sábado 27  de  septiembre 2025
OPINIÓN

Análisis geopolítico de tensiones globales y el rol pivotal de Venezuela

Las operaciones aeronavales de EEUU, oficialmente contra el narcotráfico, pueden estratégicamente ocultar un trasfondo de contención contra Venezuela

Por ANTONIO RIVERO y VENAMÉRICA

En un mundo interconectado donde las sombras de la confrontación se alargan desde Eurasia hasta el Hemisferio Occidental, emerge un patrón alarmante de alianzas polarizadas y movimientos estratégicos que podrían precipitar un conflicto mayor. Sin embargo, este panorama no es inevitable; representa una llamada colectiva a fortalecer la disuasión inteligente y las alianzas sólidas, priorizando la estabilidad sobre la escalada. Como observadores y actores globales, tenemos la oportunidad de unir esfuerzos para mitigar riesgos, reconociendo que la preparación y conformación de alianzas estratégicas no es sinónimo de agresión, sino de preservación de la paz.

En este análisis se fusionan las señales de preparación militar en EEUU, las provocaciones rusas en Europa, el fortalecimiento del eje euroasiático y el despliegue aeronaval en el Caribe, el silencio estratégico de China y su presencia en el continente suramericano, destacando a Venezuela como un flanco sur crítico. Juntos, estos elementos ilustran un tablero geopolítico en tensión, pero también apuntan a vías constructivas para desescalar, comenzando por resolver inestabilidades regionales que alimentan el fuego global.

El epicentro de estas dinámicas radica en el viraje estratégico de la administración Trump, visible en su discurso ante la ONU y la situación de Ucrania-Rusia, donde abandonó promesas de concesiones rápidas para enfatizar el apoyo a Kiev en recuperar territorios perdidos, instando a Europa a un compromiso más robusto. Esta postura, reforzada por advertencias de impaciencia hacia Moscú, se alinea con la reunión urgente convocada por el secretario de Defensa Pete Hegseth en Quantico, Virginia, que reúne a cientos de altos mandos militares globales con escasa antelación, un movimiento inusual que, aunque posiblemente enfocado en reformas internas, envía una señal de realineamiento para una posible confrontación prolongada.

En paralelo, las provocaciones rusas, como violaciones aéreas en Estonia, Polonia y el Báltico, junto a maniobras marítimas agresivas, prueban los límites de la OTAN, elevando el riesgo de incidentes que podrían activar mecanismos de defensa colectiva. Este contexto europeo se entrelaza con un eje euroasiático en consolidación: Rusia y China profundizan lazos “sin límites” mediante acuerdos en defensa, energía y patrullas conjuntas, con apoyo de Irán (drones y misiles), Corea del Norte (artillería) y Bielorrusia, mientras India mantiene una neutralidad estratégica pero beneficiosa. Estas alianzas no son meras retóricas; representan un contrapeso económico y militar a Occidente, con implicaciones que se extienden al sur global.

Aquí entra el Caribe como teatro secundario pero vital: las operaciones aeronavales de EEUU, oficialmente contra el narcotráfico, pueden estratégicamente ocultar un trasfondo de contención contra Venezuela, cuya ubicación geoestratégica, a escasos kilómetros de Florida, y sus vastas reservas petroleras (las mayores del mundo) la convierten en un potencial “cabeza de playa” para adversarios euroasiáticos.

Desde la era Chávez-Maduro, Caracas ha forjado lazos férreos con Rusia (acuerdos, petroleros, militares y ejercicios conjuntos), China (inversiones masivas en petróleo y acuerdos de seguridad en comunicaciones y radares) e Irán (tratados comerciales y tecnología dual-use, construcción de drones y apoyo a energía nuclear), evadiendo sanciones y proyectando influencia antiestadounidense en América del Sur. La invitación de Putin a Maduro para el Día de la Victoria en mayo pasado, enmarcada en un reconocimiento simbólico al rol venezolano en la Segunda Guerra Mundial, subraya esta alianza como un puente histórico para desafiar el orden occidental.

Para EEUU, “limpiar el patio trasero” mediante despliegues militares y acciones como el reciente ataque a un narco-bote, resulta imperativo, no es solo antinarcóticos; es una medida preventiva para neutralizar distracciones que debilitarían la respuesta global a amenazas como Ucrania o Taiwán o Medio Oriente, o todas en conjunto. Ignorar esto podría permitir que Venezuela se consolide en convertirse en un vector de inestabilidad hemisférica, amplificando riesgos globales mediante flujos migratorios, disrupciones energéticas y cibernéticas, dado por igual que existe total conexión con toda esta geopolítica euroasiática con el régimen de Maduro.

En este tapiz de tensiones, los escenarios varían: uno bajo de contención diplomática, un medio de escalada híbrida con incidentes localizados y un alto de confrontación directa con ramificaciones nucleares y económicas devastadoras. Pero el interés colectivo reside en trascender la alarma hacia la acción unificada: fortalecer alianzas como la OTAN y la OEA para disuadir avances agresivos, invirtiendo en inteligencia compartida, ciberdefensas y diplomacia energética que reduzca dependencias vulnerables.

Conclusión: Un llamado a la disuasión colectiva y la estabilidad regional

Para evitar el abismo de un conflicto global, Occidente debe afianzar una posición disuasiva robusta, no beligerante al punto sostenible, que detenga desde ya las inercias hacia mayores confrontaciones. Esto implica preparación aliada –desde reformas militares como las de Hegseth hasta despliegues preventivos, pero priorizando la resolución de focos proxy como Venezuela, cuya inestabilidad actual representa una amenaza continental y una distracción estratégica para EEUU.

Como venezolano, es imperativo reconocer que el régimen de Maduro, marcado por acusaciones de ilegitimidad y delitos contra la humanidad, como el narcotráfico y el terrorismo, ha socavado no solo la libertad y la democracia interna sino la paz regional.

Las elecciones del 28 de julio de 2024, donde Edmundo González y María Corina Machado emergieron como líderes de la oposición con amplio respaldo popular, ofrecen un camino legítimo: EEUU y aliados europeos ya han reconocido a González como presidente electo, un paso que debe traducirse en presión coordinada para desplazar el poder usurpado y restaurar un gobierno democrático.

Solución que derive en un efecto dominó contra los demás regímenes totalitarios del área. Solo así se garantizará la estabilidad en América derivada en una gran alianza continental real, liberando recursos para atender amenazas globales y convirtiendo a Venezuela en un aliado energético en lugar de una amenaza.

Este no es un llamado a la división, sino a la unión: gobiernos, sociedades civiles y líderes mundiales deben sumar esfuerzos en foros como la ONU, que debe ser restituida en su concesión originaria para promover transiciones pacíficas en el marco de la justicia, sanciones selectivas, seguridad por la paz y diálogos inclusivos sin acordes extremos.

Al hacerlo, no solo reduciremos los riesgos de escalada, sino que forjaremos un mundo más resiliente y en orden para la humanidad. La historia nos enseña que la disuasión activa, respaldada por justicia regional, es el antídoto contra el caos que ocasionan las amenazas contra la libertad y la democracia, y ahora hay momento de actuar colectivamente por ese futuro.

Gral. Brig. Antonio Rivero González

Ingeniero Electrónico

M.Sc. (Estrategia)

Analista Político-Militar

Directivo VENAMERICA

X: @antonioriverog

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