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@eleonorabruzual
Después de 17 años tenemos un país destruido integralmente, destrucción iniciada por Hugo Chávez y terminada por Maduro, por Diosdado Cabello, por la banda militar Ignominiosa que entre los malos es lo peor. Nos queda un país ruinoso y un pueblo envilecido ¡Dios nos ayude!
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Se impone una pregunta… ¿Qué país nos queda después de 17 años de peste comunista? ¿Qué recursos y qué pueblo nos quedan después de más de tres lustros sometidos a la corrupción de una ideología que no tiene otro sustento que la destrucción y el aniquilamiento de valores y principios?. Valores económicos y morales y principios familiares y humanos que, de acuerdo a lo que nos muestra la historia en cada país donde ha llegado la peste roja, hay que borrar del hombre y crear un ente perverso, mitad esclavo, mitad transgresor que les permita a la chusma gobernante adueñarse de todo, saquearlo todo, despreciar principios de libertad, dignidad y sensibilidad para reinar sobre hordas de hambreados, de malvados, de descerebrados…
El chavismo igual que el castrismo y el comunismo célula madre de estas perversiones es maligno. Fidel, Raúl y su horda verde oliva y manos sangrantes mostró hace 57 años la magnitud de la perversión que terminó con Cuba, obligó a millones a emigrar desesperados y a convertir a los que se quedaron en esclavos aterrados, desnudos de principios, acuciados por el hambre y el miedo y sin capacidad posible para liberarse a no ser que se lanzaran al mar sobre endebles balsas buscando fuera lo que los Castro borraron de la tierra de José Martí.
Y mi título de hoy se refiere a Venezuela, aunque para abordar seriamente la trágica realidad, debo pasearme por ese comunismo abyecto que se cobró estrenándose, la vida de la familia real rusa allá por el años 1918 en Ekaterinburgo asesinando a Nicolás II, su esposa y a su hijo de 13 años el zarevich Alexis Nicoláyevich junto a sus 4 jóvenes hermanas. Inicio de una “Puesta en escena” que fue el estilo que signaría el espanto de una ideología que costaría al mundo más de 100 millones de muertos (hasta ahora) y cuyos herederos hoy en día muestran la misma maldad, la misma avidez y la misma impía característica incólume aún después de 100 años de fracasos y degeneración.
¿Qué país nos queda a los venezolanos después de 17 años de peste comunista? Hay que preguntarlo una y mil veces, indagar y señalar o no saldremos del foco de contagio horripilante que nos trajo estos tiempos de maldad, sangre y hambre porque para poder combatir certeramente y extirpar al chavismo no solo debemos tomar en cuenta aquella irrupción sangrienta de una tropa media comandada por un pillo llamado Hugo Chávez y sus lugartenientes todos movidos por el odio, la violencia y la ambición y que ahora, 24 años después del sangriento 4 de febrero día del primer fallido golpe de estado, ha quedado demostrado. También debemos analizar y señalar a los que “Demócratas” de enunciado, se les sacudió la misma ambición, la misma hipocresía y los mismos complejos. Complejos que a muchos les llevaron y aún les llevan a no enfrentar a ese castrismo saqueador y al comunismo que como ya dije, es célula madre de estas perversiones. Seres que aún hoy, con la claridad que brinda conocer y pasearse por la historia, colocan en sus hojas de vida -como si de maravillosas experiencias se tratara- que han sido comunistas y que son de izquierda, etiqueta buena para encubrir depravaciones en nombre de una inexistente justicia social.
¿Qué país nos queda después de 17 años de peste comunista? No veo la necesidad de colocar aquí el monto del saqueo a nuestras arcas públicas, tampoco estadísticas sangrientas de una revolución cultora de la muerte; todas esas cifras lapidarias las conocemos y conoce el mundo aunque aún haya quien ponga cara de desentendido…
Prefiero recordar –por ejemplo- aquella aberrante escena del canalla Hugo Chávez llamando “Plasta” al Poder Judicial, y detrás de él un adolescente que se carcajeaba ante tal espanto… Ese adolescente es hoy un hombre. Es el hijo de Nicolás Maduro. Un hombre que vimos bailando bajo una lluvia de billetes de dólares en una fiesta dispendiosa de socios en eso de pasar raqueta y arrasar con todo… Un hombre que gobierna en este paraíso de corrupciones. Prefiero recordar eso solamente como pie para decir que lo que más me preocupa es que después de estos 17 años de Peste Roja nos queda un pueblo maleado, corrompido, mendicante. Un pueblo donde a todo nivel encontramos ladrones, encontramos narcotraficantes, encontramos cómplices.
Después de 17 años tenemos un país destruido integralmente, destrucción iniciada por Hugo Chávez y terminada por Maduro, por Diosdado Cabello, por la banda militar Ignominiosa que entre los malos es lo peor. Nos queda un país ruinoso y un pueblo envilecido ¡Dios nos ayude!