domingo 27  de  abril 2025
OPINIÓN

Tendiendo puentes con el enemigo

Biden no puede esperar un cambio dramático pues Putin no ha mostrado signos de querer tener relaciones más amistosas con Washington
Diario las Américas | SONIA SCHOTT
Por SONIA SCHOTT

La frase “al enemigo que huye, puente de plata" se le atribuye al político y militar castellano Gonzalo Fernández de Córdoba (1453-1515), lo que significa facilitar la salida del enemigo que pueda causarnos daño.

¿Quién es en este caso el enemigo acérrimo de Estados Unidos que necesitaría ese puente de plata?

La Casa Blanca anunció recientemente que el presidente Joe Biden se reunirá con el líder ruso Vladimir Putin en Ginebra, Suiza, el 16 de junio, donde “discutirán toda la gama de cuestiones urgentes, mientras buscamos restaurar la previsibilidad y la estabilidad de la relación entre Estados Unidos y Rusia”, según el comunicado.

Un artículo publicado por Charles A. Kupchan, del Council on Foreign Relations, nos da una pista cuando afirma: “En lugar de unir a Rusia y China, Estados Unidos debería apartar a Rusia de su cómoda alineación con China. Así como Estados Unidos se acercó a China en la década de 1970 para debilitar al bloque comunista, Biden y sus aliados europeos deberían intentar atraer a Rusia hacia el oeste. La apertura a una reunión con Putin es un paso en la dirección correcta. Aunque encontrar puntos en común no será fácil. Estados Unidos tiene un impresionante historial de trabajo con regímenes desagradables cuando decide hacerlo”.

¿Será esta la ocasión para mejorar las relaciones con Moscú?

A primera vista, las expectativas no son buenas.

Biden no puede esperar un cambio dramático pues Putin no ha mostrado signos de querer tener relaciones más amistosas con Washington y, de hecho, todos los obstáculos que han entorpecido las comunicaciones bilaterales durante años siguen presentes: la intervención militar rusa en el este de Ucrania, la anexión de Crimea, el envenenamiento y encarcelamiento de Alexis Navalny, el principal oponente político de Putin, y los ataques cibernéticos.

Durante la administración de Donald Trump, la Casa Blanca apostó por una relación más sólida con Rusia, pero la interferencia de Moscú en las elecciones de 2016, usando piratería informática contra agencias gubernamentales estadounidenses, socavaron cualquier oportunidad.

Según un artículo de Jody Wetsby, publicado en la revista Forbes, el primer ataque ruso conocido como Moonlight Maze, en 1996, involucró el robo masivo de información secreta de numerosas agencias gubernamentales, como el Departamento de Energía, la agencia espacial estadounidense NASA y el Departamento de Defensa. Se llevó a cabo durante dos años y fue difícil detectar en su momento por su sofisticación.

Entre 2015 y 2016, piratas informáticos rusos penetraron las computadoras del Partido Demócrata obteniendo acceso a correos electrónicos personales de sus funcionarios.

Biden firmó recientemente una orden ejecutiva imponiendo nuevas sanciones a Rusia, en represalia por los ataques cibernéticos que comprometieron nuevamente a agencias gubernamentales y también para castigar a Moscú por la interferencia en las elecciones presidenciales de 2020.

Así mismo, Estados Unidos anunció la semana pasada que no volverá a unirse al Tratado de Cielos Abiertos de 1992, en virtud del cual los dos viejos adversarios de la Guerra Fría permitieron vuelos de vigilancia sobre instalaciones militares clave, como medida de seguridad para aumentar la confianza mutua.

La administración Trump se había retirado del tratado culpando a Rusia de violar sus términos. Biden criticó la decisión, pero después admitió que fue lo correcto.

El anuncio significó que ahora solo queda un importante acuerdo de control de armas entre Estados Unidos y Rusia: el Tratado de Nuevo Comienzo, firmado en 2010 por el presidente Barack Obama y el entonces presidente ruso Dimitri Medvedev, según el cual ambos países se limitaban a tener 1.550 ojivas nucleares. Biden ya acordó extender ese tratado por otros cinco años.

Una mirada a la historia podría alentar a Biden y Putin a trabajar juntos para establecer una relación pragmática, en beneficio de ambos países.

En octubre de 1986, el presidente Ronald Reagan y su homólogo ruso Michael Gorbachov, entonces secretario general del partido comunista soviético, se reunieron para una cumbre en Reikiavik, Islandia, donde acordaron una propuesta revolucionaria para reducir las existencias de armas nucleares.

La cumbre condujo a una transformación en las relaciones diplomáticas entre Estados Unidos y la Unión Soviética y eventualmente el fin de la Guerra Fría.

Entonces, ¿puente de plata?

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