martes 28  de  octubre 2025
OPINIÓN

Entre generaciones: cómo cuidar de los mayores sin descuidar el trabajo ni la familia

Por Violeta García, Docente universitaria en la Universidad Europea de Canarias

Diario las Américas | Dra VIOLETA GARCÍA
Por Dra VIOLETA GARCÍA

Cuidar de los mayores mientras se crían hijos y se mantiene un empleo se ha convertido en una realidad cotidiana para millones de personas en Europa, especialmente mujeres de entre 40 y 60 años. Según un informe del Observatorio Social de la Caixa (2024), el 35% de quienes cuidan a un familiar mayor también tienen hijos dependientes, y más del 25% presentan síntomas de ansiedad o agotamiento emocional. Esta “generación sándwich”, atrapada entre dos frentes de cuidado, enfrenta un riesgo elevado de estrés crónico, insomnio y sentimientos de culpa al no poder llegar a todo.

Los expertos coinciden en que esta situación, que combina responsabilidades laborales, familiares y afectivas, puede generar un impacto notable en la salud física y psicológica de los cuidadores. El Observatorio Nacional de la Dependencia advierte que más del 40% de quienes asumen el cuidado de sus mayores de forma prolongada desarrollan síntomas de depresión leve o moderada. Sin embargo, el equilibrio es posible cuando se abordan las demandas desde una perspectiva organizada y compasiva.

El primer paso es reconocer que no se puede con todo. La autoexigencia, el perfeccionismo y la culpa son enemigos silenciosos del bienestar. Aceptar los propios límites no significa rendirse, sino priorizar lo esencial y distribuir mejor los esfuerzos. Nadie puede cuidar bien si está exhausto. Este principio psicológico básico debe recordarse a diario.

Además, el cuidado de los mayores no debe recaer sobre una sola persona. La corresponsabilidad familiar es clave para evitar el agotamiento. Hablar abiertamente con los hermanos o familiares sobre las necesidades reales del mayor, acordar turnos de acompañamiento o dividir las gestiones médicas y administrativas reduce considerablemente el estrés. De igual modo, incluir a los hijos en pequeñas tareas de cuidado —una visita, una llamada, una ayuda doméstica— fomenta valores de empatía y solidaridad intergeneracional.

Los datos del ONS británico (2019) muestran que los cuidadores que logran establecer rutinas claras y respetan sus propios espacios personales presentan un 30% menos de síntomas de ansiedad que aquellos que no lo hacen. Por eso, resulta fundamental diseñar una estructura semanal que contemple tiempo para el trabajo, el descanso y la vida familiar.

A continuación, algunos consejos prácticos desde la psicología para cuidar sin descuidarse:

  • Planifica y prioriza: haz una lista semanal de tareas y clasifícalas en “urgentes”, “importantes” y “delegables”. Esto permite mantener una visión realista de lo que sí puedes
  • Pide ayuda sin culpa: muchas veces el entorno quiere colaborar, pero no sabe cómo. Explica claramente qué tipo de apoyo necesitas: una tarde libre, ayuda con compras, acompañar al mayor a una cita médica.
  • Establece límites saludables: decir “no puedo en este momento” o “necesito descansar” es una forma de autocuidado. El exceso de disponibilidad genera frustración y desgaste.
  • Mantén rutinas familiares equilibradas: intenta conservar actividades familiares placenteras que no giren solo en torno al Cenar juntos, pasear o ver una película puede mantener el vínculo afectivo.
  • Cuida tu descanso y alimentación: el sueño insuficiente y la mala nutrición aumentan la irritabilidad y la fatiga. Dormir entre siete y ocho horas y mantener horarios regulares de comidas es una base de salud emocional.
  • Apóyate en recursos profesionales: los servicios de ayuda a domicilio, centros de día y programas municipales pueden ofrecer un gran alivio. Informarse en el ayuntamiento o centro de salud es el primer paso.
  • Reserva tiempo para ti: dedica al menos 30 minutos diarios a una actividad que te relaje o motive. Leer, caminar, escuchar música o meditar ayudan a recargar energía emocional.
  • Evita el aislamiento compartir experiencias con otras personas en tu misma situación puede ser muy reparador. Los grupos de apoyo presenciales o en línea permiten desahogarse y aprender nuevas estrategias.
  • Acepta tus emociones: sentir cansancio, tristeza o irritación no te convierte en una mala persona. Reconocerlas y darles espacio es el primer paso para gestionarlas.
  • Celebra los logros pequeños: reconocer el esfuerzo diario y valorar lo que sí se consigue refuerza la motivación y protege la autoestima.

Desde la psicología del autocuidado, también es recomendable incorporar una breve rutina de “revisión emocional” semanal: anotar en un cuaderno qué situaciones generaron más tensión, qué momentos fueron positivos y qué se puede mejorar. Este ejercicio de autoconciencia permite ajustar hábitos antes de que el malestar se acumule.

Por último, es importante reflexionar sobre el sentido del cuidado. ¿Para qué cuido? ¿Qué valores estoy transmitiendo a mis hijos al cuidar a mis mayores? Plantear estas preguntas transforma la experiencia: cuidar deja de ser una obligación y se convierte en una forma de vínculo y gratitud. Replantear el cuidado desde la cooperación, la organización y la compasión hacia uno mismo permite transformar la carga en propósito, el agotamiento en equilibrio y el deber en amor consciente. Porque cuidar de los demás también significa aprender a cuidarse a uno mismo.

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