La belleza de un lugar puede ser un recurso para atraer visitantes, pero si a ese encanto natural se unen la cultura de la hospitalidad, la preservación del entorno y la voluntad de hacer todo lo que sea posible para proveer una experiencia inolvidable; entonces el sitio se convierte en un destino de referencia.
Así sucede en el litoral Caribe que ocupa la Riviera Maya en México, donde la historia, la naturaleza y la calidez de su gente se hacen inolvidables.
A unos 40 minutos en auto desde el Aeropuerto de Cancún, los complejos hoteleros de Playa del Carmen comienzan a divisarse, rodeados de una exuberante vegetación donde la fauna autóctona convive en su hábitat original.
Y en ese entorno privilegiado, flanqueado por las espesas arboledas del manglar y la selva, y custodiado por el mar, se erige monumental el Grand Velas.
En unas 84 hectáreas de terreno se extiende la instalación en la que la modernidad, el confort y el decorado típico se complementan con un equilibrio muy bien logrado.
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En la edificación coincide un estilo de arquitectura modernista con los elementos de la naturaleza.
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Debe ser por la certeza de que la categoría que ostentan la tienen muy bien ganada, que cualquiera de quienes integran el staff del Velas, repite con orgullo, “somos un cinco diamantes”.
Una breve estancia resulta suficiente para develar el misterio de esa distinción.
Traslado desde el aeropuerto en un transporte confortable; recibimiento en el lobby con un brindis después de recorrer una milla desde la puerta principal sobre una vía construida entre la espesa arboleda.
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Una bandeja de botanas.
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Una vez instalados, la bienvenida a cargo de alguien que a la llegada lo identifica por su nombre propio, y la entrega de un dossier con todas las amenidades, restaurantes e instalaciones disponibles bajo el concepto de all inclusive.
Son tres los ambientes a escoger para quienes se alojen en el Grand Velas. Si viaja con toda la familia y prefiere amanecer frente al mar, en una terraza con jardines colgantes de flores tropicales, su opción sería el Ambassador.
Si opta por unas vacaciones privadas, en pareja, entonces escogerá una de las suites localizadas en el Grand Class, con el mar en el horizonte.
Pero también quienes prefieren contemplar la plenitud del verde tienen su espacio reservado en el Zen Grand, con la selva al alcance de la vista y un lago como traspatio.
Todo eso lo pudieron apreciar y disfrutar a plenitud los asistentes al Congreso Anual de Maestros Cocineros de Francia y la Academia Culinaria de Francia, que tuvo como sede el Grand Velas entre los días 17 y 21 de junio. En Playa del Carmen, el saludo más común de quienes pueblan el lugar es al estilo maya, con una sonrisa espontánea y la mano puesta en el corazón, “para mostrar que recibimos al visitante con la mejor voluntad y le entregamos lo mejor”.
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Cochinita, un sándwich de cerdo.
CORTESÍA
Fue un privilegio para los más de cien chefs de Francia, Estados Unidos, México y Canadá intercambiar experiencias, preparar los respectivos platos típicos de sus países y dar riendas sueltas a la creación en el ambiente de camaradería que propiciaron los excelentes anfitriones, encabezados por Michel Mustiére, chef ejecutivo del Grand Velas, que por muchos años ha vivido en esas tierras y considera a la comida mexicana entre las mejores de la cocina internacional.
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La chef Zahie Tellez se toma un selfie junto a sus colegas, los chefs Gaitán y James.
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Como una gran familia, entregados a ofrecer lo mejor de sí a los visitantes, permanecieron durante los días que sesionó el congreso de culinaria los trabajadores del Grand Velas. Sin dudas, la sede para el evento internacional, escogida por primera vez en México, marcará un antes y un después para la celebración de esta fiesta de colores y sabores.
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Los chefs Alejandro Heredia y Christian Tetedoie, junto al chef ejecutivo Michel Mustiére.
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