El acto de entrega del Premio Nobel de la Paz 2025 a la líder de la oposición en Venezuela, María Corina Machado, donde indudablemente destacó el discurso del presidente del Comité Nobel, Jørgen Watne Frydnes, y la amplia cobertura mediática internacional, colocó al régimen de Nicolás Maduro contra la pared.
¿Cuál fue la respuesta del régimen? La misma de siempre: esperaron a que bajara la marea mediática para luego activar la represión, intimidación y una narrativa gastada que intenta tapar la pérdida de control político.
Pasados los reflectores del Nobel, procedieron a ejecutar más encarcelaciones. Entre ellas, la de Melquíades Pulido, ex presidente de la Cámara Venezolano-Americana de Comercio (VenAmCham), un hombre de 70 años, con Parkinson, y cercano a María Corina Machado. A ello se sumó la detención del periodista Nicmer Evans, también con problemas de salud, y la condena a 10 años de prisión contra un joven de apenas 17 años. El mensaje es claro: más miedo, más castigo, más represión.
Sin duda alguna, este es un régimen que sangra por la herida y recurre a su método repetido, probablemente diseñado desde el despacho del ministro del Interior, Diosdado Cabello, cada vez que se le escapa el control de la seguridad del Estado. Paradójicamente, para Maduro hubiera sido más conveniente tener a Machado fuera del país que dentro, pero su presencia política se ha convertido en un factor imposible de neutralizar.
A la par y sin verlo venir, otro golpe llegó desde las redes sociales con un mensaje del presidente de EEUU, Donald Trump, quien exigió a Venezuela, especialmente a Maduro, la devolución de lo que considera “robado”: petróleo, activos y tierras; es decir, lo expropiado a empresas estadounidenses durante los mandatos de Chávez y Maduro.
Sin embargo, es importante hacer una acotación para recordarle al mundo que el petróleo y las tierras pertenecen a nosotros los venezolanos, no a la cúpula que gobierna por la fuerza.
El temor real del régimen es que se concrete la confiscación de los 18 buques petroleros sancionados, lo que afectaría de forma directa el flujo de caja necesario para sostener el aparato militar, la asistencia social mínima y la maquinaria propagandística. De allí el intento desesperado de montar una campaña de falso nacionalismo contra un supuesto “bloqueo naval” ordenado por Trump sobre embarcaciones sancionadas.
Las redes sociales se incendiaron con ataques e insultos, por parte de los bots y voceros del régimen, contra María Corina Machado. El ejemplo más burdo fue el del presidente de la Asamblea Nacional afecta a Nicolás Maduro, Jorge Rodríguez, quien el pasado miércoles 17 de diciembre recurrió a improperios desde el hemiciclo. A ello se suman los discursos antiimperialistas del ministro de Defensa, Vladimir Padrino López; del fiscal Tarek William Saab y de antiguos dirigentes opositores cooptados por el régimen, hoy reciclados como voceros de una supuesta defensa de la soberanía que sólo sirve a la propaganda oficial.
Para cerrar el cuadro, las empresas rusas comienzan a abandonar Venezuela. El periodista Roberto Deniz informó que la compañía petrolera (Cyprus) Limited, sucesora de Rosneft y luego Roszarubezhneft, notificó a sus trabajadores su salida del país. En una carta, su representante legal, Andrey Shavkun, argumentó que las sanciones hacen inviable la operación.
Sin rusos en el tablero, con China recibiendo menos crudo; Cuba atada de manos y pies sin poder seguir beneficiándose del petróleo venezolano, a Nicolás Maduro solamente le queda apelar al nacionalismo vacío para intentar cohesionar a una población que sufre a diario las consecuencias de una decisión central: haberse robado las elecciones del 28 de julio de 2024.
Este capítulo aún no termina. Y si el régimen insiste en negarse a una salida negociada, la verdadera pregunta será si podrá soportar el torniquete financiero que se cierne sobre Venezuela de aquí a 2026.