el mandato de Nicolás Maduro, Machado encabezó junto a Leopoldo López y Antonio Ledezma el movimiento de protestas conocido como “La Salida”, que exigía la restitución del orden democrático. La respuesta del Estado dejó decenas de muertos, cientos de heridos y miles de detenidos, hechos hoy bajo investigación de la Corte Penal Internacional (CPI).
Su paso por el Parlamento estuvo marcado por episodios que reforzaron su proyección internacional, como su intervención ante la Organización de Estados Americanos (OEA) en 2014, gesto que le costó la expulsión del hemiciclo por orden del entonces presidente del Legislativo, Diosdado Cabello. Aquella escena —una diputada despojada de su investidura por denunciar violaciones de derechos humanos— consolidó su imagen de disidente sin concesiones. La inhabilitación política se formalizó en 2015 y fue ampliada en 2023 a 15 años, una decisión condenada por la OEA, la Unión Europea (UE) y Estados Unidos.
De “marginada” a líder consolidada
A diferencia de otros líderes opositores que apostaron por la negociación o la cohabitación institucional, Machado mantuvo una postura de ruptura total con el chavismo, rechazando diálogos que consideró “mecanismos de oxigenación del régimen”. Esa línea dura la marginó durante años de los consensos opositores, pero también la preservó de los costos políticos de los fracasos acumulados y la diferenció de una oposición “tradicional” que hoy cuenta con un rechazo casi absoluto de los venezolanos.
El punto de inflexión llegó en 2023, cuando ganó de manera contundente las primarias opositoras, con más del 90% de los votos, en un proceso autogestionado y sin apoyo del Consejo Nacional Electoral (CNE). La victoria confirmó lo que las encuestas ya insinuaban: Machado había logrado conectar con un electorado cansado de medias tintas y promesas incumplidas. Sin embargo, el régimen extendió la inhabilitación política que le impide postularse a cargos públicos, reeditando el patrón de exclusión que ha marcado su carrera.
Lejos de diluir su liderazgo, la inhabilitación amplificó su figura. Machado se convirtió en el eje de una campaña internacional que reactivó la atención sobre Venezuela, especialmente en Washington, Bruselas y varias capitales latinoamericanas. Impedida de postularse, respaldó la candidatura unitaria de Edmundo González Urrutia para las presidenciales de 2024, convirtiéndose en el motor político de la campaña. Su discurso, centrado en la restitución de la democracia, la liberación de los presos políticos y la reconstrucción institucional, comenzó a resonar más allá del ámbito venezolano.
Machado sabía al “monstruo” que se enfrentaba en este proceso electoral y construyó una gran maquinaría que le permitió no solo derrotar al régimen en el escenario de represión más fuerte que ha vivido Venezuela, sino demostrar el triunfo opositor con pruebas en manos: las actas que evidencian la victoria de González Urrutia, que hoy reposan en las bóvedas del Banco Central de Panamá.
“Una responsabilidad histórica”
Tras la proclamación de Maduro y las denuncias de fraude, Machado intensificó sus llamados a la movilización. Las amenazas de captura y la detención de colaboradores la forzaron a pasar a la clandestinidad. Su última aparición pública en Venezuela fue el 9 de enero de 2025, durante una protesta en Caracas. Desde entonces, su paradero fue reservado por razones de seguridad.
En ese contexto surgieron iniciativas de académicos, parlamentarios y organizaciones civiles que plantearon su nombre como candidata al Premio Nobel de la Paz, no como reconocimiento a un cargo ejercido, sino como símbolo de resistencia cívica frente a un régimen autoritario.
La mujer que derrotó al chavismo y que reemplazó a una oposición tildada de “colaboracionista” pese a estar formalmente excluida del sistema, ha sido reconocida con el Premio Libertad de la Internacional Liberal (2019), Premio Sájarov a la Libertad de Conciencia, el Premio Václav Havel de Derechos Humanos y el Premio Bruno Leoni (2024).
Con el Nobel de la Paz, María Corina Machado no solo alcanza el mayor reconocimiento internacional a su trayectoria, sino que coloca nuevamente a Venezuela en el centro del debate global sobre democracia, derechos humanos y transición política. En palabras suyas, el premio no es un punto de llegada, sino “una responsabilidad histórica” frente a un país que aún espera recuperar la libertad.