“Es de ilusos creer que el mérito puede abrir las puertas de un régimen envilecido. Por cada hombre de mérito en este país, hay decenas de sombras insignificantes en el gobierno.”
Urge devolver a los venezolanos su capacidad de soñar. Unirnos nuevamente en pos de un ideal, esa “partícula de ensueño que te sobrepone a lo real” y te hace rebelde frente a la mediocridad
“Es de ilusos creer que el mérito puede abrir las puertas de un régimen envilecido. Por cada hombre de mérito en este país, hay decenas de sombras insignificantes en el gobierno.”
Es necesario reaccionar y tener una visión trascendente de nuestras propias capacidades. Es obligante asumir un espíritu de unidad y sacrificio que nos permita dispersar el clima de mediocridad que como espesa nube se ha aposentado sobre el país. Venezuela merece un destino mejor y no tanta soberbia engreída de quienes se creen únicos poseedores de la verdad.
Urge devolver a los venezolanos su capacidad de soñar. Unirnos nuevamente en pos de un ideal, esa “partícula de ensueño que te sobrepone a lo real” y te hace rebelde frente a la mediocridad. Debemos fortalecernos moralmente porque vivir es aprender para ignorar menos y actuar más.
Ha sido tan profunda la pérdida de valores en Venezuela, que ante el escandaloso y vanidoso ejercicio del poder, tendemos a justificarlo todo, como aquellos padres que ante la falta de moral propia tratan de ocultar, o peor aún, de celebrar las malas andanzas de sus hijos. En mis reflexiones no deja de ser acuciante la idea de cómo rescatar el futuro construido sobre este infausto presente para las próximas generaciones.
Vivimos un presente de desenfreno monetario a expensas de la salud económica de la nación y donde el valor de la palabra no tiene significado alguno. Nadie ofrece tanto como el que no piensa cumplir. Se cultiva la ignorancia de un pueblo -uno de los ingredientes más perversos de la miseria- para poder afincar su revolución.
Es ese proceso de descomposición social acelerado por el uso de una montaña de recursos usados sin escrúpulos para la compra de conciencias, el que debemos remover para edificar una nueva república. “Solo los fanáticos suponen que el principal designio de la educación democrática es crear esclavos satisfechos", comenta Savater.
La idea del “hombre nuevo” convertido en desiderata de los regímenes totalitarios no es un problema de ideologías sino un asunto que tiene mucho que ver con los valores. La sociedad debe preparar a sus miembros, sobre todo a los más jóvenes, de la manera que le parece más conveniente para su conservación, no para su destrucción.
La democracia tiene necesariamente unos contenidos de valores irrenunciables, como lo son el respeto a la existencia de cada individuo a vivir la vida con dignidad, y el respeto a ser de acuerdo a sus valores y principios éticos y morales. Una democracia moderna debe sustentarse sobre una base única -el sistema jurídico que la rige- y sobre ella numerosas realidades plurales.
Utilizar la democracia para acabar con ella es el colmo de la aberración autocrática y del sentido cuartelario de la vida. La sociedad civil entiende que toda política decente no puede reducirse al antimilitarismo, pero, como dice Savater, “sin antimilitarismo no creo que haya política decente”. www.venamerica.org.
Neuro J. Villalobos Rincón.
*Director de VenAmérica