CARLOS DOMINGUES
Jugadores y técnicos buscan cada vez más destinos "exóticos como República Dominicana, sin tradición en este deporte, con tal de escapar del caos que vive y también recibir un salario en dólares
CARLOS DOMINGUES
Especial
CARACAS. Conocí un delantero argentino que hasta la pasada temporada jugaba en un equipo venezolano de la Primera División. La directiva estaba a gusto con él y el futbolista con el club. Sin embargo, su esposa, argentina también, ejerció la presión necesaria para que el “nueve” no siguiera en el país: a él no le tocaba levantarse de madrugada a hacer una larga fila para poder comprar la leche en polvo y el papel higiénico que necesitaban en casa, como religiosamente hacía la señora. Ahora, viven en Bolivia, pero cómodos porque no les falta nada.
Como ellos, la crisis económica que azota a Venezuela no escapa de afectar a muchos profesionales del balompié. Los sueldos impublicables (la amenaza del hampa común hace obligatorio que los altos salarios se manejen en secreto) de algunos jugadores y técnicos contrasta con la realidad de otros que, sin ser tan mediáticos ni contar con trayectorias importantes, deben sortear la misma cantidad de problemas que el ciudadano de a pie, a pesar de la aparente realidad boyante por la que atraviesan muchos clubes que no deparan en gastos para reforzarse, sostenidos por el brazo económico de las inversiones realizadas fuera del país por los empresarios – dueños.
La descomunal diferencia en la tasa de cambio entre la divisa y el bolívar impacta en el quehacer común del venezolano y enloquece cualquier análisis de inversión. En el país de lo ilógico, se puede llenar un tanque de gasolina por la mitad de lo que cuesta un caramelo, pero el 10% de un salario mínimo solo sirve para comprar un cartón de huevos. Por cosas como esas y no por una causa estrictamente deportiva, sino como puro efecto de la crisis, la migración de jugadores al extranjero se ha incrementado en el último año. La mayoría, a destinos futbolísticos impensados.
Todo por la tranquilidad
José Peraza al Tauro de Panamá, Leonardo Terán al Limón de Costa Rica, Javier Toyo al Barcelona de República Dominicana, han sido los últimos casos de valientes que toman sus maletas y emprenden aventuras lejos de su tierra por un puñado de dólares. Si bien hay jugadores que hacen vida en campeonatos semiprofesionales cuyas carreras están en la recta final (casos de Cristian Cásseres o el propio Toyo), hay otros que aún tenían mucho por demostrar en el balompié local y desecharon la lógica carrera de un futbolista que desea crecer y dar el salto alguna vez a un destino importante, simplemente por sobrevivir. Anderson Arias, Jean Carlos Neto y un jugador de mucha proyección como Enson Rodríguez, fácilmente podrían encontrar espacio en algún equipo de la Primera División venezolana, pero prefirieron la estabilidad económica que dan unos verdes en la isla de Juan Luis Guerra y Albert Pujols .
“Este año nos van a comprar hasta el calzado y la ropa deportiva. Nos pagan la comida, el transporte y el hospedaje, además que todo allá es bastante barato”, cuenta uno de estos jugadores venezolanos que prefiere asegurar el bienestar de los suyos a seguir una trayectoria ascendente en su profesión.
Rumbo al norte
En menor nivel, el fútbol de Estados Unidos también se ha convertido en un mercado muy apetecible para el humilde jugador y técnico venezolano: muchas academias colegiales y de pequeños lugares residenciales tienen entre sus formadores a ex profesionales criollos. Futbolistas considerados altas promesas también abandonaron el país a cambio de la modestia de los torneos de universidades y menores ligas que funcionan por debajo de la MLS. Robert Hernández, de reciente regreso al país con el Caracas FC, dejó de ser el mejor win derecho del campeonato para jugar en el Tampa Bay Rowdies de la NASL, así como Juan Guerra, que se perdió en el destierro siendo compañero de Hernández en el equipo de la costa oeste de Florida, cuando alguna vez vistiera la camiseta de la Selección de Venezuela.
El incremento en el número de futbolistas que abandonan el país por destinos deportivamente exóticos es mayor cada año, al mismo ritmo que la crítica situación país se acentúa. Un abrupto cambio profesional para jugadores modestos (y otros no tanto) que salen de sus fronteras para asegurar una mejor calidad de vida para los suyos, lejos de la rutilancia y los focos que hoy se posan sobre los Tomás Rincón, Salomón Rondón o Adalberto Peñaranda. Es la otra cara de los “vinotintos” en el exterior.