El mapa geopolítico y geoestratégico de la Casa Blanca ha cambiado; y al parecer, también algunos términos sobre seguridad nacional en el gobierno del presidente Joe Biden.
El mapa geopolítico y geoestratégico de la Casa Blanca ha cambiado; y al parecer, también algunos términos sobre seguridad nacional en el gobierno del presidente Joe Biden.
Apartándose de la política de mano dura contra las dictaduras y enemigos de Estados Unidos, el Biden ha dado la espalda a códigos políticos estratégicos y ahora busca “soluciones” a las crisis internas con el crudo de los regímenes de Irán y Venezuela; este último país con una producción que apenas cumple con sus compromisos formales debido a una industria aniquilada por el modelo socialista y la corrupción.
La decisión de suprimir, [supuestamente], el crudo importado ruso que apenas representa el 3% del consumo en EEUU, evidencia la misma agenda de acercamiento impulsada por el expresidente Barack Obama en sus ocho años de gobierno.
Ahora Washington se mueve en un escenario cuestionable y pantanoso por lo que representan estas negociaciones para el desarrollo estratégico de EEUU y para su seguridad nacional. De esta forma, dialoga con Irán, Venezuela y Arabia Saudita.
En el mapa actual de la Casa Blanca no figuran ni México ni Canadá, dos aliados y grandes exportadores de petróleo, cuya infraestructura les permite [suplir sin ningún problema el 3% del crudo ruso].
La crisis en Ucrania
Antes de la invasión de Moscú en Ucrania [no prevenida por la vía diplomática como se esperaba], el precio del petróleo estadounidense superaba los 96 dólares y la inflación en 7,9% registrada ya en febrero. Esta cifra no incluye el impacto en los precios del crudo a nivel mundial con la guerra en Ucrania y en una lista de materias primas y suministros agrícolas que proveían Ucrania y Rusia como gas, cereales (trigo, maíz y cebada), aluminio, níquel, titanio, fertilizantes, entre otros.
Y lo peor es que la masacre, la destrucción de Ucrania, las miles de víctimas civiles y militares junto a millones de desplazados se zanjarán muy probablemente en un acuerdo que debió existir [mucho antes] para prevenir esta desgracia humanitaria y sus consecuencias económicas.
El presidente Volodímir Zelenski afirmó en una entrevista difundida por el canal estadounidense ABC que ya “no insiste en que Ucrania integre la OTAN (Organización del Tratado del Atlántico Norte), uno de las exigencias esgrimidas por Rusia para evitar la invasión.
En otro aparente gesto de apertura a las exigencias de Moscú, Zelenski afirma estar dispuesto a alcanzar un "compromiso" sobre el estatus de los territorios separatistas en el este de Ucrania, cuya independencia reconoció unilateralmente el presidente ruso, Vladimir Putin, justo antes de lanzar la guerra en febrero.
Bajo presión de gobiernos europeos como Alemania y del Pentágono, que intenta evitar una guerra de grandes proporciones con armas nucleares, o por decisión propia, Zelenski –calificado como un héroe- demostró una alta cuota de nacionalismo patriótico, pero también de irresponsabilidad y falta de visión presidencial al decidir enfrentar a una Rusia dirigida por Vladimir Putin (otro acérrimo nacionalista dispuesto a retomar territorios exsoviéticos), con el inminente riesgo de una tercera guerra mundial y después de la peor pandemia en 100 años.
Cautela frente a la amenaza nuclear
Las consecuencias son y serán desastrosas para Ucrania y buena parte del mundo de hoy globalizado e interdependiente
El Pentágono rechazó cualquier plan para proporcionar aviones de combate Mig 29 a Ucrania, ofrecidos por Polonia, diciendo que se trataba de una iniciativa de “alto riesgo”. Lo que demuestra la medición ahora de Washington de las causas que podrían derivar en un conflicto a gran escala.
La adhesión de Ucrania no está en la agenda de la OTAN, dijo recientemente en una entrevista el canciller alemán Olaf Scholz.
“También dejé claro en Moscú, y en mi visita, que esta opción [el ingreso de Ucrania en la OTAN] no está sobre la mesa y no se llevará a cabo”, recalcó.
El alto funcionario alemán, Scholz, dijo que comparte la preocupación del presidente ruso, Vladimir Putin, sobre la seguridad de su territorio y le aclaró que no se permitirá el ingreso de Ucrania a la OTAN.
Las consecuencias han sido catastróficas para Ucrania, amén de lo que informan o desinforman los medios de prensa en medio de un conflicto bélico. Al mismo tiempo, el Kremlin enfrenta severas sanciones de EEUU y Europa, pero siempre con opciones disponibles como ocurrió durante décadas en tiempos de Guerra Fría y de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS).
Expertos coinciden en que la batería de sanciones contra Putin está surtiendo efecto, pero es un arma de doble filo que pudiera crear una [región de poder consolidado antiamericano] entre China, Rusia, Corea del Norte e Irán.
Las pocas opciones que les dejarán EEUU y Europa empujarán a Rusia hacia este peligroso bloque antioccidental. Moscú nunca ha sido un aliado de Washington, pero había optado -hasta ahora- llevar una política diplomática más flexible y por evitar algún conflicto directo que le privara de los beneficios económicos logrados dentro de la Organización Mundial de Comercio, tras la caída del campo socialista de Europa del Este y la desintegración de la URSS.
El Panorama mundial
Moscú es el segundo exportador de petróleo del mundo y el tercer productor de níquel, además del gas y productos agrícolas. El níquel es un componente clave en los cátodos de las baterías de automóviles y muchos otros equipos industriales.
La cotización del níquel, gran parte del cual se produce en Rusia, llegó a los 100.000 dólares la tonelada, una cifra sin precedentes.
Por su parte, el gobierno de Ucrania prohibió las exportaciones de trigo, avena y otros alimentos básicos y cruciales para los suministros globales. Este es el indicio más reciente de que la invasión rusa en Ucrania desarticulará la cadena de los suministros desde la región del mar negro, conocida como “el granero del planeta”.
Si la guerra continúa, los países que dependen de las fiables exportaciones de trigo de Ucrania podrían sufrir desabastecimiento a partir de julio, indicó Arnaud Petit, director del Consejo Internacional de Cereales.
Los agricultores ucranianos se han visto obligados a dejar de atender sus campos mientras millones de personas huyen, combaten o tratan de mantenerse a salvo en el país. Los puertos han cerrado y no envían trigo y demás alimentos básicos al exterior, con los que se elabora el pan, las pastas, el pienso para animales, etc.
Rusia y Ucrania suministran una tercera parte de las exportaciones mundiales de trigo y cebada, cuyos precios se han disparado desde la invasión.
Rusia, otra potencia agrícola, es casi seguri que vea trastocadas sus exportaciones de grano a causa de las sanciones de Occidente.
La situación en EEUU
La administración Biden hizo regresar a EEUU a la dependencia energética; es decir, a los precios fijados por la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP y OPEP+) con el cierre de oleoductos y restricciones a la industria estadounidense del carbón y el crudo. Por tal motivo, los estadounidenses sufren -desde la llegada de este gobierno a la Casa Blanca- un alza histórica de precios y la mayor inflación en más de 40 años.
La invasión rusa en Ucrania sólo ha agudizado una severa crisis [creada por la administración Biden] con decenas de órdenes ejecutivas contra la exitosa política económica del expresidente Trump, a pesar de haber enfrentado la peor parte de la pandemia de COVID-19.
Trump y sus asesores lograron una recuperación económica sin precedentes en medio de la crisis sanitaria, que fue truncada por la fallida política de respuesta una agenda de extrema izquierda favorable a las inversiones sociales (subsidios) y programas a largo plazo con un gasto descomunal.
Por suerte para los estadounidenses, funcionó el freno del reducido sector moderado dentro del Partido Demócrata que desarticuló la aprobación del controverial plan de gastos sociales llamado "Build Back Better" (Reconstruir Mejor) de 1.75 billones, sin garantías de ningún tipo de ser financiado solo con un alza histórica de impuestos. En principio, la propuesta fue de 3,5 billones.
El precio promedio nacional del galón de gasolina en el país registró 4.25 dólares el 9 de marzo, según la Asociación Americana del Automóvil (AAA), cuando apenas un día antes era de 4.17 dólares, pulverizando el récord anterior de 4.11 dólares de julio de 2008. En Sacramento, California, ya se observan precios por encima de los 7 dólares el galón.
La Reserva Federal continúa prácticamente inactiva frente a la galopante inflación en EEUU en aras de no frenar aún más la economía, pero la crisis de los precios escala sin detenerse y la guerra en Ucrania es otra nueva inyección de veneno por las fuertes sanciones contra Rusia, desde su sistema financiero hasta las exportaciones de petróleo, gas y materias primas, que han disparado mucho más los precios.
Un alza brusca en este momento de las tasas de interés disminuiría gradualmente los niveles inflacionarios, pero también las inversiones, el crédito que mueve el consumo nacional y las cadenas de producción, exportaciones y construcción. Actuar en este punto resulta muy complejo, a diferencia de si se hubiese hecho meses antes con cautela y de manera paulatina.
¿Es una solución el petróleo de Venezuela?
La posibilidad de que Venezuela pueda suplir la demanda estadounidense de petróleo ruso es inviable, al menos en lo inmediato, coinciden expertos. Y abre dudas sobre si la suspensión del petróleo ruso ha sido el pretexto que buscaba Washington para un acercamiento político y diálogo con la narcodictadura de Nicolás Maduro y otros regímenes. Lo mismo ocurre con Irán, cuyo acuerdo nuclear prometido por Biden vaga en el éter. Irán sigue enriqueciendo Uranio y se aproxima cada vez más hacia su objetivo: fabricar ojivas nucleares.
Lo que se produce en Venezuela está "comprometido" en la demanda interna y las entregas a China, India y otros países.
La producción actual de la [otrora potencia petrolera con 3 millones de barriles diarios (bd)] se ubicó en 755.000 bd en enero, según el último reporte de la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP). Pero con el respaldo de Irán y Rusia.
Su sostén es Rusia, que se ha convertido en el comerciante del petróleo venezolano. Es quien lo transporta, lo mercadea, y cobra la deuda del país sudamericano con ese crudo. Desde el 2006, Rusia ha financiado al régimen de Venezuela con préstamos y líneas de crédito por un valor estimado total de 15.000 millones de euros.
Por su parte, Teherán le suministra a Venezuela los diluyentes necesarios como nafta, condensados y crudos livianos, que están siendo mezclados con el crudo extrapesado de la Faja del Orinoco para aumentar la producción.
Venezuela apenas producía unos 600.000 barriles de crudo diario en septiembre del 2021, ahora se encuentra por encima de los 700.000, con ayuda externa, y lo máximo que llegaría a producir en los próximos seis meses -con su caótica industria- quizás no rebase los 900.000 barriles diarios, según expertos.
Rusia extrae y procesa 7 millones de barriles diarios. En nada frenaría el petróleo venezolano el indetenible ascenso de los precios del combustible en EEUU.
La Casa Blanca
La desesperación de la extrema izquierda y Biden es evidente en un año electoral de medio término con la gran mayoría de las estadounidenses y las empresas bajo el sufrimiento de los desorbitantes precios, los mayores en más de 40 años y augurios nada optimistas en el 2022.
Si en los últimos 15 años los consumidores vieron un aumento progresivo del costo de vida, ahora más de la mitad de las personas en EEUU no sabe si podrá pagar un techo, comida, medicinas, seguros y combustible antes de que concluya el año. Muchos, incluso, ni piensan en vacaciones.
Los expertos coinciden ahora, después de que muchos negaran durante meses la persistencia de la inflación desde marzo del 2021, que los próximos meses serán peores en EEUU con una extensión de la guerra en Ucrania y las políticas económicas de la administración Biden.
La combinación es perfectamente abrumadora con un presidente en la Casa Blanca que busca proyectos irrentables a largo plazo, asume decisiones impredecibles y fomenta crisis en vez de impulsar la recuperación y desarrollo del país.