“El artículo del New York Times sobre Venezuela es, a todas luces, parcial”, sostiene el magistrado venezolano Miguel Ángel Martin, expresidente del Tribunal Supremo de Justicia (TSJ) en el exilio, en declaraciones ofrecidas a DIARIO LAS AMÉRICAS.
Asegura que al reducir la crisis venezolana a un enfrentamiento entre Washington y Caracas por el supuesto “espectro de un cambio de régimen”, el medio neoyorquino -férreo crítico del gobierno de Trump- estaría omitiendo de manera flagrante uno de los elementos más graves y documentados por agencias de inteligencia y organismos internacionales: “el papel de Venezuela en el narcotráfico internacional”.
“No hablamos de sospechas aisladas. La DEA, la ONU y diversos organismos multilaterales han advertido que Venezuela se ha convertido en un puente estratégico para el tráfico de cocaína hacia EEUU y Europa. No se trata de actores marginales, sino de altos mandos militares y generales vinculados al llamado Cartel de los Soles, una estructura criminal incrustada en el propio aparato del Estado”, señala.
El NYT se limita a mencionar que “Trump dice que Maduro es jefe de una organización terrorista”, sin examinar las pruebas concretas que las autoridades estadounidenses han recabado a lo largo de los años, que justificarían las recompensas ofrecidas por información que conduzca a la captura de Maduro, Diosdado Cabello y Vladimir Padrino López.
Tampoco toma en consideración los testimonios de figuras claves como el mayor general venezolano Clíver Alcalá, condenado en EEUU por su participación en el Cartel de los Soles para enviar “toneladas de drogas” al país; y el exjefe de inteligencia del chavismo, Hugo “el Pollo” Carvajal, que recientemente se declaró culpable en una corte federal estadounidense por los delitos de narcotráfico y narcoterrorismo.
A juicio del magistrado, que este reportaje silencie hechos tan importantes, cuando pretende explicar la tensión entre Washington y Caracas tras el despliegue de fuerzas militares estadounidenses al sur del mar Caribe, es “cuando menos, incomprensible”.
“Y en el fondo, resulta funcional a los intereses de Nicolás Maduro. Porque si se borra de la narrativa el factor del narcotráfico, se puede presentar a Venezuela únicamente como una 'víctima' de la política exterior estadounidense, en lugar de como lo que realmente es: un régimen autoritario aliado a redes criminales transnacionales”, subraya.
¿Algo deliberado?
El medio neoyorquino, además, intenta contrarrestar el riesgo que representa el régimen de Maduro para la seguridad nacional de EEUU, al llevarlo al simple plano político por diferencias ideológicas y presentarlo, prácticamente, como un capricho personal del presidente Trump y del secretario de Estado, Marco Rubio.
Martín considera que la omisión del papel del régimen chavista en el narcotráfico regional “tampoco es inocente en el plano político”. En su opinión, esto permite que se “abra la puerta” para cuestionar las acciones de la administración Trump contra el narcotráfico en el Caribe, al desplazar “el debate de un terreno criminal -donde abundan pruebas y acusaciones formales- hacia uno ideológico, en el que el chavismo se siente más cómodo: el del intervencionismo y la soberanía”.
El magistrado, además, resaltó el deber que tiene el periodismo de “incomodar al poder” y de mostrar la realidad en toda su complejidad, algo que el NTY se abstuvo de hacer, terminando de manera deliberada -o inocente- favoreciendo a la narrativa oficialista.
“El New York Times eligió una mirada selectiva que, en vez de desnudar la corrupción y la criminalidad del régimen venezolano, le ofrece un relato conveniente para reforzar su discurso victimista. El resultado es un reportaje que, bajo la apariencia de equilibrio, se convierte en una pieza comunicacional que beneficia al propio Maduro”, asevera.
Una mala praxis
Por su parte el abogado y periodista Omar Estacio, presidente emérito de la Federación de Colegios de Abogados de Venezuela, calificó este reportaje como una pieza de mala praxis periodística que termina sirviendo a los intereses de Miraflores. “Ese reportaje, más allá de las intenciones, es un ejemplo de mala praxis periodística, porque allí nada más se acude a las fuentes que representan una sola tendencia”, menciona.
Indica que la periodista del medio neoyorquino se limitó a entrevistar a la vicepresidenta del régimen, Delcy Rodríguez, y al canciller Yván Gil; y a Henrique Capriles Radonski, excandidato presidencial opositor que fue “electo” diputado en el simulacro electoral que celebró el chavismo el 25 de mayo.
“Si va a hacer un reportaje que cumpla con los parámetros mínimos de objetividad y de informar debidamente a sus lectores, tenía que haber cumplido con entrevistar a personas que representan un sector diferente a quienes ella entrevistó”, precisa.
No obstante, estima que las motivaciones detrás de la publicación pueden ser diversas. Una hipótesis es el contexto político en Estados Unidos: “El New York Times ha venido manteniendo una línea muy dura de oposición, de cuestionamiento al señor Trump. Entonces, puede ser que dentro de esa línea haya optado por hacer este tipo de reportaje para controvertir las acciones que está tomando el gobierno presidido por Trump”.
Otra posibilidad, apunta, es la existencia de un lobby a favor de Maduro en Estados Unidos: “Puede ser que estemos en presencia de un reportaje que responde a la intervención de algún lobby que está actuando a favor del gobierno de Nicolás Maduro en EEUU”.
En este sentido, el defensor de los DDHH y productor de cine venezolano, Thor Halvorssen, fundador del Oslo Freedom Forum, señala en un post publicado en la red social X que la visita de Julie Turkewitz a Caracas fue organizada por por el empresario venezolano Alberto Vollmer-Marcellus, a quien identifica como un “intermediario predilecto del régimen”.
“Vollmer no es un 'pacificador' que viaja entre Venezuela y Estados Unidos; mantiene la dictadura a flote, blanqueando reputación y dinero por igual, y transporta periodistas en giras aprobadas por el régimen cuando le conviene”, apunta.
En opinión de Estacio, si en efecto, el trabajo periodístico del NYT obedece a un lobby, no cumplió con su objetivo. “Se perdieron esos reales porque el lector, más o menos consciente. al observar este reportaje se da cuenta que es un reportaje sesgado”, asegura.
“Lo que se advierte es una labor de condescendencia hacia el régimen de Maduro, que no cumple con los parámetros mínimos en este tipo de cosas. Todos los que hemos estado vinculados a la actividad de comunicación sabemos que la regla básica es escudriñar las opiniones de los sectores antagónicos. Si tú como periodista nada más recoges la opinión de un sector, no estás haciendo un buen reportaje”, recalca.
El reportaje del New York Times no es un texto cualquiera: proviene de uno de los medios más influyentes del mundo y, por lo tanto, impacta en la percepción internacional sobre Venezuela. Sin embargo, tanto Martín como Estacio advierten que su narrativa parcializada corre el riesgo de convertirse en un recurso propagandístico para el chavismo.
Esto ocurre justo en un momento en que informes internacionales documentan graves violaciones a los derechos humanos y mientras persisten denuncias de que el país opera como un corredor del narcotráfico global. En esta coyuntura, Estacio considera que “para preservar el prestigio que pueda tener, el New York Times debería buscar una manera de reparar este deslizamiento”.
De lo contrario, el medio quedará atrapado en la paradoja de haber contribuido, a lo mejor sin proponérselo, a intentar blanquear la imagen de un régimen señalado por crímenes de lesa humanidad. “El New York Times le debe una explicación a sus lectores, o por lo menos debería, quizás, de hacer un nuevo reportaje en el que recoja el espectro completo de las opiniones que existen sobre esa temática”, enfatiza.
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